Una de las pinturas de Julia Santa Olalla
Una de las pinturas de Julia Santa Olalla
Bernardo Palomo

05 de diciembre 2022 - 04:00

Granada/Nos hemos llevado mucho tiempo hablando maravillas de aquella generación de artistas granadinos, los de las primeras promociones de artistas que salieron de la Facultad de Bellas Artes Alonso Cano, que han sido partícipes importantes de la mejor plástica que se ha hecho en España en los últimos años. Éstos ya son nombres en madura juventud, realidades consagradas que han fijado con letras de oro una actividad artística en la que la marca 'Granada' tiene una importancia grande. Artistas que tuvieron una muy buena continuación, con nombres, también, de capital importancia. A estos, le han sucedido, en los últimos años, nuevos autores que siguen manteniendo en la cima el espíritu que surgió en las aulas que se encuentran en los espacios del viejo Manicomio de Granada.

Una de esas jóvenes grandes hacedoras del arte que se hace en Granada es, sin duda, Julia Santa Olalla; una jovencísima pintora que dejó de ser promesa segura para convertirse en aplastante realidad y que ha puesto de acuerdo a toda la profesión artística. Nosotros la pudimos comprobar, por primera vez, en aquella comparecencia en la Sala Ático del Palacio de los Condes de Gabia y, ya, su obra ofertaba mucha entidad creativa y dejaba ver que su autora no era una advenediza ni una aficionada con, más o menos, fortuna. Allí se observaba la obra de una artista convencida, con una solvencia pictórica muy aquilatada, un conocimiento de lo que verdaderamente se requería de la nueva pintura figurativa y un absoluto desparpajo en un arte necesitado de buenos argumentos y mejores criterios. Julia Santa Olalla tenía todo eso y más. Después fue ganando terreno; mucho terreno; su obra no pasó desapercibida y recaló en la Galería T20 de Murcia; una galería consecuente hasta ahora, que está presente en lo más selecto del mercado artístico español. Con esta galería, Julia Santa Olalla ocupó stand en ARCO y, allí, su obra tuvo una gran repercusión, tanto en la crítica como en el coleccionismo.

La exposición en T20 – calle Victorio 27, de Murcia -, dirigida por Carolina Parra y Nacho Ruiz, nos vuelve a situar en los muy buenos planteamientos pictóricos de una artista que continúa con esa línea donde los recuerdos, los sucesos, la realidad que fue o aquello que queda marcado en la mente para que, después fluya y hacerlo nuevo, establecen una pintura de profundo contenido y acertada formulación; con unos desenlaces pictóricos que acentúan las rutas propias de una artista que ha ido fomentando un lenguaje que ya le es propio y que la catapulta como un auténtico valor en alza.

La muestra

La muestra se compone de nueve piezas al óleo sobre lino y se presenta con el título de La caraluna. En ellas nos sitúa en ese compromiso con la evocación que la artista tiene y que le hace rescatar de la memoria imágenes de una existencia infantil en una casa donde la artista acudía de pequeña y donde se desarrollaban sucesos de una infancia que, ahora, transporta patinados por un tiempo y unas nuevas circunstancias.

Uno de los cuadros que puede verse en la muestra
Uno de los cuadros que puede verse en la muestra

En las obras de Julia Santa Olalla, la realidad se mezcla con una ensoñación provocada por el recuerdo; el pasado y el presente; el paisaje presentido marcado por las posiciones del discurrir; la infancia suscribe unos asuntos evocados; los juegos se materializan en un tobogán azul que parece perderse en un paisaje impreciso; todo, en definitiva, para potenciar esa línea imaginaria por donde transita un ayer y un hoy perfectamente identificados en aquella casa de campo, La caraluna donde se hicieron posibles hechos que, todavía, perduran.

La exposición murciana, perfectamente distribuida, y que posteriormente se presentará en la galería madrileña F2, nos conduce por la feliz pintura de una artista en abierta expansión; una artista que ha cruzado el umbral de la expectación de lo nuevo para convertirse en una especial artista con los argumentos indiscutibles de una pintora total, que realiza un trabajo donde perduran los elementos definitorios de la gran pintura de siempre, esa que es eterna y no tiene ni tiempo ni edad.

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