Jornada caníbal junto al Darro

En La mitad de Óscar, Manuel Martín Cuenca enfrentaba a sus personajes a un imponente paisaje almeriense. En la película, estrenada en marzo de 2011, el minimalismo apuntalaba un drama de pasiones prohibidas y de pocas palabras. Poquísimas se escucharon ayer en el primer día de rodaje de la nueva obra del director almeriense, que tendrá como escenario -interiores y exteriores- Granada. Caníbal tendrá las hechuras de la Carrera del Darro, los puentes sobre el río, las plazoletas y los desconchones de las fachadas por las que se mueven los protagonistas de un filme de género negro que arrancará con la muerte de una de las protagonistas.

La jornada comenzó bien temprano. A primera hora de la mañana sonaba la claqueta en un aparcamiento de Arabial, una de las localizaciones elegidas para Caníbal. Prosigue la jornada de rodaje en el entorno del edificio en el que se ubica la sastrería del protagonista, Antonio de la Torre, junto a la ribera del Darro, en un punto al que el fácil llegar si se siguen los metros y metros de cable que salen desde alguna de las siete furgonetas aparcadas en Plaza Nueva con buena parte del equipo técnico necesario para rodar. Dentro de la sastrería Márquez, en el número 17 de la Carrera, dos maniquíes visten respectivamente capa y abrigo de paño oscuro. Tan elegantes como el propio De la Torre, que una, dos, tres veces repite la misma toma en una tarde fría. La pulcritud de su vestuario y peinado contrastan con el crudo dilema moral que debe de estar viviendo su personaje en una película que el propio actor define como "un cuento sobre el bien y el mal". Acción. Sube los empinados escalones que bordean un lateral de una de las placetas aledañas a la Carrera, a la altura del puente Espinosa. Se detiene delante de un edificio de dos plantas que luce en una de sus ventanas un cartel de se alquila. Toca la puerta. Se presenta. "Soy yo". Abre la puerta y entra. Corten.

Una, dos, tres veces. La primera no vale. Entra por el micrófono la música de un vecino que sale al balcón al percatarse del jaleo que tiene debajo de la ventana. La segunda no sirve. El micrófono recoge el ruido del disparador de las cámaras de los gráficos que acuden a cubrir el primer día de rodaje. Antonio de la Torre -al que el abrigo gris le sienta como un guante- baja de nuevo por las empinadas escaleras de la placeta. Carga en una mano la bolsa de la compra -de la que asoma un manojo de zanahorias, que también deben de formar parte de la dieta de este caníbal- y un bolso de deporte. La tercera toma es buena. Corten. Se han rodado apenas 20 segundos frente a la fachada de la que será el domicilio del protagonista. Sólo la fachada, porque el interior del inmueble se localiza en Zacatín.

Antonio de la Torre, Manuel Martín Cuenca y el resto del equipo de Caníbal hacen un breve descanso con la llegada al set de rodaje de los concejales del Ayuntamiento de Granada Juan García Montero, responsable municipal de Cultura, y Rocío Díaz, de Turismo. Juntos se dirigen a otra de las localizaciones, justo frente al puente de Cabrera. La fachada luce impoluta. Es uno de los pocos aderezos necesarios en la zona para rodar la película, junto a la eliminación de algunas señales de tráfico y un par de pivotes en el escueto acerado.

Frente a la ficticia sastrería -todo el edificio ha sido alquilado durante los dos meses de rodaje- un pequeño grupo de viandantes se ha hecho fuerte, móvil en mano, por si acaso. Dentro, el decorado ha dado una segunda vida a un espacio que estaba totalmente desierto, aseguran desde el equipo de rodaje. Muebles de época, maniquíes, un teléfono verde de baquelita y telas aguardan su turno para entrar en plano mientras dos técnicos dan los últimos retoques.