Folk cálido para noches de invierno
Los granadinos Pájaro Jack estrenan esta noche en la sala Planta Baja su primer álbum, una decena de canciones cuidadas al detalle y donde las voces y las armonías son las grandes protagonistas
Podría ser la banda sonora de un viaje por la carretera que une Estados Unidos con México, aunque en realidad se trata del álbum de debut de Pájaro Jack; un disco de esos que parece que uno nunca se va a cansar de escuchar y que demuestra que el buen folk también puede tener acento granadino.
"Todo ha sido la propia evolución del grupo... Nos hemos distanciado un poco más del pop para poder centrarnos en nuestro lado más folk. Aunque la filosofía y las bases del grupo siguen siendo las mismas, ahora arreglamos las canciones de una forma diferente, más elegante tal vez, y las cerramos de una forma también diferente. Además, ahora somos tres voces, y las posibilidades de hacer armonías son más grandes. Ha quedado un disco bastante catedralicio, muy pastoral", cuentan Jaime Beltrán, voz y guitarra de Pájaro Jack, y Daniel Guirado, el ¿multiinstrumentista? de la misma banda.
Escuchándoles hablar parece que se trata de un grupo de veteranos de la música con más de mil batallas a sus espaldas, aunque lo cierto es que Pájaro Jack es su primer disco de larga duración. Cuentan, eso sí, con la ventaja de dos de los EP's más productivos que se recuerdan en la historia de la música de este país. Con Las luces (2009) y En los días de calor (2010) ganaron el concurso Desencaja de la Junta de Andalucía y pisaron los escenarios del Primavera Sound, del FIB de Benicàssim y hasta del Bardentreffen Festival de Núremberg; un balance "más que positivo" y cuya buena estrella esperan que acompañe al nuevo disco que esta noche presentan en casa, en la sala Planta Baja.
Grabado a principios de este año en los estudios Gismo 7 de Motril con Paul Grau a los mandos y masterizado en Estados Unidos, en Pájaro Jack tienen cabida guitarras, mandolinas, teclados, inimaginables percusiones, xilófonos y voces, muchas voces, tantas que en los ensayos de la banda los dos Marios -Mario Fernández (batería) y Mario Rodríguez (bajo)- ya se han acostumbrado a llevar un libro o el ordenador portátil para todos esos momentos más corales.
"Tenemos bastante suerte porque el registro de los tres es bastante complementario. Arturo [Muñoz, guitarrista del grupo] tiene un registro bastante grave, Jaime se siente cómodo en un nivel intermedio y yo puedo hacer un registro más alto sin demasiadas dificultades", explica Guirado.
Aunque parecería bastante lógico incluir entre sus influencias a grupos como Eels, Fleet Foxes o Crosby Stills & Nash, lo cierto es que para su primer disco la banda tiene incluso calculadas las proporciones de sus influencias: "Sería algo así como el 60 % de los Beatles, el 20% de Simon & Garfunkel y el resto se lo repartirían George Tillman y Laura Marling".
En la decena de canciones de este álbum hay dos viejas conocidas de sus anteriores trabajos, Las luces y Esa sensación, que la banda ha querido grabar de nuevo para darle un aire más acorde con los ritmos folk que invaden el resto de los cortes. Entre ellos, hay atmósferas de los más variables que remiten a paisajes de invierno, de frío y de noches, muchas noches.
Anikuni, uno de los temas más sorprendentes del álbum y que a punto estuvo de no formar parte de él, es una canción tradicional andina que Beltrán cantaba en su etapa de boy scout. Otras, como Río abajo, tienen también su parte de historia sentimental tras ella. "Escribí esta canción justo cuando terminé de leer En el camino de Jack Kerouac, y salió una letra en la que me convierto casi en protagonista de las aventuras que se cuentan en el libro pero basadas en un viaje que hice con dos amigos", recuerda Beltrán.
El problema (si se le puede llamar así) de contar con un disco con tanto preciosismo de matices y arreglos parece inevitable: ¿cómo se traslada eso al directo? La respuesta, además de que todos los músicos tocan alguna percusión junto a su respectivo instrumento, está en una especie de cubículo que sitúan en el escenario y en el que cabe un teclado, un ordenador, una mandolina y de todo tipo de percusiones. Lo han bautizado como 'la nave', y Guirado es quien se pone a sus mandos.
Pájaro Jack arrancó anoche en la sala Malandar de Sevilla la vida en directo de su álbum homónimo, que después de la parada en Granada tiene ya cerradas varias citas por toda España. Mientras, les gusta imaginar una vida para este disco en la que la gente disfrute escuchándolo y aprecie todo el mimo con el que se ha cuidado cada detalle: "Los EP's tenían la chispa de la inspiración, de gustar a la primera escucha, de ser algo inmediato. El disco es inteligente, no es instantáneo, requiere más escuchas para captar todas sus atmósferas, y está pasado por el filtro del buen gusto, relacionado con la música que escuchamos. Creo que se nota que hemos madurado".
Esta noche, rodeados de "todos los amigos que han sufrido con el proceso de los dos EP's y han disfrutado con sus éxitos", mostrarán que efectivamente han crecido tanto que a bien seguro ya podrían sonar en el coche de Dean Moriarty.
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