No hay japonés sin muñequito y una primera piedra sin piedra: el acelerador de partículas de Granada, en marcha

La mascota de la Expo de Osaka, Myaku-Myaku, acapara el protagonismo de la delegación nipona como símbolo de “ir más allá”

El acelerador ya tiene su primera partícula: el IFMIF-Dones pone a Granada en el epicentro de la energía de la fusión mundial

El embajador de Japón en España, Takahiro Nakamae, sostiene a Myaku-Myaku, la mascota de la Expo Universal de Osaka, donde se rubricó el acuerdo de unión al IFMIF-Dones.
El embajador de Japón en España, Takahiro Nakamae, sostiene a Myaku-Myaku, la mascota de la Expo Universal de Osaka, donde se rubricó el acuerdo de unión al IFMIF-Dones. / Antonio L. Juárez / GPMedia

Escúzar/Que a los japoneses les encantan los muñequitos no es algo que se vaya a descubrir ahora. Les pirran. Vamos, es casi una seña de identidad. En el día en el que Japón y Granada sellaron al fin una alianza que va más allá del desembarco masivo de turistas, y que aprovecha la verdadera potencialidad del país nipón, que es su tecnología, en la provincia, los miembros de la delegación que acudieron a la firma del protocolo de cooperación entre las dos naciones dejaron su impronta... Con un ‘moñeco’.

Se llama Myaku-Myaku y lo sacó el jefe de la delegación Takashi Kiyoura en su discurso. No es fácil describirlo. No tiene forma de nada pero parece un ser de las profundidades del océano de cuerpo azul y una corona con cinco ojos, cada uno mirando a donde le da la gana. Es la mascota oficial de la Exposición Universal que se celebra en Osaka desde hace algo más de un mes y los organizadores lo describen como una “cadena de células y agua” y cuyo nombre, una onomatopeya que Kiyoura intentó que los asistentes se aprendiesen, simboliza las pulsaciones.

Pero lo trajo a colación por otra representación más, ya que en la firma de ayer del IFMIF-Dones venía a simbolizar el hecho de “ir más allá”, que no es más que lo que busca el proyecto del acelerador de partículas: reproducir las reacciones del sol a ínfima escala dentro de cada teléfono móvil, de cada coche, de cada aparato que necesite energía. Sin contaminar. Simplemente reproduciendo lo que hace la propia naturaleza.

Los japoneses también son curiosos. Durante la visita al edificio y las instalaciones del UGR-Dones campaban a sus anchas. Un grupo de seis o siete se separó de la visita institucional y la charla que Ángel Ibarra daba a los políticos para mirar y hasta tocar los instrumentos que allí había. Hasta que alguien le apartó a uno sus manos de algo que iba a palpar en un gesto típico de “no toques; ¿pa qué tocas?”. Y obedientes cumplieron.

Es posible que estuvieran ansiosos. Juanma Moreno, presidente de la Junta, tardó en llegar casi una hora y se perdió la firma del memorando. Antes del entrar al UGR Dones el protocolo hizo esperar a Montero, Villamandos, Morant y compañía, ya que el principal responsable de la administración autonómica estaba ya por La Malahá. El sol, ciertamente, era de justicia, y no soplaba el tan temido aire que por los pagos de Escúzar siempre hace por las tardes, y que amarga a los ciclistas con tanta carretera recta.

Esto dio lugar a conversaciones en tono distendido, como al consejero de Universidades preguntándole al alcalde de Escúzar, Antonio Arrabal, que cuánto les iba a a cobrar de IBI a los edificios del IFMIF-Dones. Y mientras Diana Morant recordaba que en su primera visita, en el polígono “no había nada”, María Jesús Montero hacía memoria del proyecto, que empezó cuando “yo ni era consejera de Salud”. Mientras tanto, a José Aguilar, responsable de la Oficina de Gestión del IFMIF-Dones, no le llegaba la camisa al cuello. Mucho que organizar y demasiados flecos que iban saliendo sobre la marcha. Alguien reaccionó antes que él justo a tiempo para que la comitiva no cruzase por mitad de una mediana de tierra, y que se hiciera por un paso de cebra.

Lo cierto es que la llegada de Japón al proyecto es como si Mister Marshall llegara a IFMIF-Dones, pero sin pasar de largo, y poniendo la guita. Los miembros del Ciemat lucían un pin con las banderas de España y el país del sol naciente en sus solapas. Algo clásico, como también se supone que es una puesta de primera piedra.

Pero no, la energía de fusión es algo innovador, y la puesta en escena fue algo, también, nuevo. No había piedra, ni caja del tiempo con periódicos, con lo bonito que queda cuando a los años una excavación arqueológica saca una de hace cien años a la luz. Lo que había era una larga jardinera para nueve figuras, cada una dando una palada, echando tierra sobre tierra, como en la playa. Los tiempos modernos.

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