Franz Kafka, el hombre de un siglo
En 2008 se cumplen los 125 años del nacimiento del autor de obras tan irreales y certeras como 'La metamorfosis', 'El proceso' o 'El castillo'
Si de algo se puede calificar al siglo XX, con sus guerras inútiles y tremendas, sus bombas atómicas, sus procesos sin garantías judiciales, las atrocidades del nazismo, la Guerra Civil o Vietnam, es de kafkiano. El siglo XX es, tal vez, el siglo de Franz Kafka, el escritor que supo abrir con el bisturí de la ironía y el absurdo una realidad incoherente y un tiempo de muchos claroscuros. Ahora se cumplen los 125 años del nacimiento del autor de La metamorfosis o El proceso, dos libros fundamentales de la literatura. El verano es un buen momento para recordar a Kafka y navegar en su angustiosa mirada.
Es curioso que Kafka esté considerado como uno de los más grandes escritores del siglo XX pese a Kafka. El escritor, cuya obra influyó de manera notable en escritores como Jorge Luis Borges o Gabriel García Márquez, pidió en su lecho de muerte a su amigo Max Brod que destruyera los manuscritos de las novelas que aún no había publicado, sus cartas, sus relatos breves y todo cuanto había hecho. Kafka habría tenido un final absolutamente kafkiano si Brod hubiera cumplido ese deseo. Afortunadamente para el resto del mundo, Brod le traicionó y no sólo no destruyó sus obras, sino que emprendió la fulminante tarea de publicar todo lo que pudiera. Gracias a él, hoy pueden leerse libros tremendos como El proceso o El castillo, que Franz Kafka consideraba que no merecían el esfuerzo de pasar por una imprenta.
Era en esos libros donde radicaba todo el universo paranoico, angustioso, irreal de Franz Kafka. En El proceso, un hombre, Joseph K., es detenido por unos guardianes por un delito que desconoce, encarcelado sin razón y sometido a la espera de un juicio cuyos componentes del tribunal son desconocidos. Todo es absolutamente onírico, sin lógica. Como el propio tiempo que le tocó vivir al escritor checo.
Franz Kafka nació en el seno de una familia judía el 3 de julio de 1883 en Praga. Entonces, la que luego sería la República Checa, tenía una influencia cultural completamente alemana, lengua en la que se educaría el escritor, quien se doctoraría en Derecho y mantendría su pasión por la literatura toda su vida a pesar de la oposición de su padre, un hombre tiránico contra el que Kafka reaccionaría en todos sus libros.
En 1913, el autor checo logró publicar su primera obra, Meditaciones, que era una serie de reflexiones extraídas de su diario personal y fragmentos de prosa que reflejaban ya su profunda vocación espiritual y su estilo dramático. El libro tuvo poca repercusión, como los que le seguirían, hasta que estalló la Primera Guerra Mundial.
El fracaso de una relación amorosa de Kafka y la angustia de la guerra harían que el escritor se centrara entre 1914 y 1915 en una escritura de corte irreal, irónico, con muchos toques de profundo humor, pero también de una crudeza despiadada. Así sería como surgiría el libro más famoso de Kafka, La metamorfosis, la extraña historia de Gregorio Samsa, un funcionario que una mañana amanece en su cama convertido en un gigantesco y terrible insecto y al que su familia encierra horrorizada en su habitación. Toda la historia transcurre en una sucesión de reacciones y situaciones cada vez más absurdas hasta desembocar en un final trágico. ¿Qué quería contar Kafka con aquella historia? Profundamente desencantado con el mundo, el escritor trataba de definir cómo reacciona una sociedad cuando uno de sus individuos deja de ser lo que siempre se ha esperado de él que sea, cuando se convierte en una anomalía. Pero al mismo tiempo, Kafka advertía que cualquiera puede ser una anomalía en cualquier momento. Cualquiera está expuesto al peligro de dejar de ser quien ha sido siempre, de perder sus apariencias, sus asideros. La metamorfosis, publicada en 1915, era una novela breve, concisa, irreal y angustiosa.
En los años posteriores, el escritor checo escribió El proceso, El castillo, El chófer (que posteriormente iría incluido en la novela Amerika), En la colonia penitenciaria o el volumen de relatos Un médico rural. De esa época sólo se publicarían en vida de Kafka La condena, En la colonia penitenciaria, Una mujercita y Un artista del hambre. El resto se lo reservó el escritor.
Franz Kafka contrajo la tuberculosis en 1917, y eso cambiaría por completo el rumbo de su vida, la vida de un escritor que trabajaba como funcionario y que, pese a la locura de su estilo literario, era un hombre divertido y muy ocurrente. Comenzaría una serie de peregrinajes por sanatorios y el comienzo de su decadencia física.
Ello no le impidió, sin embargo, mantener diferentes noviazgos, como el que vivió en Berlín junto a Dora Diamant, una joven de 25 años de familia judía que despertó en el escritor un enorme interés por el judaísmo y que incluso le llevó a plantearse irse a vivir a Palestina, algo que no pudo realizar. Sin embargo, todas las mujeres que pasaron por la vida de Kafka, y que fueron bastantes, fueron una tras otra abandonadas por el escritor.
A partir de 1920, con 36 años, la tuberculosis dejó al escritor en un estado cada vez más débil. Kafka era consciente de que su vida se iba apagando, y tal vez por ello, cada vez se volvía más crítico con sus propios escritos. En 1924, año en el que iba a morir, le pidió a su amigo y confidente Max Brod que destruyera las novelas que aún no había publicado. Brod le dijo que así lo haría a sabiendas de que le estaba mintiendo.
Kafka se trasladó a Viena para ser tratado en un hospital, pero su estado físico estaba cada vez peor. La tuberculosis había hecho estragos en su garganta y apenas podía comer alimentos sólidos. Finalmente, su vida se apagó el 3 de junio de 1924, un mes antes justo de cumplir los 41 años.
Cuando libros como El castillo, El proceso, Carta al padre, Amerika o La construcción de la muralla china vieron la luz en los años sucesivos a su muerte, el público lector enloqueció con aquel escritor tremendo, fabulador, de una ironía que tenía más de bisturí de cirujano que de sorna humorística. La obra de Kafka alcanzó primero la cumbre en la literatura alemana y, posteriormente, en toda la literatura mundial. Sus relatos, sus aforismos, sus cuentos cortos pronto adquirieron tintes de cruda realidad, con una luz especialmente clarividente cuando en Alemania ascendió el nazismo y lo que antes hubiera parecido ser una pesadilla inconcebible ahora se convertía en un hecho absolutamente tangible, real. El mundo, de pronto, se había vuelto kafkiano y se había puesto a copiar los absurdos que imaginó el hombre que vio el siglo XX.
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