Antonio Álvarez, la cara íntima de un todoterreno

El cantautor presenta esta noche en la sala La Expositiva 'Circular', un trabajo que raya la desnudez

Antonio Álvarez.
Antonio Álvarez.
Enrique Novi

20 de marzo 2015 - 05:00

Antonio Álvarez es un magnífico músico, versátil y capaz de desenvolverse en diversos estilos con absoluta brillantez, al que es frecuente ver en los más variopintos escenarios, de aquí y de allá, pero que procura sacar tiempo también para recibir la visita de las musas mientras rasguea su guitarra en busca de unas canciones en las que combina los desnudos emocionales con los desgarros del alma o la crítica social. A la mayoría les resultará más familiar caracterizado de músico de banda, ahora como guitarrista de la divertida Piccolíssima Jug Band, rescatando el swing, el dixieland y el charleston de los veinte y los treinta, ahora como crooner irredento al servicio de La Taberna del Piano, el proyecto personal de su paisano el pianista y arreglista Ramón García, que se propone con él convertir en estándar del jazz canciones inmortales del pop, desde Billy Joel a Paul McCartney.

En ese papel también debe sentirse cómodo Álvarez, pues es beatlemano confeso, y buen aficionado a todo tipo de música en directo al que no es raro ver del lado del público en muchos conciertos, además de columnista en La voz de Almería… un auténtico todoterreno. Con todo, aún tiene tiempo para desarrollar su propia carrera en solitario, con la que alcanza estos días nada menos que su cuarto álbum de estudio, que presentará esta noche en la sala La Expositiva. Se trata de once nuevas canciones que se miran en el más clásico folk-rock, en la americana, aunque cantando en castellano, y en la tradición de la canción de autor, sin perder de vista su bagaje indudablemente pop. Circular, que así se llama este nuevo disco, es un trabajo sobrio, casi desnudo, que ha sido afrontado desde lo visceral, tal vez tratando de ahuyentar los demonios que intentan quedarse en la cabeza de uno cuando pasa por trances dolorosos. Con una instrumentación justa y las tomas precisas, ni una más, el de Pechina se ha rodeado de unos pocos amigos para poner unas pinceladas, el contrapunto que realce, precisamente, esa escueta puesta en escena. Pero escasa no significa fútil. Quini Almendros a la acústica, Ramón García al teclado, la voz de Laura Díaz o los coros de Carlos Choin, que también se ocupó de la producción, no son ayudas despreciables. Hay quien ha mencionado el Nebraska de Springsteen como referente, pero más allá de odiosas o exageradas comparaciones, hay mucho de esa cercanía doméstica, del tono confesional y del lamento de aquel en este disco.

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