Crítica | 'Las Bruxas de Macbeth' de TNT

Shakespeare, ¿para qué?

  • Se suceden aquí anacronismos varios, chistes de poca monta que las tres actrices sobre la escena intentan defender como pueden, y una serie de denuncias lógicas pero inconexas

Una imagen de 'Las Bruxas de Macbeth'

Una imagen de 'Las Bruxas de Macbeth' / Atalaya TNT

Trabajar con clásicos es siempre una acción temeraria. Hay poco que ganar, al fin y al cabo, y al mismo tiempo mucho que perder si el tratamiento patina. Peor aún lo tienen propuestas artísticas con pretensión de remodelarlos, poner en perspectiva o dar un pequeño giro al orden tradicional de los acontecimientos. Para ello hace falta fondo de armario. Lucidez intelectual. Los hay que salen airosos. Pero no es este el caso de Las Bruxas de Macbeth.

La obra de la compañía Atalaya representada este fin de semana en el Teatro Alhambra falla desde la raíz. En un espectáculo de naturaleza puramente dramática, el texto elaborado por el dramaturgo Antonio Álamo hace aguas por muchos frentes, que derivan, eso sí, de una falta de empaque argumentativo, de solidez al fin y al cabo, en el planteamiento.

Estamos, a priori, frente a lo que si habláramos del teatro como iglesia, serían sus santos y sus milagros. Macbeth y Shakespeare, Sheakespeare y Macbeth. Clásico entre los clásicos. Desde ahí, la propuesta prescinde de la narración tradicional, e intenta elaborar historia y un carácter propio para los personajes de las tres brujas, en el original con escaso protagonismo en lo formal, aunque fundamentales en lo narrativo y con un papel destacado en la mitología literaria.

Así las cosas, comienza un juego metateatral donde las brujas, cansadas de su escaso papel en la obra shakespiriana, deciden, a ritmo de musical deshilachado, abandonar su rol y comenzar a contar su propia vivencia, tomándola mayormente contra el propio autor. Se suceden aquí anacronismos varios, chistes de poca monta que las tres actrices sobre la escena intentan defender como pueden, y una serie de denuncias lógicas pero inconexas (desde la Inquisición al petróleo y el capitalismo).

Con una suerte de Shakespeare al piano y la percusión en la esquina del escenario, el texto se mueve confuso. Repetitivo en su propia confusión. Con una pretensión de denuncia histórico-social, por así decirlo, que al final de la pieza cuesta reelaborar. El movimiento y la crítica feminista son quizás una de las mejores noticias de este siglo. ¿Pero Shakespeare sería culpable de algo? Si de eso se trata, ¿es una novedad acaso que este fuera misógino? Conociendo su literatura teatral, nos daríamos cuenta que además es un antisemita de mucho cuidado.

Es más, mirándolo así, podríamos levantarnos la mitad del canon. Que no sería mala cosa. Pero si ese es el objetivo, tampoco procede parasitar esos mismos lugares. Más con un argumentario tan débil, en teoría pedagógico, pero que llega a cotas de infantilización del público tales que a determinadas alturas de la obra uno sólo puede imaginarse al pobre Harold Bloom removiéndose en su tumba.

No ayuda además que la composición de la escena, en otros montajes un sello de solidez escénica y de estilo por parte de Atalaya, se muestre aquí desvaída. Un escenario dentro del escenario, tres velas de pie que cambian su posición para servir de escobas o arrastre de los vestidos, una luna en miniatura sobre la que las brujas hablan, esa esquina musical vista a través de un marco de espejo… Todos son elementos oficiosos, desde luego de un imaginario teatral reconocible, pero tan desangelados aquí como el discurso de la propia pieza.

A excepción de algunas imágenes, o el buen hacer en la iluminación en los compases iniciales, la dirección escénica de Ricardo Iniesta no atina a encontrar el ritmo a lo largo de la hora y veinte que dura el espectáculo. Un ritmo, que todo sea dicho, consigue salvarse en varias ocasiones gracias a un oficio evidente y unas tablas innegables por parte de las tres actrices, pero que sufre en exceso un planteamiento dramatúrgico pobre y, en suma, una idea, a la postre poco fértil para sus pretensiones.

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