La gran noche de la danza en el Generalife

'Las cuatro estaciones' en movimiento

  • El Ballet del Teatro Mariinsky deslumbra en su primera aparición en el Festival, donde interpreta una versión modernizada del clásico de Vivaldi con frescura, sensualidad e impecable técnica

El Festival fue testigo del estreno nacional de 'Las cuatro estaciones'.

El Festival fue testigo del estreno nacional de 'Las cuatro estaciones'. / Carlos Gil

Frescura, sensualidad e impecable técnica. El Ballet del Teatro Mariinsky sedujo anoche al público con una versión modernizada de Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi. La primera velada de la respetada compañía rusa en el Festival tuvo como protagonista el estreno nacional de este colorido, complejo y original ballet en dos actos con coreografía y escenografía del joven bailarín Ilya Zhivoi y la música del celebrado Max Richter. Muchos echaron en falta a la famosa orquesta del Mariinsky, cuya interpretación en directo de la partitura hubiera puesto la guinda al pastel.

Los asistentes pudieron comprobar en primera persona la calidad abrumadora de la nueva generación de artistas formados en la gran escuela rusa. Entre los bailarines solistas contaron con Ekaterina Kondaurova, Roman Belyakov, Salome Figueiredo de Santiana, Maxim Zenin, Elizaveta Kulikova, Pavel Ostapenko, Svetlana Tychina, Roman Malyshev, Laura Fernandez y Vyacheslav Gnedchik. Todos deslumbraron por sus cualidades físicas e interpretativas.

Dos bailarines de la compañía rusa, al inicio del espectáculo. Dos bailarines de la compañía rusa, al inicio del espectáculo.

Dos bailarines de la compañía rusa, al inicio del espectáculo. / Carlos Gil

El origen de esta versión neoclásica de Las cuatro estaciones se encuentra en Ritcher. Las ganas de volverse a enamorar de la composición original de Vivaldi le llevaron a crear, siempre desde el respeto y la adoración, una nueva versión que incluye armonías electrónicas. "Él les da un nuevo significado que casi te hace llorar. Mi coreografía trata de dar una idea de esta música", afirma Zhivoi. 

La fresca y moderna propuesta ofrecida anoche en el Generalife fue del agrado del público, que no dudó en aplaudir poco antes del descanso y bastante más al finalizar el exquisito montaje. La minimalista y eficaz escenografía fue uno de los grandes aciertos de la noche donde los vestidos vaporosos y de libres movimientos -especial atención merecen algunos detalles de ellos, como las hojas de gasa cosidas a ellos-, diseñados por la también joven diseñadora Sonya Vatayan, fluyeron y cambiaron de color en cada una de las estaciones poniéndose al servicio de la narración.

Los vestidos vaporosos, diseñados por Sonya Vatayan, fluyeron y cambiaron de color en cada una de las estaciones. Los vestidos vaporosos, diseñados por Sonya Vatayan, fluyeron y cambiaron de color en cada una de las estaciones.

Los vestidos vaporosos, diseñados por Sonya Vatayan, fluyeron y cambiaron de color en cada una de las estaciones. / Carlos Gil

El ballet, con Yuri Fateev como director artístico, representa "un cambio constante de emociones y condiciones": del amor al odio, de la vida a la muerte, del verano al invierno -un césped verde dio paso a unas plataformas 'heladas'-, del primer destello de luz de la mañana a la inmensa oscuridad de la noche. Todo eso se vio reflejado en la intensidad de los números –del trabajo coral del inicio a la desnudez de un paso a dos–; en la sutil iluminación; en la paleta de colores del vestuario acordes con la primavera, el verano, el otoño y el invierno –pasaron del rosa intenso al blanco glaciar–. Sin olvidar el punto cómico que Zhivoi añadió a algunos números, donde los bailarines paseaban, saludaban al público e incluso interaccionaban entre ellos.

Las grandes extensiones de piernas y elevados saltos, ejecutados con delicada sensualidad por los bailarines durante 90 minutos, impresionaron al público del Festival, que esperar repetir otra impresionante velada del Mariinsky mañana. En su segundo programa, Chopin y Liszt sirven de base a tres coreógrafos esenciales del siglo XX para reinterpretar el ballet romántico. Son Fokine, el creador con el que Diaghilev inició sus Ballets Russes; Robbins, emblema junto a Balanchine del ballet neoclásico desde el New York City Ballet, y Ashton, el gran creador del Royal Ballet.

El Teatro del Generalife vivió una noche mágica para el recuerdo –incluso a pesar del bochorno momentáneo–. El Ballet del Teatro Mariinsky no sólo se ciñó a ejecutar la coreografía, sino que puso en movimiento la paleta de sentimientos que abarca Las cuatro estaciones. La música llegó a latir en casa uno de sus pasos.

El Ballet del Teatro Mariinsky demostró su impecable técnica anoche. El Ballet del Teatro Mariinsky demostró su impecable técnica anoche.

El Ballet del Teatro Mariinsky demostró su impecable técnica anoche. / Carlos Gil

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