Miguel del Arco | Dramaturgo

"Si yo hubiera querido hacer dinero con el caso de La Manada hubiera montado una comedia"

  • El artista madrileño dirige 'Jauría', un desgarrador y ágil drama sobre el juicio de La Manada que llega hoy -y mañana- al Teatro Alhambra

Miguel del Arco, en una visita al Festival de Teatro de Títeres Quiquiriquí de Granada.

Miguel del Arco, en una visita al Festival de Teatro de Títeres Quiquiriquí de Granada. / Álex Cámara

7 de julio de 2016. Fiestas de San Fermín. Ellos son cinco. Son La Manada. El más joven y miembro más reciente debe pasar por su rito de iniciación. Tras cruzarse con una chica en el centro de Pamplona, los cinco de La Manada se ofrecen para acompañarla hasta su coche, aparcado en la zona del soto del Ezkairu. Pero, en el camino, uno de ellos accede al portal de un edificio y llama al resto para que acudan. Agarran a la joven y la meten en el portal.

A partir de las transcripciones del juicio realizado a La Manada, Jordi Casanovas ha escrito un drama desgarrador donde el teatro actúa como arma documental. El Teatro Alhambra acogerá su estreno en Granada este viernes y sábado a las 21:00. Dirigida por Miguel del Arco (Madrid, 1965), Jauría permitirá al público viajar dentro de la mente de víctima y victimarios. "Si hablas de cosas terroríficas en el teatro debes encontrar un traje poético para hacer carne real esa materia de la que estás hablando", señala el codirector artístico del Teatro Kamikaze.   

-¿Le está costando mover la obra por los circuitos teatrales o todo lo contrario?

-Se formó algo de revuelo cuando anunciamos la temporada pasado que la íbamos a programar. Los programadores se asustaron un poco porque como es un tema tan de actualidad, tan cacareado, tan hablado y tan conversado. Se cagaron un poco vivos.

-Todos conocemos el caso de La Manada. Lo hemos leído en la prensa, lo hemos visto en la televisión y lo hemos hablado con familiares y amigos. ¿Qué aporta esta obra de teatro a nuestra visión de lo ocurrido?

-Aporta fundamentalmente información. Hay mucho ruido alrededor del tema y muy poca información. No hay una sola palabra de ficción. La dramaturgia se construye a partir de las transcripciones literales del juicio, tanto de la denunciante como de los denunciados, así como las preguntas de la defensa y de la fiscalía y la sentencia. Hay una afán de profundizar en un tema que va a cambiar la jurisprudencia de este país, y que hizo que la gente saliera a la calle. Me gusta citar una frase de una antropóloga brasileña, que habla de "la extrema dificultad de convertir una costumbre en un delito". Justo se trata de esto. Trata de una cosa sobre la que ha habido una extrema permisividad. No estamos hablando de una violación al uso. Ni de alguien como el violador del Eixample, con una patología. Hablamos de algo mucho más conflictivo porque es ese tipo de cosas que suceden en las fiestas. Una mujer de 18 años que libremente esta en una fiesta, con un grado de alcohol importante. Este abuso sexual con prevalimiento por el que fueron condenados se disipa y parece que es muy difícil determinarlo. Yo creo que es una cosa de sentido común. Jauría profundiza sobre estos límites, sobre la falta absoluta de empatía de los cinco agresores sobre esta mujer a la que no le dieron la posibilidad de decidir si quería continuar o no.

-El caso, al igual que la obra, animará a cambiar las cosas. A desterrar la fea costumbre que tienen algunos hombres de violar a mujeres.. Una costumbre demencial.

-Exactamente. Hemos recibido bastantes críticas. Nos dicen: "¿Cómo alguien puede sacar dinero utilizando el dolor de una víctima?". Creo que ese comentario lo hace alguien que no sabe lo que es el teatro. El teatro habla precisamente de las cosas que nos conciernen.

-¿Jauría actúa como un altavoz para la víctima?

-Claro. Ella hizo pública una carta donde decía que si contar su historia servía para que no le volviera a suceder a una mujer esto, se daba por satisfecha. Si yo hubiera querido hacer dinero con el caso de La Mañana no hubiera hecho Jauría. Hubiera montado una comedia. 

-No es la primera vez que le da voz a una mujer señalada, cuestionada y vapuleada. Ahí está Juicio a una zorra y La violación de Lucrecia. ¿Lo hace conscientemente?

-No, la verdad es que no. Un periodista me decía que cerraba un círculo con Jauría. Evidentemente hay una preocupación en mí. Es imposible que una sociedad que no sea igualitaria sea una sociedad justa. Quiero vivir en una sociedad justa. En esta lucha feminista muchas veces se pierde el sentido y la coherencia. He llegado a escuchar que no tiene mucho sentido que una función como Jauría la dirija un hombre. Me parece una gilipollez enorme. El feminismo es una lucha necesaria y es también cosa de hombres.

-Una amiga me dijo que no me acompañaría a ver la obra porque le iba a afectar, que le parecía durísimo. ¿El teatro debe partir de una herida profunda para movernos de la silla?

-Hablamos de un dolor que debe removerse. Es como cuando tienes una herida, te duele un poco y tienes la necesidad de limpiarla. Así cicatrizará mejor. El tema de La Manada se ha cerrado con un profundo desconocimiento. Los jueces han creído a la víctima y por eso estos señores están condenados a nueve años por abuso con prevalimiento. Hasta la discusión entre el abuso y la violación, que se trata de una cuestión semántica, importa. Estamos conformados por las palabras. Debemos insistir en que las palabras nos describan y nos cuenten.

-El lenguaje desde luego que importa.

-Absolutamente. Pero ese no debería ser el discurso, el debate de fondo. Hay una extrema permisividad alrededor de los comportamientos en esos momentos de fiestas en las relaciones sexuales entre chicos y chicas, y hay que señalarlo. Por eso hemos llevado a cabo una campaña escolar para presentarlo en los institutos. 

-¿Qué mensaje se llevará el público respecto al modelo de masculinidad que representa La Manada?

-Uno muy claro. Estos chicos, después del juicio, siguen sin pensar que han hecho algo malo. La fiscal le pregunta si creen que no hay nada malo en grabar a una tercera persona en un acto sexual sin su consentimiento. Ellos responden: "No, no creo que haya nada malo. Es una parte más de la fiesta". Cuando subes al escenario, la palabra transita desde la emoción, el mensaje llega de una manera diáfana, clara y punzante como un rayo láser. Hay que oírlo y hacerse cargo de la falta absoluta de empatía de cinco hombres que han metido en un cubículo de tres metros cuadrados a una chica de 18 años, a la que doblan en tamaño y en peso. La han penetrado por todos los huecos posibles, la han abandonado después de robarle el móvil y no le han preguntado en ningún momento si está bien. No hay nada gráfico en la obra, pero sí hemos llevado esto a escena. El traje poético, que diría Lorca. Si hablas de cosas terroríficas en el teatro debes encontrar un traje poético para hacer carne real esa materia de la que estás hablando. El texto era tremendamente árido, pero hemos encontrado una fórmula. 

-Una fórmula que funciona en vuestro Teatro Kamikaze. ¿Qué tal el proyecto?

-Vamos un poquito mejor. Estamos aprendiendo. No está asegurada la permanencia. Seguimos buscando una sede alternativa porque deberíamos salir del Pavón lo antes posible. La situación del Pavón es bastante insostenible. Hay una resistencia. Si salimos del Pavón sin tener una sede alternativa es la muerte del proyecto. Estamos jugando en la misma liga que los grandes teatros sin tener el mismo presupuesto. Es un milagro. Ahora preparamos nuestra cuarta temporada. Seguimos empeñados en producciones de autores españoles y vivos, y también de clásicos. Estamos convirtiéndonos en lo que siempre quisimos ser: la casa del autor, la casa de los actores. En Madrid había sitio para un teatro donde los autores tuvieron garantizado el estreno. Esos somos nosotros.

-¿Dedicarse al teatro en España es una labor titánica?

-Sí. Somos conscientes de que estamos acariciando un sueño. Pero sí, es muy muy duro. Ponemos en marcha más de 30 producciones al año. 

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