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Dixieland deconstruido

Nicholas Payton venía precedido de su condición de heredero de las grandes trompetas que conformaron la propia esencia del jazz primigenio surgido como él mismo a ritmo de marcha por las calles sin asfaltar de Nueva Orleáns. Desde el pionero Buddy Bolden al erudito Wynton Marsalis pasando por supuesto por la inconmensurable figura de Louis Armstrong, Payton se sitúa en la cúspide de la más noble estirpe de trompetistas de una ciudad sin competencia cuando hablamos de ese instrumento. Como una culminación de toda la sabiduría acumulada durante más de un siglo. Pero ese conocimiento de Payton es tan enciclopédico que no parece haber estilo que pueda resultarle ajeno.

Con todo el clasicismo más que asimilado, desarrolló una propuesta incómoda, hasta cierto punto indigesta, más basada en la música de búsqueda de los últimos 60 y los primeros 70. Después de haberse entregado a la reproducción de los primeros maestros del género (Jelly Roll Morton o King Oliver), de haber firmado discos con figuras legendarias como Doc Cheatman, con el que se llevaba cerca de ¡70 años! de haber formado parte del elenco que interpretó Kansas city, la película de Robert Altman que reconstruía el ambiente jazzístico de la ciudad en los años 30, y de haber grabado discos que se rendían a la tradición más arraigada de su ciudad natal ("Gumbo Nouveau" o el tributo a Armstrong Dear Louis), después de todo eso, decimos, Payton ha virado en sus últimos trabajos hacia terrenos más progresivos que han evidenciado el influjo que otro de los grandes trompetistas de la historia ha ejercido sobre él. Hablamos del Miles Davis de enormes gafas y vistosa vestimenta, el de In a silent way. Y de sus más brillantes compinches como Wayne Shorter. Ya su penúltimo disco estuvo dedicado en exclusiva al saxofonista y en su reciente Into the blue, un disco introspectivo y melancólico, ahonda en esa misma línea. Fue un privilegio que su concierto granadino fuera prácticamente una presentación de este álbum. Por eso, a algunos que sabían de la presencia de un Fender Rhodes sobre el escenario se le pusieron los ojos de bolilla. Finalmente no fue el propio Nicholas Payton el que se sentó frente a las teclas como se había anunciado, sino que lo hizo como músico invitado George Colligan, que la noche anterior había formado parte del Granada Film Project. Con este añadido, Payton pudo concentrarse en la trompeta, y en la voz, que utilizó para cantar -hecho inédito- el tema Blue, y con el aplomo de un sesudo ajedrecista se mostró distante, casi ausente. Hasta el final. Cuando vio la partida en el bolsillo se relajó, se puso hasta bromista y quiso sacar a bailar a la chica como mejor sabe hacer. Así se despidió pidiendo el concurso de un público al que hasta entonces había ignorado para interpretar I wanna stay in New Orleáns. Al igual que Armstrong hacía con ¿Sabes qué significa añorar Nueva Orleáns?

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