Crónica del Festival de Música y Danza

Eva Yerbabuena, como pez en el agua

  • La coreógrafa granadina da una lección de baile flamenco en una noche donde la cultura japonesa y la española se hermanan

La bailaora granadina Eva Yerbabuena presentó sus 'Cuentos de azúcar'

La bailaora granadina Eva Yerbabuena presentó sus 'Cuentos de azúcar' / Álex Cámara

En 2011, investigadores de la revista científica Nature identificaron una especie de pez globo muy particular en las aguas de la isla japonesa de Amami. Los machos de dicha especie hacían circunferencias en el fondo del mar, auténticas obras de arte a ojos de la especie humana, para cortejar a la hembra. El público pudo disfrutar anoche de Eva Yerbabuena como pez globo en el agua, sensual, bailando en círculo, vestida de color plata y acompañada por la sensacional voz de la cantante japonesa Anna Sato.  

La bailaora granadina presentó ayer sus Cuentos de azúcar, un espectáculo flamenco inspirado por el folclore y las leyendas de Amami, en un abarrotado Teatro del Generalife. ¿Cuál es la conexión de Yerbabuena con la isla nipona? Anna Sato. Fue ella quien le entregó un cedé con canciones tradicionales de allí, cuya primera escucha dejó fascinada a la coreógrafa. Sin embargo, más allá de las barreras idiomáticas y culturales, estas músicas cuentan historias muy similares a las nuestras: mujeres que despiden a los hombres que se van a la guerra, pájaros negros como símbolo de mal augurio y emotivas canciones de cuna.

La primera aparición de Yerbabuena en escena, muy juguetona y enigmática, dio paso a la bella voz de Sato acompañado de la discreta guitarra de Paco Jarana. Más de una señora pegó un respingo de su silla al escuchar tal torrente de voz en acción. La lluvia de aplausos no tardó en llegar tras la vuelta de la bailaora al círculo, dónde se movió como pez globo en el agua, exhibió su sensacional zapateado y ejecutó perfectos cambrés.

Uno de los momentos de la actuación Uno de los momentos de la actuación

Uno de los momentos de la actuación / Álex Cámara

El fértil encuentro entre la cultura japonesa y la danza de la granadina dio lugar a escenas bellísimas como el paso a dos con el bailaor Fernando Jiménez. Ambos parecían estar poseídos por los espíritus de dos animales libres en mitad del bosque (la minimalista escenografía lo emulaba). Jiménez se despidió del escenario con una coreografía con cierto aire contemporáneo.

Cuentos de azúcar también dejó estampas flamencas para el recuerdo, como la que se vivió con la luna al fondo. Las voces jondas de Miguel Ortega y Alfredo Tejada, en plena forma, fueron sin duda uno de los grandes aciertos del montaje –¡Pero qué manera de cantar tarantas y granaínas!–.

El elenco que acompaña a la granadina es digno de elogio: el guitarrista Paco Jarana –encargado de la exquisita dirección musical–; los cantaores Miguel Ortega y Alfredo Tejada; Fernando Jiménez al baile; Antonio Coronel a la batería y cajón; Rafael Heredia a las congas y al cajón; y Kaoru Watanabe, encargado de tocar un tambor japonés llamado taiko (el mismo que acompaña a Sato en una escena al inicio).

Yerbabuena dijo adiós a sus Cuentos de azúcar por todo lo alto, bailando una alegría como Dios manda y con un enérgico braceo. Antes de romper en aplausos y chiflidos, el público degustó a través de las dos intérpretes un té, el té de agradecimiento, de despedida, de hermanamiento –que no fusión– entre dos culturas, cuya concepción de la fiesta, la naturaleza y la espiritualidad no son tan diferentes.

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