Novedad editorial

César Girón repasa los años "más terribles y sanguinarios" del urbanismo de Granada en su nuevo libro

Última proyección en el Coliseo Olympia.

Última proyección en el Coliseo Olympia. / GHC

Dicen que quien olvida su historia está condenado a repetirla, quizá con ese objetivo en mente César Girón emprendió, en el verano de 2016, una labor de rescate del urbanismo de la ciudad en el siglo XX para "aprender de lo hecho, de lo debido y de lo indebido", según se lee en la sinopsis de Granada, la ciudad perdida (GHC), el libro en el que el abogado reúne la docena de artículos que dieron pie a esa labor de rescate, que comprendió desde, aproximadamente, 1950 hasta 1984, unos años que constituyen "los más terribles y sanguinarios" de la historia urbanística granadina, según explica el autor en declaraciones a este periódico. 

Cronológicamente, el libro comienza con la celebración, en 1949, de dos plenos en el Ayuntamiento de Granada con el fin de modificar las ordenanzas de construcción de finales de la primera mitad del XX en la capital y que se saltaron la Ley de suelo de 1956 que trataba de poner freno a la especulación urbanística a nivel nacional, una ley "hecha por tecnócratas", explica Girón, que alaba los avances que supuso, un infracción que, según narra en el libro, no se subsanó hasta 1973.

Esta falta se hizo "de modo interesado y como medida óptima para eludir los controles derivados de la nueva ley", explica el letrado, quien añade que Granada ha sido construida siempre "en base a las exigencias de jerarcas" y no a las exigencias reales que exigía la ley o, simplemente, el sentido común. 

El punto final de La ciudad perdida es 1984, cuando se aprueba el primer Plan General de Urbanismo en la ciudad que permite fin "a todos los desmanes" que en esta materia se habían realizado hasta ese momento, aunque, como especifica Girón, eso no implica que posteriormente no se hicieran más. 

Durante esas tres décadas, resume el abogado, se procedió a eliminar "la Granada romántica" de antaño, y dio lugar a una "ciudad anodina y vulgar", que terminó por asimilar la capital al resto de grandes ciudades de España y del mundo, lo que en la práctica se traduce como una desaparición de cualquier rasgo distintivo que pudiese tener Granada. 

A lo largo de sus páginas, La ciudad perdida se centra precisamente en eso, en los elementos que perdió Granada para convertirse en esa ciudad gris y uno de ellos fue el Coliseo Olympia, el cine de Gran Vía, cuyo esqueleto aún es visible en esta arteria de la capital y cuya demolición "no tuvo ninguna justificación". 

Según Girón, la eliminación de este lugar, que dejó a la capital casi huérfana de espacios culturales en el centro, se debió "a la especulación urbanística pura y dura", que primó el desarrollo urbanístico, especialmente acentuado en una zona como la Gran Vía, donde se acometieron actuaciones con el único fin del "incremento del valor del suelo y la multiplicación horizontal de la propiedad", en detrimento de otros factores como "la estética y la dignidad de la ciudad", sentencia Girón en el capítulo dedicado al cine. 

De hecho, acto seguido, el autor explica que el Olympia "murió aplastado por un impersonal bloque de pisos, tal vez el ejemplo exponencialmente más vergonzante de la arquitectura provocada por la especulación feroz y desalmada que rompió la armonía modernista" conseguida para la ciudad entre 1895 y 1933.

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