Plaza de las Pasiegas, la reivindicación más monumental de la leche materna

El ADN de Granada

Los granadinos han asumido que la antesala de la catedral se llama así por aquellas nodrizas del Valle del Pas que daban de mamar a los bebés de los pudientes

El aspecto que tiene hoy, con escalinata y piedra de Sierra Elvira, se lo debemos a Gallego Burín

Granada es el lugar del mundo donde más se componen quintillas

La Catedral de Granada domina la Plaza de las Pasiegas.
La Catedral de Granada domina la Plaza de las Pasiegas. / José Velasco / GPMedia

A estas alturas de la película todos los granadinos tienen asumido que el nombre que lleva la Plaza de las Pasiegas se debe a que en este lugar las nodrizas venidas de Cantabria (Valle del Pas) daban de mamar a los hijos de los pudientes a cuyas mujeres les faltaba leche. O que tenían mala leche. O que eran "madres melindrosas o con impotencia a la hora de amamantar sus críos", que dijo Julio Belza. García Lorca, que mamó de varias amas de cría, escribe sobre ellas: "Ha vuelto la cara del almidonado pecho de la nodriza, ese pequeño monte volcánico estremecido de leche y venas azules".

Por lo visto las cántabras tenían fama en toda España de ser buenas amamantadoras, con voluminosos pechos dispuestos a saciar el apetitito de los bebés. Aquí, en Granada, se juntaban todos los domingos en esa plaza y ofrecían su mercancía a los bebés de padres con posibles. Parece ser que las cántabras también tuvieron competencia con aquellas granadinas que se ofrecían para la misma labor y poder así ayudar económicamente a sus familias. El lema publicitario podría ser del estilo: “Si tienes buena teta, vente a esta gran plazoleta”. O “donde se ponga una buena teta, que se quite una buena chuleta”. Perdonen el exceso porque el tema no es baladí. De hecho, existen investigaciones universitarias sobre el tema. La profesora Ester Massó ha dedicado bastantes horas a estudiar el asunto. Dice que estas mujeres nacían y crecían en comunidades aisladas, sin contaminación externa, por lo que se creía que la leche que producían era particularmente pura y buena, al igual que ocurría con la que se extraía de las vacas que se criaban allí. Pero no solo tenían buena leche, sino que era más cristiana. A ver, Cantabria fue prácticamente el único territorio en el que no entraron los musulmanes, por lo que llegó a creerse que la leche de las pasiegas, además de más nutritiva estaba más bendecida por Cristo. En fin.

Panorámica de la Plaza de las Pasiegas
Panorámica de la Plaza de las Pasiegas / José Velasco / GPMedia

Así que toda joven cántabra que había sido madre se convertía en un surtidor ambulante para nobles, reyes y personas de alta alcurnia que querían una buena ama de crías para sus hijos. Por lo visto había unas normas que cumplir. Las pasiegas que se convertían en nodrizas debían de tener entre veinte y veinticinco años, debían poseer un certificado de buena conducta (que emitía normalmente el cura del pueblo del que partían) debían de estar casadas y haber tenido un hijo al menos. Cuando parían, dejaban sus hijos a cargo de familiares o vecinas y aprovechaban el periodo que se las consideraba más fértiles en producción de leche.

Cambio de nombre

Lo que no está muy claro es por qué recalaron las nodrizas pasiegas en Granada teniendo más cerca otras capitales, como Madrid, por ejemplo, que es donde más gente de la realeza había. Una teoría dice que al ser Granada la última ciudad española dominada por los musulmanes, era la más necesitada en nodrizas que trasmitieran cristiandad a través de su leche. Hoy no sería muy creíble, pero en aquellos tiempos vaya usted a saber. Otra teoría un tanto descabellada es que la leche de las cántabras venía con sabor a anchoa. O eso es lo que hubiera querido el ex presidente de aquella comunidad, Miguel Ángel Revilla, que no duda en achacarle cualquier beneficiosa propiedad a tan exquisito pescado. El pasado año el susodicho se paseó por la plaza y le faltó tiempo para reivindicar también la buena leche de sus paisanas.

Pero bueno, sea como fuera, el caso es que el Ayuntamiento de Granada decidió en 1807 cambiar el nombre de la plaza de las Flores (pues allí había varios puestos de flores) a Plaza de las Pasiegas. Ese espacio público había surgido en 1692 al ser derribado el Colegio de San Miguel. Se amplió a finales del XVIII al desaparecer el Colegio de Santa Catalina. Aunque la gran remodelación de la plaza se hizo en 1946, estando de alcalde Gallego Burín, que le encargó el proyecto al ingeniero José Pérez Pozuelo y al arquitecto municipal Luis Álvarez Cienfuegos. El proyecto incluía la construcción de unas escalinatas y la pavimentación con grandes losas de piedra procedentes de Sierra Elvira. Es como hoy la conocemos.

La Plaza de las Pasiegas, un lugar por el que pasa mucha gente a lo largo del día.
La Plaza de las Pasiegas, un lugar por el que pasa mucha gente a lo largo del día. / José Velasco / GPMedia

Es precisamente Gallego Burín el que discrepa un poco sobre el nombre de la plaza. En su guía escribe que se llama Pasiegas porque varias mujeres del Valle del Pas tenían allí tiendas de telas, y que él supiera, ni eran nodrizas ni alquilaban sus tetas. Esta teoría es a lo mejor más creíble, pero menos interesante.

Aunque lo que importa es que la plaza en sí está en el ADN de Granada porque es el centro neurálgico de muchas emociones y tradiciones. Al estar justo al lado de la catedral, es el paso obligado de muchas procesiones y el escenario para obras de teatro y actuaciones varias. Allí se han dado conciertos, se han reunido las bandas semanasanteras, ha servido de espacio para el Día Internacional del Yoga, se han hecho perfomance… En fin, una plaza multiusos. Pero es que también se ha convertido en el lugar más espacioso y monumental para reivindicar la leche materna. Por sus connotaciones lactantes, la plaza fue elegida en 2004 por la Asociación Mamilactancia para celebrar un acto en el que reivindicar la leche materna como alimento más natural del bebé. En ese momento decenas de mujeres le dieron de mamar a sus hijos para reivindicar en público su derecho de dar el pecho: ¡Ya está bien tanta leche artificial!, decían. En aquella ocasión reivindicaron el que se colocara en la plaza una placa conmemorativa que reivindicara la labor de estas mujeres que en su día salvaron con su leche la vida de tantos bebés. La placa todavía no ha sido puesta. Y desde el valle del Pas, en donde hay un museo dedicado a estas nodrizas, reclaman un hermanamiento con Granada. No estaría mal. La leche, por la sangre entra.

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