Historias de Granada
  • Granada inició la Transición con tres periódicos: Patria, que había sido de la Prensa del Movimiento; Ideal, que pertenecía a la Editorial Católica, y Diario de Granada, impulsado por el PSOE

  • Las redacciones asépticas y silenciosas de los últimos tiempos nada tienen que ver con aquellos ruidosos y vetustos locales en los que convivían varias generaciones de periodistas

Aquellas redacciones de plomo y petaca de coñac

Redacción del diario Patria. Redacción del diario Patria.

Redacción del diario Patria. / Juan Ortiz (Granada)

La democracia estaba ya establecida de un modo reversible y se hacía necesaria la modernización de las instituciones y las empresas, entre ellas los periódicos. Los últimos residuos de un conservadurismo anquilosado y algo patético, pero aún seductor y entrañable, convivían con la frescura y el atrevimiento de las nuevas generaciones de periodistas que llegábamos a las redacciones con ese entusiasmo que provocaba la lucha por las libertades tanto tiempo esperadas.

Cuando llegué a Granada en 1982 existía un periódico llamado Patria que pertenecía a los llamado Medios de Comunicación Social del Estado. Había comenzado como un semanario falangista y durante la dictadura formó parte de la llamada Prensa del Movimiento. Algunos de sus directores habían destacado en otras facetas intelectuales y artísticas. José María Molina Fajardo escribió un inquietante libro sobre la muerte de Lorca. Y Antonio Sánchez Gómez, que había nacido en Ronda y había estudiado Derecho en la Universidad de Granada, fue después el fundador de la revista Hola, que comenzó siendo una publicación casera hecha con pocos medios y en 1962 llegó a alcanzar una tirada de 250.000 ejemplares con motivo de la boda de Balduino y Fabiola. El haber pasado Sánchez Gómez por Granada hizo que dos de sus reporteros estrellas fueran de aquí: Tico Medina y Jaime Peñafiel. Y el último director del periódico, Juan José Porto, había dirigido varias películas. Patria cerró en 1983 con la labor hecha puesto que en él se había formado una importante legión de buenos periodistas que después de su clausura pasarían a formar parte de la Administración o engrosarían las plantillas de otros periódicos.

Redacción de Diario de Granada en 1982, con Alfonso Grosso en primer plano Redacción de Diario de Granada en 1982, con Alfonso Grosso en primer plano

Redacción de Diario de Granada en 1982, con Alfonso Grosso en primer plano / (Granada)

Despareció de los quioscos Patria, pero apareció Diario de Granada, un periódico impulsado por el PSOE con talante renovador que venía a cumplir con esa misión aperturista que demandaban los nuevos tiempos. Fueron muchos los granadinos que apostaron porque en Granada hubiera un periódico de ideología de izquierdas, algo que no pasaba desde antes de la guerra. Hubo bastantes granadinos que pusieron dinero para comprar acciones, dinero que al final perdieron. Su diseño y el tratamiento de la fotografía nada tenía que ver con la imagen de los vetustos periódicos que aún no habían comenzado su correspondiente renovación tecnológica. Duró solo cuatro años, pero dejó una huella importante en la historia del periodismo local. Estuvo dirigido en un primer momento por Antonio Checa Godoy y después por Antonio Ramos Espejo, ambos provenían de Ideal, el periódico de la Editorial Católica, que vio mermada su redacción a causa de la aparición del nuevo periódico granadino. Además de los citados se pasaron a Diario de Granada Manolo Gómez Cardeña, el dibujante Paco Martín Morales y Rafael Guerrero, lo que hizo que Melchor Sáiz-Pardo, director de Ideal, buscara periodistas para suplir los huecos que iban dejando los ausentes. Y fue entonces cuando llegué yo.

Los comienzos

Mi vida laboral se ha diluido en las redacciones de los periódicos, cuyos recuerdos llegan a mí de vez en cuando a modo golpes de añoranza. Por entonces, recién acabada la carrera de Periodismo, había pocos placeres en mi vida comparables con escribir un artículo, ver a los linotipistas componerlo y esperar que esos moldes de plomo imprimieran sobre un papel lo que yo había escrito. Y luego oler la tinta del periódico con el primer café de la mañana mientras comprobaba que lo que había pensado un día antes ahora existía en letra impresa. La primera vez que tuve esa sensación fue en Área, un periódico de la Línea de la Concepción a donde fui a hacer unas prácticas en el verano del 76. Era una Redacción a la que me daba cierta grima entrar, con escaleras estrechas y desgastadas y cuyas puertas chirriaban con un ruido exasperante al abrir o cerrarse. Allí casi tenía que pagar por ir a trabajar porque con lo que me daban no tenía ni para el desayuno. Un día, tras los oportunos envío de dinero por parte de la familia para compensar mis penurias, mi padre me preguntó: “Hijo… ¿estás seguro de que la profesión que has elegido da para poder vivir?”.

Redaccion de Ideal de la calle San Jerónimo Redaccion de Ideal de la calle San Jerónimo

Redaccion de Ideal de la calle San Jerónimo / (Granada)

Al terminar la Facultad y cumplir con aquel compromiso con la patria llamado mili, estuve en Diario Jaén. Como Patria, este periódico había pertenecido a la Prensa del Movimiento. En la capital del Santo Reino era conocido burlonamente como el 'Trepabuques'. El sobrenombre se los pusieron los lectores al ver que, por tendencia o por equivocación, el periódico daba demasiadas noticias sobre el hundimiento de barcos aliados durante la II Guerra Mundial. Una vez anunció en portada durante tres días seguidos el hundimiento del mismo barco. Pues bien, el director del 'Trepabuques' de finales de los setenta, Carlos Briones, me propuso recorrer la provincia de Jaén en un Seat Panda en busca de aldeas que estuvieran semiabandonadas por culpa de la emigración del campo a la ciudad o a otras zonas de España. Por entonces la estación de Jaén se llenaba todos los días de personas con maletas que iban en busca de un futuro mejor. La España vaciada de la que tanto se habla ahora era ya por entonces una realidad. Estuve tres o cuatro meses recorriendo la provincia y elaborando reportajes sobre los habitantes que aún quedaban en las aldeas. Aquel trabajo lo presenté a un premio literario entre cuyos miembros del jurado estaba Melchor Saiz-Pardo, director de Ideal. Los otros miembros eran Alfonso Grosso, Manuel Villar Raso y Tico Medina. A Melchor se le ocurrió que algo parecido a lo que yo había hecho en Jaén podía hacerlo en Granada. De esa manera cubría también esos huecos de los que hablaba antes de periodistas de Ideal que se habían pasado al Diario de Granada.

Fachada de la redaccion de Patria. Fachada de la redaccion de Patria.

Fachada de la redaccion de Patria. / Juan Ortiz (Granada)

La Redacción de Ideal estaba en Compás de San Jerónimo y recuerdo con cierta sorna como una de las bromas que gastaban los veteranos del periódico era escribir enhorabuenas y parabienes a los que estaban de prácticas o a los novatos que acabábamos de incorporarnos a la plantilla. Los más dados a la guasa (Gómez Montero, José Luis Piñero, Rafael García Manzano …) aprovechaban las tarjetas de los gobernadores civiles, alcaldes y presidentes de las diputaciones que llegaban a la redacción acompañando cualquier envío oficial y se las remitían a los redactores novatos con textos que ellos mismos escribían. Si algún redactor hacía, por ejemplo, un reportaje sobre el escarabajo de la patata, dos días después podía encontrarse encima de su mesa una carta del gobernador con la tarjeta de visita en la que le ponía: “Enhorabuena por su trabajo sobre el escarabajo de la patata. Ha sido instructivo, didáctico y magníficamente bien escrito”. El redactor, ajeno a la broma, hinchaba el pecho de satisfacción e iba enseguida a enseñárselo a Rafael García Manzano, el redactor jefe, un reconocido zumbón:

-Mire, don Rafael, me ha felicitado el gobernador civil por mi reportaje sobre el escarabajo de la patata.

El redactor jefe hacía todo lo posible por no soltar una carcajada, ponía serio su semblante, leía la tarjeta y exclamaba:

-Pues sí es verdad, le ha tenido que gustar mucho porque no es este gobernador muy dado a las felicitaciones. Eso es que a lo mejor quiere ficharte como asesor de Prensa.

Y el redactor volvía a su mesa más contento que unas pascuas y creyendo que lo que él había escrito había conmovido nada menos que al gobernador civil.

En aquella redacción de San Jerónimo las peleas verbales entre Pepe Cortés y García Manzano eran tan habituales como refrescantes. Eran dos viejos y queridos camaradas (sus respectivos padres ya habían trabajado juntos en la misma redacción) y se trataban con la franqueza y el desparpajo que requiere la buena amistad. Nosotros, los recién llegados, oíamos aquellos enganches verbales con el regocijo del que cree estar en un buen ambiente de trabajo.

-Míralo, el hombre que más sabe de cuernos de toa Graná –le decía Rafael a Pepe Cortés,

-Tú lo que eres es un ioputa con toa la cuerda –le contestaba Pepe.

Pepe Cortés era el cronista de toros y por eso sabía más de cuernos que nadie. Y Rafael era un periodista curtido en la noche y las redacciones que olían a plomo, café y a petaca de coñac.

Rafael García Manzano era un cofre de anécdotas periodísticas. De vez en cuando abría ese cofre y nos contaba lo que le había pasado a un redactor llamado Narciso de la Fuente que llevaba mucho tiempo pendiente de la agonía de un ilustre de la ciudad. Cuando murió comenzó la crónica diciendo: “Por fin ha muerto…” Y nos hablaba de Gollonet, un redactor al que le prohibieron escribir más necrológicas porque cada vez que se moría una mujer ponía el mismo latiguillo: “Era querida de todos”.

Quién dirigía el periódico era Melchor Sáiz-Pardo, que estuvo delegado de la agencia Efe en Roma y cuando vino a Granada se convirtió en el director más joven que existía en España. Melchor traía en su equipaje el modelo de aperturismo que el periódico necesitaba, por eso durante la Transición y la democracia siguió siendo el periódico que más ejemplares vendía. Para ello tuvo que luchar desde dentro con personas como el que fue subdirector Antonio Márquez Villegas, cuyo despacho estaba lleno de símbolos franquistas y falangistas. El nuevo sistema político y el aperturismo le había causado a este hombre una gran desilusión, sobre todo porque no colmaba para nada sus expectativas de vida. Eso sí, jamás censuraba lo que los periodistas jóvenes escribíamos, entre otras cosas porque a esas alturas de su vida ya todo le importaba un pimiento. Además de Rafael García Manzano ocupaba el puesto de redactor jefe Esteban de las Heras Balbás, un burgalés trasplantado a tierras granadinas que nos exigía a todos salir a la calle a airearnos y traer noticias frescas.

Los viejos periodistas de Patria se reunieron en 2018 para homenajear al extinto diario. Los viejos periodistas de Patria se reunieron en 2018 para homenajear al extinto diario.

Los viejos periodistas de Patria se reunieron en 2018 para homenajear al extinto diario. / Juan Ortiz (Granada)

Los sucesos

En la redacción de San Jerónimo también estaba Rafael Martínez Miranda, que ejercía de asesor jurídico del periódico y tenía una columna muy leída que se llamaba Puntos para pensar, en la que expresaba su opinión católica de cualquier noticia que pasara en el mundo. Cuando la Edica vendió sus periódicos a los vascos del Grupo Correo y le dijeron que no escribiera más sus Puntos para pensar, muchos lectores enviaron una carta al director quejándose de la desaparición de tal sección. Por allí estaban también Paco Perea y Juan José Ruiz Molinero, que era redactor de Internacional y que cubría los festivales de Música y Danza, siempre exquisito en sus modales y en sus artículos. Luego estaba Pepe Corral, ingenuo y excéntrico, que regalaba indios y vaqueros de plástico a todos los novatos y que hablaba tan atropelladamente que era difícil seguir sus planteamientos. Pepe Corral trabajaba por las mañanas en Hacienda y por las tardes iba al periódico. Pepe era despistado a más no poder. El poeta Rafael Guillén cuenta en sus memorias el día en que Pepe llegó angustiado a su casa y le dijo a su mujer:

-Teresita, el niño no quería bajarse de los columpios y me lo he traído a rastras. Desde que lo cogí de la feria para que nos viniésemos a casa no ha parado de llorar.

-¡Pero si este niño no es nuestro! -exclamó Teresita espantada.

También estaba Rafael Gómez Montero, que el día en el que le intentaron cambiar su vieja máquina de escribir por un ordenador, se opuso diciendo: “donde se ponga una zambomba bien tocá, que se quite un piano de cola”. Estaba a punto de jubilarse cuando entraron los ordenadores a la redacción y nunca consistió utilizarlos.

Una de las pachangas en la vieja redacción de Ideal. Una de las pachangas en la vieja redacción de Ideal.

Una de las pachangas en la vieja redacción de Ideal. / Juan Ortiz (Granada)

Ocupaba la jefatura de Deportes José Luis Piñero, que era el que iba a todas las presentaciones de coches, hasta las de Jané, según le puso en un chiste el inefable Guillermo Soria. Con él remaban en ese barco Antonio Prieto, Pacove, Baena y Nicasio García. Piñero estaba siempre inventando bromas y mantenía una alegría que hoy día se echa en falta. Guillermo Soria decía que Ideal era el periódico más demandado por los pobres que dormían en los bancos del Paseo del Salón porque era tipo sábana y con él se podían tapar en las duras noches de invierno.

Estaba también José Luis de Mena, que hacía unas estupendas crónicas agrícolas y tenía una sección que era la cesta de la compra. Se sabía a cómo estaba el kilo de patatas y el de boquerones. Y todo lo medía en términos agrícolas. Los sucesos los hacía Santi Lozano, que había sido novillero y de vez en cuando cogía dos hojas de periódico y se ponía a torear en la redacción. Todos gritábamos olés mientras toreaba a un toro imaginario. Él revivía aquellos momentos con una nostalgia inusitada, creyéndose el torero que nunca había sido. Santi quería ser torero pero un novillo berrendo en La Alpujarra dio al traste con sus sueños en una cogida en la que tuvo que intervenir el doctor Juan Pulgar, el inefable cirujano de la plaza de toros. Santi fue devuelto a los corrales y su padre, Santiago Lozano, que había sido director del periódico, lo rescató para redactor de sucesos.

Cuando cerró Patria llegaron Enrique Seijas y José González, al que llamábamos Manix, por la serie de televisión con ese nombre que más se veía por los años setenta. El Manix iba a cubrir un asesinato y siempre se traía la foto del muerto en la mili o vestido de primera comunión. De él se contaba que un día tituló 'Una persona muere al caer a un pozo seco de diez metros de altura'. Fue Adolfo Barrios, el corrector, el que le dijo que debía decir diez metros de profundidad, no de altura. El Manix lo miró con aquellos ojos engurruñidos por tantos años de gafas y le contestó: “Es que yo hablo desde el punto de vista del muerto”. Y siguió aporreando la máquina.

Pero, como decía antes, los nuevos tiempos requerían nuevos periodistas, gente joven y con ganas de abrir las ventanas de la democracia. Conmigo se incorporaron a Ideal Fernando Velasco, Julio Fernández, Gabriel Pozo y Miguel Sangüesa. Poco después lo hacían Miguel Allende, Juan Jesús Hernández y Ramón Ramos. Ya estaban allí, cumpliendo con la cuota de renovación que le correspondía al periódico de la Iglesia, Victoria Fernández, Justo Ruiz y Miguel Martín Romero. González Molero y Orfer, que venía de Patria, eran los fotógrafos. Después llegarían Ramón L. Pérez y Alfredo Aguilar.

Los veteranos y las nuevas incorporaciones llegamos a crear un entrañable ambiente que ya no he encontrado en los posteriores años de mi vida. Las redacciones de los periódicos fueron poco a poco cambiando de imagen hasta convertirse en locales asépticos y silenciosos con el personal abducido por las pantallas de los ordenadores. Los joíos nuevos tiempos.

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