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El hombre que habría podido salvar a Lorca

  • El periodista Víctor Amela publica una novela donde habla de la posibilidad de que su abuelo materno hubiera podido evitar el asesinato del poeta granadino

Lorca en la huerta de San Vicente, Granada, en 1935.

Lorca en la huerta de San Vicente, Granada, en 1935. / G. H.

El periodista y escritor Víctor Amela novela sobre la posibilidad de que su abuelo materno, Manuel Bonilla, hubiera podido evitar el asesinato de Federico García Lorca en su último libro, Yo pude salvar a Lorca, una obra con la que además ha "rescatado del olvido" a su familia.

Amela ha confesado hoy, en la presentación de la novela, que, "mientras la escribía, me daba cuenta de que hablaba de mi familia, pero en realidad de todas las familias españolas, porque todas tienen un abuelo, un tío o un familiar implicado, afectado o enredado en algún momento en la Guerra Civil española".

Todo partió de una frase escueta que su abuelo materno le hizo en una ocasión en los años 70, cuando Amela tenía diez años: "Yo pude salvar a Lorca", una frase que quedó grabada en la memoria del autor, quien se ha lamentado mil veces de no haber ahondado más en aquella historia.

Un primer detonante de la novela fue una conversación con el hispanista británico Jason Webster, que fue recogiendo testimonios de la Guerra Civil española en las montañas de Castellón.

"Hice partícipe de aquella frase a Webster y me dijo que los españoles teníamos muchas historias que debíamos escribir en libros, en novelas, algo que también quedó grabado en mi cabeza", comenta.

Un siguiente momento inspirador fue el 1 de enero de 1980 en una comida de Año Nuevo en la que Amela estaba sentado entre su abuelo materno, granadino, y su tío paterno, procedente del Maestrazgo, "los dos únicos miembros que habían estado en la guerra, uno que había luchado en el bando de Franco, y el segundo, un niño del biberón que había sido herido en la batalla del Ebro".

Entonces, sí se atrevió a preguntar a ambos dónde estaban al final de la guerra: "Uno estaba preso en el penal del Puerto de Santa María, en Cádiz, y mi abuelo era uno de los guardias de la cárcel. Aunque uno era del bando ganador y otro del perdedor, siempre los vi a los dos como perdedores".

El detonante final de la novela surgió a la muerte de su abuelo, en 1990, cuando Amela se siente "culpable por no haber preguntado nada, por haberlo menospreciado", y de ese sentimiento de culpabilidad surgió un primer viaje a la Alpujarra, donde había nacido su abuelo.

En aquel viaje, hablando con un lugareño en un encuentro fortuito, le explicó que su abuelo le había salvado de las tropas republicanas e incluso que había sido pasador de personas que estaban en el bando republicano hacia la Granada ocupada por las tropas sublevadas.

La investigación histórica que ha hecho Amela sitúa a su abuelo en Granada el 14 de agosto de 1936, cuando se afilia como voluntario a la Falange y quien anota su filiación es el poeta Luis Rosales, amigo de Lorca que tuvo durante siete días oculto al poeta en su casa, antes de que fuera fusilado.

"Al parecer, hubo en la noche del domingo 16 de agosto un plan para sacar a Federico como mínimo de la casa de los Rosales, y mi abuelo habría podido ser útil para hacerlo, pues conocía los caminos y también había pasado al otro bando a comunistas, republicanos o sospechosos de ser de izquierdas", relata el autor, quien ha querido imaginar "la intervención modesta de mi abuelo en este drama, que es universal".

Yo pude salvar a Lorca (Destino en castellano y Columna en catalán) articula tres momentos de la historia: el momento de la Guerra Civil; el de la dura posguerra en el extrarradio barcelonés y el exilio en el campo de refugiados de Saint Ciprian y en Collioure (Francia), con un fugaz encuentro con un agónico Antonio Machado; y el momento actual en el que el nieto del hombre que habría podido salvar a Lorca investiga y narra.

En la novela también resuenan las palabras de Pepín Bello, el compañero de habitación de Lorca, a quien Amela pudo entrevistar cuando tenía 102 años, que le explicó detalles de la vida del poeta granadino.

"'Qué lástima me dais todos los que no pudisteis conocer y sentir a Federico', me dijo Bello, quien me decía que Lorca, que ya era un poeta consagrado, estaba en el momento de su muerte volcado en la creación teatral y habría podido ser el mayor de los dramaturgos conocidos".

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