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Mestizaje musical

Ars Longa. Programa: Obras anónimas de la América colonial y de los autores Juan Gutiérrez de Padilla y Gaspar Fernándes. Directora: Teresa Paz Román. Lugar: Monasterio de San Jerónimo. Fecha: 4 de julio de 2010.

El segundo de los conciertos del Conjunto de Música Antigua Ars Longa llenó el Monasterio de San Jerónimo de música y ceremonial barroco procedente de la América colonial. Bajo el sobrenombre Mestizaje del barroco americano se ofreció un programa tremendamente sugerente en el que se entremezclaron la tradición polifónica europea con los usos y costumbres propios del Nuevo Mundo.

El concierto se abrió con el himno procesional Hanacpachap cussicuinin en lengua quechua, editado en Lima en 1631. El conjunto Ars Longa representó a través de la nave de la iglesia del Monasterio de San Jerónimo lo que bien pudo ser una procesión de entrada propia del ceremonial limense barroco. Acompañados magistralmente por el conjunto instrumental, las delicadas y timbradas voces del quinteto solista llenaron las altas bóvedas jerónimas de bellas armonías que nos transportaron a otra época y otro lugar.

Gaspar Fernándes, compositor de origen portugués que a finales del siglo XVI emigró a América, estuvo presente a lo largo de todo el programa. Su obra polifónica se caracteriza no sólo por ser una de las más profusas y de mejor factura del Nuevo Mundo en esta época, sino también por representar la fusión y el mestizaje que se produjeron con las tradiciones indígenas. El Cancionero que este autor editó es el compendio de villancicos y chanzonetas más antiguo del Nuevo Mundo hispano. Así, pudimos escuchar de él la canción en portugués Toquen as sonajas, el mestizo Jesos de mi goraçon, en donde introduce giros lingüísticos y ritmos indios, y la negrilla Negrinho tiray vos.

La negrilla fue un género bastante popular durante el siglo XVII. Fueron varios los autores que se acercaron a este género, como Juan Gutiérrez de Padilla, que sucedió en el magisterio de capilla de Puebla de los Ángeles a Gaspar Fernándes. De él se pudieron escuchar las negrillas ¡Ah, siolo Flasiguiyo! y Tambalagumbá, además de A la jácara, jacarilla de ambiente festivo, y el villancico Si al nacer o mi niño. Estas obras solían acompañarse de sonajas, rabeles y tambores, presentes junto a las violas de gamba, sacabuches y chirimías en la magnífica versión que voces e instrumentos de Ars Longa realizaron.

De gran belleza fueron las dos letanías anónimas Santa Cecilia y Ane nupaquìma, esta segunda en lengua chiquitana. De melodía sencilla y repetitiva, monódica en su mayoría, la delicadeza del acompañamiento instrumental diseñado por Ars Longa dotó a estos cantos del marco sonoro idóneo para su vuelta a la vida.

Como en su anterior intervención dentro del festival, la labor de recuperación y revitalización del repertorio iberoamericano del siglo XVII realizada por Teresa Paz Román, directora de Ars Longa, evidencia su conocimiento de esta tradición y su sensibilidad para adaptar voces e instrumentos en versiones que podríamos considerar cercanas a las prácticas propias de aquella época.

En cualquier caso, la variedad y riqueza de sonoridades hicieron del recital una ocasión para el deleite y el asombro. Como ya ocurrió en el concierto de la Catedral, el numeroso público asistente demandó con su prolongado aplauso una obra fuera de programa, que fue nuevamente Convidando está la noche de Juan García de Céspedes, ya escuchada en el primer concierto de Ars Longa; la insistencia del público obligó a dar una segunda propina: el villancico Xicochi, xicochi de Fernándes.

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