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La Maldonada: la granadina que conquistó América

Cuando se habla de la conquista de América aparecen en el imaginario colectivo hombres barbados, duros, con una coraza en el corazón. Pero junto a ellos, muchas veces por delante, hubo mujeres que se echaron al mar con la incertidumbre como equipaje. Se conoce de sobra el papel de Colón, Pizarro o Alvarado en la colonización de América, pero las mujeres tuvieron un papel importante en la conquista del nuevo continente: combatieron contra los indígenas, ayudaron a levantar ciudades, plantaron las primeras semillas europeas y fundaron hospitales y escuelas; las hubo virreinas y gobernadoras, místicas y letradas, pequeñas empresarias, costureras, criadas, prostitutas y maestras. Una de ellas fue la granadina Catalina Vadillo, conocida como La Maldonada, una de las protagonistas de Españolas del Nuevo Mundo (Cátedra), un ensayo de Eloísa Gómez-Lucena que recoge 38 biografías que representan a las miles que participaron en la conquista de todo un continente. "En la colonización española de América no sucedió con en la colonización inglesa de Australia, por ejemplo, donde enviaban a reos para condonar sus pena. En España estaban las leyes de Indias, que eran muy rígidas, y controlaban quién podía pasar. No podían hacerlo los conversos, protestantes, gente de países en conflicto con España... Una ristra de restricciones que, como es normal, se saltó a la torera a través de sobornos", explica la autora.

Así que La Maldonada embarcó rumbo al Nuevo Mundo en 1535, en una expedición organizada por el también granadino Pedro de Mendoza. El día 3 de febrero de 1536 anclaron las naves en la desembocadura de un brazo caudaloso del río Paraná, en la orilla meridional del estuario del Plata. Fue un poblado de cabañas protegido por un muro de adobe, de poco más de dos metros, germen de la actual Buenos Aires. Pero aquellas tierras ya tenían dueño, los querandíes.

Al parecer, el marido de La Maldonada murió a las primeras de cambio y esta se amancebó con un capitán, del que cogió su apellido. Sin embargo, América no era un territorio sin ley, ni mucho menos. La idea era no sólo conquistar, sino establecerse en los nuevos territorios. "Por eso regularon hasta los matrimonios, un hombre casado no podía estar más de dos años en América, por lo que la mujer lo podía denunciar y lo devolvían preso a la península para cohabitar con su esposa", explica la autora.

Sin embargo, la expedición de La Maldonada se encontró cercada por los guaraníes y pronto llegó la hambruna. "Comían sapos, culebras y las carnes podridas que hallaban en los campos", escribe el cronista Ruy Díaz de Guzmán. Cuando se acabaron los insectos y ninguna hierba crecía en el campamento español, algunos alucinados se comieron los excrementos de los otros. "Enloquecidos por el hambre, sacaban tajadas de sus compañeros muertos, como relató Luis de Mir", señala Gómez-Lucena.

Acuciada por el hambre y horrorizada por el comportamiento de algunos españoles, la Maldonada se enfrentó a la expresa prohibición de los alguaciles de Pedro de Mendoza y abandonó Buenos Aires con la intención de "irse a los indios", para poder sobrevivir. La Maldonada encontró una amplia cueva en donde creyó pasar a buen recaudo la noche. Pero topó con una fiera puma que estaba en doloroso parto. Y la granadina, ni corta ni perezosa, ayudó a la puma como en Granada había hecho con sus vacas. La Maldonada estuvo varias semanas escondida en la cueva, al cuidado de los dos leoncillos, mientras la leona salía a proveerla de caza, "agradecida por el oficio de comadre que usó", señala en su crónica Ruy Díaz.

La Maldonada solía bañarse en un arroyo cercano que le había mostrado la leona. Durante uno de esos baños, la raptó un grupo de querandíes y la llevaron a su pueblo, tomándola uno de ellos por mujer. "El año largo en que Catalina Vadillo, la Maldonada, convivió con los guaraníes es un arcano, pues ningún cronista quiso indagar sobre aquella afrenta. Los españoles no estaban preparados para soportar que sus mujeres convivieran maritalmente con los indios, aunque ellos lo hicieran con las indígenas. El mestizaje americano fue mayoritario entre español e india, pero hubo célebres casos de hijos nacidos entre española e indio", afirma la autora de Españolas del Nuevo Mundo.

Ya próximo el final de aquel mismo año, una patrulla de soldados al mando del capitán Francisco Ruiz Galán -otras fuentes mencionan al capitán Alvarado- llegó a un poblado querandí habitado tan solo por mujeres y niños, pues los hombres se habían ido de caza. Al inspeccionar las chozas en busca de víveres y mantas, Ruiz Galán encontró a la Maldonada. Una vez en Buenos Aires, Ruiz Galán apremió al alguacil para que dictara sentencia contra la Maldonada por desobedecer la orden de salir del fuerte español. Y la ataron a un poste y la abandonaron para que fuera devorada por las fieras, pero una puma la defendió durante cuatro días seguidos, cuenta el cronista entre la realidad y la ficción.

Como una heroína llegó la Maldonada a Buenos Aires, vitoreada por todos. En 1541, el teniente de gobernador del Río de la Plata, Martínez de Irala, ordenó que todos los habitantes de Buenos Aires se trasladaran a Asunción, en donde estarían más defendidos y mejor alimentados. Y por dejar un erial a los belicosos indios, dio instrucciones para que quemaran y arrasaran la ciudad hasta sus cimientos. Así fue como la Maldonada y sus compañeros supervivientes de aquellos heroicos cinco años escaparon de los continuos hostigamientos y hambrunas. Pero una de ellos, la Maldonada, entró para siempre en la historia.

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