San Juan de Dios, el santo que inventó la sanidad pública

El ADN de Granada

La orden hospitalaria fundada por él en Granada se ha convertido en el símbolo de la solidaridad con los enfermos en todo el mundo

Paradoja: las obras de restauración del hospital están paralizadas porque aún no se le ha buscado acomodo a un centro de drogodependencia allí instalado

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Fachada del Hospital de San Juan de Dios / G. H.

Hay un cuadro de Gómez-Moreno en el que se ve a San Juan de Dios sacar enfermos del Hospital Real en llamas que gusta mucho a los granadinos. La historia de este santo siempre ha emocionado a los habitantes de la ciudad de la Alhambra. Resulta que aquí, a Granada, llega un soldado portugués del ejército de Carlos V llamado Juan Ciudad Duarte que, tras escuchar unos sermones de Juan de Ávila, le da un giro espectacular a su vida. Se convierte en un indigente y de buenas a primeras, ayudado por unas familias pudientes de Granada, logra abrir su primer hospital dedicado a cuidar a enfermos sin recursos. Luego funda la orden hospitalaria que llevará el nombre de San Juan de Dios, pues el papa Alejandro VIII lo canoniza en 1690.

Hay muchos hospitales de San Juan de Dios repartidos en varios países, pero fue en Granada donde surgió el primero, convertido a día de hoy en el símbolo de la hospitalidad en todo el mundo. Si alguien creyó desde el principio que es posible una sanidad pública, ese fue San Juan de Dios. Por ese motivo esta orden hospitalaria forma parte del ADN de Granada.

El modelo asistencial sanitario actual en el que todo enfermo tiene que ser atendido, no es de este siglo, ni siquiera del siglo pasado. Lo puso en práctica en el siglo XVI un soldado que fue expulsado del ejército y se instaló en Granada. La vida de este hombre da para el guión de una película de esas que advierten que está basada en hechos reales. Juan Ciudad era contable de una compañía militar y estuvo a punto de ser ahorcado porque las cuentas no salían: alguien se quedaba con el dinero y todas las miradas se concentraban en el futuro santo.

Cuando viene a Granada, después de ser vendedor ambulante en Gibraltar, monta una librería en la Puerta de Elvira. Es de suponer que casi todos los libros de aquella época estaban relacionados con la literatura de tipo devocional y religioso. De ahí que el futuro canonizado se tragara todas las biografías de santos que les llegaban como novedades. La conversión estaba en marcha. Fue un sermón que oyó de San Juan de Ávila el que le hizo convertirse. Se deshace de todo lo que tiene y durante un tiempo vaga por la ciudad casi desnudo y sin un mal pedazo de pan que llevarse a la boca. Los niños que lo ven le apedrean y lo tratan de loco. No son los niños los únicos que lo creen, así que es encerrado durante un tiempo en el Hospital Real, dedicado a los que no tienen donde caerse muertos.

Escalera principal del Hospital de San Juan de Dios. / G. H.

En una escapada se va al santuario de la Virgen de Guadalupe en Cáceres, donde decide dedicar su vida a ayudar a los enfermos, a los pobres y a todos los que necesitaran una mano que les ayudara a sobrevivir. Cuando vuelve a Granada, gracias a la generosidad de los pudientes que ven en él una persona en la que hay que confiar, monta su primer hospital en la calle Lucena. Después otro en la Cuesta de Gomérez. El obispo le pone el nombre de Juan de Dios y su fama de milagrero empieza a tomar cuerpo. El número de sus discípulos se multiplica y a los enfermos se empieza a tratar de otra forma. Hay una historia que tira a leyenda en la que se cuenta la forma en que el santo consiguió terrenos para el hospital actual que lleva su nombre. Él quería conseguir unos terrenos que había en el entorno del monasterio de San Jerónimo. Para eso tenía que tratar con el superior de la orden jerónima, que no estaba muy dispuesto a tratar con un impertinente con fama de loco. Para quitárselo de en medio, a través de un subalterno le hizo llegar un trozo de cordel bastante corto con el mensaje de que el superior le donaría tanto terreno como el que abarcara la cuerda que le entregaba. Al día siguiente se presentó San Juan de Dios con el cordel deshilachado y con los hilos atados: fue así como consiguió la superficie de terreno necesario para su hospital. Y como una buena leyenda siempre trae otra, se dice que cuando se abrió el hospital en 1553, los discípulos de San Juan de Dios (que no pudo ver acabadas las obras), tiraron las llaves al río Genil para que jamás tuviera el centro cerrado para los enfermos. Precisamente el rio Genil tuvo que ver con su muerte. A primeros de marzo de 1550 vio a un joven que se estaba ahogando en el citado río y se tiró a las aguas para salvarlo. Como consecuencia de aquella heroicidad cogió una pulmonía y murió. Tenía 55 años. A su muerte su obra se extendió por toda España, Portugal, Italia y Francia. Su orden hospitalaria sigue siendo primordial en varios lugares de África.

Su cuerpo fue enterrado en el convento de la Victoria, pero en 1664 sus restos fueron trasladados a la Iglesia del Hospital de San Juan de Dios y en 1757 fueron de nuevo acarreados a la basílica que lleva su nombre, en cuyo camarín reposan definitivamente. San Juan de Dios murió en el Palacio de los Pisa, donde actualmente hay un museo dedicado a él.

El Hospital

En cuanto al hospital cuyos terrenos consiguió el santo con el truco del cordel, es un edificio renacentista que durante tres siglos se dedicó a la asistencia sanitaria de los más desfavorecidos. En 183 fue confiscado a la orden hospitalaria en 1835 con la llamada desamortización de Mendizábal. A pesar de eso, la actividad sanitaria nunca desapareció por completo.

Patio del Hospital de San Juan de Dios, en obras. / G. H.

Durante muchos años la orden ha intentado recuperar la propiedad del edificio que fundaron, hasta que en mayo de 2015 la Diputación de Granada, que era la dueña hasta entonces, aprobó la propuesta de la cesión total. Presidía la Diputación por entonces Sebastián Pérez y la iniciativa se convertía en noticia: el único edificio religioso en toda España que después de la desamortización se devuelve a sus originales propietarios. Tras la firma del convenio correspondiente, la orden hospitalaria decidió ese mismo año dedicar una millonada a la restauración del edificio. Desde entonces está cerrado, a pesar de haberse tirado las llaves al río.

El último inconveniente en las obras de restauración ha surgido con el centro de drogodependencia que tiene allí instalado todavía la Diputación de Granada. Según el convenio firmado, este centro estaría en el hospital hasta que la corporación provincial lo reubicara en otro lugar. Como eso no ha sucedido, la orden hospitalaria ha decidido paralizar las obras porque según los técnicos, no se puede seguir trabajando mientras exista allí el citado centro. Al menos resulta paradójico que las obras del hospital que es el símbolo de la hospitalidad en todo el mundo, estén paralizadas porque allí hay un departamento para personas con problemas de drogadicción. Pero la pregunta es: ¿cómo el Partido Popular que hoy gobierna en la Diputación, el Ayuntamiento de Granada y en la Junta de Andalucía no ha encontrado aún solución a este problema? Otra de las preguntas que merece un programa del Cuarto Milenio.

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