Las zambombas de Granada

Este sencillo instrumento fue usado en España por los musulmanes para sus fiestas de leilas y zambras y reconvertido después por los cristianos como acompañamiento de los villancicosSe empezaron fabricando en el Albaicín, luego en Otura y Monachil y acabaron exportándose a toda España como un típico recuerdo granadino · Su origen puede estar situado en Persia

1. Mercado de pavos en Plaza Bibarrambla. 2. Obra del pintor granadino Nono Carrillo con la que se ilustró la portada de la Revista Granada Gráfica de 1959. 3. Un antiguo puesto de venta de zambombas. /Rpo. Gráfico: José Luis Delgado

21 de diciembre 2009 - 01:00

No es tan fácil adivinar el origen de la palabra zambomba a pesar de su tufillo de sonido onomatopéyico relacionado con el ronco susurro que produce el parche de piel de conejo al fricar el carrizo con la mano húmeda.

Ya en el siglo XVII la vemos empleada por el poeta castellano Manuel de León Marchante cuando compuso numerosos villancicos que eran acompañados por zambombas, según se recoge en la Obra Poética póstuma, publicada un siglo después. Algunos dicen que la palabra zambomba viene de unir a la flauta o zampoña un bombo y de ese maridaje se deriva lo de zambomba; pero eso será mejor que lo aclaren los escritores sabios.

El origen de este sencillo instrumento tan típico de las fiestas navideñas o uno muy parecido dicen que podría estar en Persia; luego fue usado en España por los musulmanes para sus fiestas de leilas y zambras y reconvertido después por los cristianos como acompañamiento de los villancicos en Nochebuena, junto al pandero, la pandereta, la carrañaca, etcétera. Después la palabra zambomba es usada por extensión como sinónimo de fiesta o reunión de amigos para una fiesta, generalmente relacionada con la Navidad.

Habrá todavía quien lo recuerde, pero nuestras tradicionales zambombas de hace cincuenta años se fabricaban en los talleres familiares de Otura y Monachil, donde un par de docenas de hombres y mujeres se encargaban de manufacturar cada año más de medio millón de zambombas de todos los tamaños, además de panderos con adornos de cascabeles, platillos y florecillas de colores. Hacían primero el cono de barro amasando la arcilla a mano y lo secaban al sol para ponerlo luego en el horno.

Después llevaban el producto a la cuesta de San Ildefonso donde de nuevo unos talleres familiares cubrían el cono colocando el pellejo de conejo y el carrizo de junco seco. Con anterioridad se venían haciendo en el Albaicín, creo que la fábrica estaba por la Placeta de Abad, pero los talleres de estos dos pueblecitos granadinos se hicieron con prácticamente el total de la producción al introducir mejores instalaciones, hornos más amplios y tener el combustible, la leña seca, más a mano.

La profesión fue pasando de padres a hijos e hijas, porque solían ser las mujeres las que se dedicaban sobre todo a los adornos de los panderos confeccionando ellas mismas las flores con papel de colores que había teñido previamente con anilina. El producto ya terminado se vendía luego en puestos callejeros y especialmente en la Plaza de Bibarrambla, aunque se exportaba a toda España y a Portugal.

Aquellas zambombas, panderos y carrañacas de madera adornados con colorines a los que se unían la botella y el almirez, constituían un curioso objeto de recuerdo muy apreciado por los turistas que en esas épocas navideñas visitaban Granada, y raro era el que no cargaba con algún lote, aunque fuera pequeño, como souvenir de su estancia en nuestra ciudad.

Curiosamente lo más importante de la zambomba resultaba ser el frágil carrizo de junco seco sin el cual no sonaba, salvo que se reconvirtiera en tambor, lo cual ya no es lo mismo. De modo que cuando a lo largo de las fiestas se habían roto los carrizos, sobre todo por ser mal utilizados, dejaban de sonar las zambombas. Desde siempre han sido los hombres los más expertos en hacer sonar el instrumento y casi estaba mal visto que fuera una mujer la que tomara la iniciativa. Y no sé por qué. Tal vez Freud lo haya estudiado y los malpensados tengan la respuesta.

Con estos hexasílabos terminaba una antigua y muy simple cancioncilla del alpujarreño y bonito pueblo de Mecina Fondales: Zambombas, zambombas / carrizos, carrizos / los hombres del campo / no comen chorizos.

Muchas felicidades, porque mientras haya zambombas que tocar hay fiesta, hay amor y hay Natividad.

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