Arte

Chema Cobo, en la memoria de todos

Chema Cobo, en la memoria de todos.

Chema Cobo, en la memoria de todos. / R. G. (Granada)

En los años setenta de la anterior centuria, una trilogía de artistas -Guillermo Pérez Villalta, Chema Cobo y Antonio Rojas-, nacidos en Tarifa abrían las perspectivas de lo que mejor que se hacía en la pintura de la provincia de Cádiz y, por extensión, de toda Andalucía. Guillermo Pérez Villalta y Chema Cobo formaban parte de aquella Nueva Figuración Madrileña que tanta importancia tuvo en un momento crucial para la historia de nuestro país. Eran los tiempo que se pretendía conquistar una Modernidad que se resistía. Chema Cobo era uno de los artistas que aparecía en el emblemático cuadro titulado Grupo de personas en un atrio o Alegoría del Arte y de la Vida o del Presente y del Futuro. Se trataba de una gran pieza, realizada en 1975, en acrílico sobre tres lienzos; en ella se retrataba perfectamente a aquellos personajes que llenaron una época de inusitada trascendencia. En la misma aparecían, junto a Guillermo Pérez Villalta, el autor de la obra, Luis Gordillo, Carlos Alcolea, Juan Antonio Aguirre, Luis Pérez-Mínguez, Carlos Franco, Juan Manuel Bonet, Javier Utray, Manolo Quejido, Rafael Pérez-Mínguez, Marisol García, Luciano Martín, Herminio Molero, María del Mar Garrido, Ana Raya, Mercedes Buades, Nano Durán, Gloria Kirby, José Luis Bola Barrionuevo, Juan Pérez de Ayala, Fernando Huici y Chema Cobo. El tercer pintor de Tarifa, Antonio Rojas, era, entonces, un joven que empezaba con mucha fuerza.

Chema Cobo era un pintor de abiertas luces conceptuales; con un acentuado dominio de la técnica, estaba capacitado para afrontar cualquier situación por difícil, artísticamente, que ella fuese. Por eso, su lenguaje patrocinaba una pintura abierta, muy bien sustentada en los complejos postulados de la forma para recrear un universo de mediatas concreciones. Fue un artista poseedor de un concepto creativo personalísimo, de inigualable formulación representativa. En muy poco tiempo, en aquella España que, como decíamos, se abría a los horizontes de un arte moderno, Chema Cobo se convierte en un artista en quien confiar; un artista con suficientes argumentos plásticos y estéticos para estar entre los mejores. Y lo estuvo. Fue pintor de artistas, de coleccionistas, de entendidos. Su lenguaje recreaba posiciones nuevas con desenlaces sabios basados en los muy buenos postulados de la pintura grande de siempre.

Cuando la pintura moderna andaluza pretendía, por su importancia, conquistar parcelas de poder, Chema Cobo era valor seguro en quien asegurar los cimientos de una Modernidad que, en esta tierra, costó asentar con firmeza. Haciendo un poco de historia hay que señalar que estudio Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Obtuvo la Beca del Ministerio de Cultura, en 1979, la de la Fundación Juan March en 1980 y la del Comité Hispanoamericano en 1981-82. En 1994 fue considerado por el gobierno autonómico andaluz merecedor del Premio Andalucía de las Artes Plásticas. Durante algún tiempo residió en Estados Unidos, impartiendo cursos en las Universidades de Chicago y Nueva York.

La obra de Chema Cobo fue evolucionando hasta conseguir la depuración formal y estética que caracterizaron sus últimas obras, posicionadas, ya, en unas estancias de plena madurez. Su evolución, lógica y coherente, partió de la exuberancia plástica que patrocinaba una pintura expresionista, de fuertes marcas cromáticas hasta desembocar en una reflexiva intelectualización donde intentaba responder a los cuestionamientos que imponía la propia sociedad en general y el arte en particular.

Su obra ha estado, tradicionalmente, conformada desde posturas icónicas donde los signos evidenciaban una duplicidad conceptual encaminada a conseguir el múltiple análisis de una misma realidad. En su pintura encontramos una serie de arcanos —el joker, los mapas, el espejo, los naipes, el camaleón— que marcan los imprecisos límites de una realidad a la que se le quiere desentrañar su arbitraria ambigüedad.

El pintor de Tarifa nos deja imbuidos en el laberinto de una pintura reflexiva, donde se realiza poderosas interpretaciones de una realidad presentida, manipulada, desgajada o llevada hasta sus más burlescos desenlaces, posibilitando el feliz encuentro con un artista total que es capaz de someternos a su ambiguo juego de intenciones. Todo mediante un lenguaje exquisitamente estructurado y lleno de indiscutible personalidad.

Chema Cobo fue toda su vida un pintor actuante, un sabio mago conformador de inquietudes; un hacedor de los mejores argumentarios, en esos que se vislumbra una realidad a contracorriente. Porque su pintura no se detenía en un manejo minuciosos de los trebejos artísticos sino que relanzaba las más abiertas posiciones de un arte con clara proyección de futuro.

En la obra de este pintor siempre se ha observado una realidad cuestionada -su tiempo de la Nueva Figuración Madrileña lo llevó a acentuar esa mediatez de los argumentos– que hacía participar de un universo de distopías donde todo era susceptible de ser posicionado en un contexto a contracorriente.

Chema Cobo fue durante toda su vida un verdadero llanero solitario; un artista capaz de los mejores planteamientos que postulaban ese lenguaje particular, con los planteamientos absolutos de un arte que no ofrecía dudas porque hacía participar de una creación llena de sentido, donde todo se estaba cocinando con la verdad de un artista total, no sujeto a nada ni a nadie y con los argumentos conscientes de lo que se realiza sujeto a la verdad de una técnica sin resquicios para la duda y de una idea artística muy bien sustentada para que, desde su personalidad artística, desentrañara todo el pasional testimonio de un arte sin trampa ni cartón.

Chema Cobo desaparece en plena madurez creativa. Nos ha legado un ejercicio de valentía y de buen hacer. Su pérdida va a ser que se cree una sima en los planteamientos del arte más nuevo. Nosotros sólo queremos que su poderoso credo artístico permanezca eternamente dispuesto. Fue Chema Cobo, nuestro querido pintor de siempre. Honor y gloria a su figura imprescindible de artista total. Descanse en paz.

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