Lapido y la mejor forma de matar el tiempo

A estas alturas nadie va a descubrir el talento de José Ignacio Lapido. Convertido en clásico y en maestro, como lo puedan ser en Norteamérica T-Bone Burnett o John Hiatt, por poner dos ejemplo de músicos de intachable reputación e indudable categoría, autores de autores, más respetados por sus compañeros de profesión que conocidos del gran público, Lapido hace mucho tiempo que no se permite pasos en falso ni canciones de relleno.

Eso lo deja para aquellos que aún persiguen el reconocimiento fugaz que otorgan las fatuas listas de éxitos. Como Dylan, sabe que no hay éxito como el fracaso y que el fracaso no es un éxito en absoluto. Como la de los citados, su poesía es eléctrica y como ha dicho alguien por ahí, ya son muchas las cerillas consumidas pero su caja no parece tener fondo y de ella han vuelto a salir diez perlas. Las que conforman su más reciente álbum, Formas de matar el tiempo (Pentatonia Records, 2013), el séptimo de su carrera más allá de 091, vuelven a sus temas recurrentes y vuelven a acertar en la diana. Por si fuera poco, la presentación coincide con su reciente nombramiento como consejero de la SGAE en Andalucía, una buena noticia que no puede sino venir a mejorar el funcionamiento de la entidad, pues la seriedad, el oficio y la honestidad en ningún caso empeoran aquello a lo que se aplican. Doble motivo de satisfacción para José Ignacio. Con su equipo habitual de lugartenientes, Raúl Bernal a las teclas del piano y del órgano, Paco solana al bajo, Popi González a la batería y Víctor Sánchez, el pirómano de Gram Parsons a la guitarra, estará presentando esta noche a partir de las diez en la sala El Tren los temas de esta nueva entrega de canciones. Son diez nuevos peldaños en la crónica sentimental y emocional de un músico al que solo se le pueden buscar pares más allá del océano. Debe haber muchas formas de matar el tiempo un sábado por la noche. Pocas tan recomendables como la de asistir a su concierto.