José Luis Sampedro: el economista ortiga

La Facultad de Ciencias acogió ayer un acto de tributo al intelectual fallecido el año pasado y que se convirtió en un referente del pensamiento alternativo

El profesor Castellano, ayer, durante su conferencia.
G. Cappa Granada

29 de abril 2014 - 05:00

La mayoría conoce a José Luis Sampedro como novelista a través de obras como La sonrisa etrusca; en sus últimos años de vida tomó protagonismo su lado humanista y ejemplarizó la figura del 'abuelo indignado', pero su faceta como reputado catedrático de Estructura Económica siempre pasó más desapercibida. Tanto que hasta reputados docentes llegaron a confundir a Sampedro con el apóstol que negó a Jesucristo tres veces. Fernando López Castellano, profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UGR, recordó ayer en el acto de homenaje que se celebró en la Facultad de Ciencias que, en una ocasión, estaba discutiendo sobre el concepto de patria y se le ocurrió argumentar que compartía la idea de Sampedro de que la patria era el olor de la infancia, los colores, los sabores. Una compañera "de clara vocación religiosa" afirmó con rotundidad que ella leía mucho a San Pedro (sic) y nunca había encontrado esa aseveración. "Tuve que responderle que mi Sampedro era con 'm' y todo junto", confesó el profesor para comenzar el acto de recuerdo al pensador que falleció el 8 de abril de 2013 a los 96 años de edad.

López Castellano define a Sampedro como el "economista ortiga" porque "prefería la economía que remueve conciencias, que hace daño, que le pica al poder". Así que, al incorporarse a la docencia de la asignatura Estructura Económica, pensó en llamar a Sampedro para que le explicara a los alumnos las claves del análisis estructural. "Eran tiempos en que la asignatura estaba dando paso a otra disciplina con menores connotaciones políticas y carácter estructural y con un contenido más descriptivo", recuerda el profesor. " Me atendió el propio Sampedro al teléfono y declinó amablemente la invitación, aduciendo que se sentía poco atraído, no desinteresado, por el rumbo de los conocimientos y estudios de la economía en los últimos decenios". Y es que, frente al homo economicus ("el profeta extraviado de los nuevos tiempos"), el economista y escritor anteponía al homo eticus, cuya motivación reside en los principios morales y en el bien común. "Fue una auténtica referencia en el pensamiento económico español y un espectador privilegiado de los acontecimientos de todo un siglo. Ante ellos comprendió que las diferencias de poder provocan conflictos y dificultades, idea central en toda su obra", afirma López Castellano.

En su momento, José Luis Sampedro tomó partido y se apartó de los economistas "que combinan el fervor de los primeros cristianos con la afabilidad y la capacidad de venta de un ejecutivo de la Madison Avenue, simbolizados por el Nobel Friedman". Él, por contra, se sentía a gusto con personas como Galbraith, "que sostenían que los economistas habían elaborado un discurso para racionalizar las expresiones de codicia y de poder".

En este sentido, y aunque su nombre está asociado a títulos como Octubre, octubre, también firmó otros libros como El reloj, el gato y Madagascar, donde desentraña los tres niveles del sistema social (técnico, social y cultural) y que "empieza con una proposición obvia, pero olvidada por la economía convencional: la economía es una ciencia social y los métodos de estudio deben adaptarse a la naturaleza del objeto estudiado", describe el profesor de la UGR. Así que el "error" de muchos economistas convencionales consiste en entrenarse en relojería para actuar sobre lo social, "estudiar la realidad social con instrumentos conceptuales únicamente aptos para analizar sistemas mecánicos y, sólo en cierta medida, los biológicos". "El error tiene graves consecuencias, sobre todo en cuanto se pasa del análisis estático al indispensable estudio de procesos económicos, porque las sociedades varían de una manera imprevisible porque se autotransforman", sostiene López Castellano que, como Sampedro, también es de los que no necesitan de un lenguaje rebuscado para justificar su condición de economista. Para hablar de la inflación y la tesis de la riada monetaria de Friedman pone un ejemplo claro: "Piense que aquí en Granada todos los inviernos se desbordasen el Darro y el Genil inundando por completo la Vega. Que ante eso la autoridad llamase a un técnico y le plantease el problema. Que, tras estudios tan concienzudos como los monetarios que se hicieron en aquél tiempo, volviese diciendo: 'mire usted, la Vega se anega porque llega un momento en el invierno en el que llega tanta agua por el río que se llena el cauce y se anega'. Esto no es una explicación, es una descripción a posteriori". Así que la pregunta a la inflación debería ser: ¿Por qué el Estado permite que aumente la circulación monetaria? "Lo paradójico de esta crisis es que se espera la solución de la gente que la creó", concluye el profesor refiriéndose, entre otros muchos, a Mario Draghi y De Guindos, dos ex de Lehman Brothers

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