'Lorca y la pasión. Un mar de sueños' | Crítica

La solidez de un sueño lorquiano

Farruquito fue el caballo negro en ‘El público’ en la noche del estreno.

Farruquito fue el caballo negro en ‘El público’ en la noche del estreno. / Álex Cámara

Las noches en el Generalife son especiales, siempre sorprenden, siempre provocan. Generan ese estado tan especial que es estar en la colina de la Alhambra. Si a eso sumamos que cada verano se estrena un espectáculo en torno a Lorca, ya podemos ir entendiendo lo que se vivió la noche del jueves y lo que de martes a sábado podremos disfrutar en este espacio único. Este año, el espectáculo lleva por título Lorca y la Pasión, un mar de sueños, y es impresionante.

Desde que comenzase en 2002 el programa Lorca y Granada en los Jardines del Generalife, la ciudad goza durante todo el verano de un espectáculo con el denominador común de Lorca, Generalife y luego va pivotando, entre los años pares, en que el espectáculo lo asume el Ballet Flamenco de Andalucía, como vimos el año pasado, con el Flamenco Lorquiano y los años impares se convoca un concurso muy reñido. Este año, como decíamos la propuesta es redonda: Marina Heredia está en un momento imponente de voz y de interpretación, y el resto del elenco, como comentaremos, han hecho que sea seguramente uno de los espectáculos más sólidos que puedan recordarse.

Lorca y la Pasión, un mar de sueños comienza con su programa de mano, que podemos leer previo al espectáculo, en él, Jesús Lens se pregunta "¿qué es el amor?" antes, cita a San Juan de la Cruz "el que no ama ya está muerto". Es un gran comienzo, pues la respuesta no puede ser más subjetiva y sugestiva, y a ello se dedica todo el espectáculo que se abre entre sonidos del mar. En cuatro módulos, horizontales unos y verticales otros asistimos a este mar de sueños con el que comienzan las pasiones de García Lorca.

El programa se divide en cuatro partes, que se hilvanan perfectamente, en cada una de ellas se escenifica la esencia de la obra de Lorca elegida. Las pares, las más famosas, Bernarda Alba y Mariana Pineda y las impares, son dos de las obras del Lorca más surrealista, y que forman parte del llamado Teatro Imposible, son El Público y Así que pasen cinco años.

Desde el comienzo de la obra, sabes que estás ante una obra en la que nada ha quedado al azar, el lenguaje de Lorca, con tantos ecos, lo plasma todo, los colores, el vestuario, las texturas musicales, todo interpreta, por eso es tan sólido el programa. Es difícil lograr por ejemplo en tan solo 4 momentos, recrear una obra tan compleja como es la que abre el espectáculo El Público, pero se logra. La voz y la presencia de Marina Heredia es un lujo, cómo interpreta, pero la coreografía de Eva Yerbabuena, la dirección escénica de Rosario Pardo y la realización de José Sánchez Montes son otros pilares esenciales. Entre todos crean y recrean el universo surrealista de hombres caballo absolutamente polarizados entre negros y blancos. Con un Farruquito imponente. Y en mitad de todo, la mujer, con la que no pueden, de rojo, cantando "no os tengo miedo". Asistimos a una faceta de Marina Heredia, la actoral, que sobrecoge, y que tanto aporta al espectáculo. La fluidez de la imagen es también muy llamativa, los módulos se mueven, se convierten en uno, en dos, el escenario es absolutamente dinámico y también se escenifica otro de los grandes ingredientes de la velada, el silencio. La dirección musical de José Quevedo 'el Bolita', logra crear intensidad tanto en los momentos de auténtica zambra, como en los momentos en silencio, nunca se repite. Y hay momentos en silencio, con Farruquito como hombre caballo de negro, que ahí se quedan. Un deleite.

Con un atronador sonido de campana, con la luna lorquiana al fondo, nos volvemos, pues Bernarda toma la palabra. La gran actriz María Alfonsa Rosso, nos transporta a esa casa de luto, en la que tantas premoniciones y amenazas se ciernen. Es uno de los momentos magistrales de la noche, la transición entre el teatro jondo y el flamenco más puro.

Marina, en una actuación soberbia, barriendo y juramentando sola, nos tiene en vilo. Luego se suceden escenas de gran belleza con un elenco de lo más granadino. Pues hay que decir, que Eva Yerbabuena, gran conocedora de la calidad de nuestro Conservatorio de Danza de Granada Reina Sofía, ha contado con muchas antiguas alumnas y también actuales profesores, en lo que es todo un homenaje y reconocimiento a este gran Centro y a la labor que en él se realiza. Nos referimos a Irene Rueda, Irene Morales, Cristina Aguilera, Cristina Soler o a Antonio González. Como decíamos, hay escenas preciosistas, como la de su hija menor, sola, en mitad del escenario pintándose los labios altivamente, y sobre todo unas coreografías en las que parece que las hijas de Bernarda son más bien marionetas que mujeres con personalidad propia.

Asistimos a una faceta de Heredia muy actoral que sobrecoge y aporta fluidez

La siguiente escena será la que recree Así que pasen cinco años una obra escrita en 1931, y que a priori parece imposible llevar a escena y menos con el flamenco como lenguaje. Nada más lejos de la realidad.

El cuerpo de baile masculino, tras el baile de segadores de La casa de Bernarda Alba, son ahora un equipo de fútbol americano y las hijas de Bernarda parecen una especie de cheerleaders con trajes de gitana rojos. El resultado, novedoso, apasionante, inesperado y original. Y funciona.

Además, es el momento en el que aparece en escena Miguel Poveda, y de nuevo, Lorca, sus textos y su universo cobran con cada palabra una rabiosa actualidad. Es también digna de elogio la intervención de Antonio 'el Turry' que alternaba entre su papel solista en el escenario y sus intervenciones dentro del cuadro situado en alto y omnipresente en toda la actuación. El romance de la dulce queja o Sedas de Angustia entre Miguel Poveda y Marina Heredia quedarán para el recuerdo, muy sentías y repletas de interpretación, todo un homenaje a la palabra.

En la parte de ‘La casa de Bernarda Alba’ se incorporan varias escenas preciosistas

Finalmente, Mariana Pineda, con una puesta en escena más costumbrista en el vestuario y en la imagen de nuevo con la faceta actoral pivotando sobre el flamenco. El gran Chema del Barco, interpretando al Juez que sentenciará a Mariana por el bordado de la bandera con las palabras Ley, Igualdad y Libertad, protagoniza con Marina Heredia una serie de escenas que transmiten toda la esencia de esta obra sublime de nuestro más insigne poeta.

No desvelaremos el final del espectáculo, por motivos obvios pero sí diremos que la sensación es de una velada en la que se disfruta como nunca del entorno, de las múltiples caras de la pasión y de los textos de Lorca. Un gran espectáculo, necesario e imprescindible y con el que se entiende mejor Granada.

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