Entrevista Munir Hachemi | Escritor

"Aunque parezca una cosa no política, el lenguaje quizá es lo más político de todo"

  • El novelista madrileño afincado en Granada Munir Hachemi es uno de los 25 narradores menores de 35 años más prometedores en lengua española según la lista de la prestigiosa revista Granta, publicada este mes

Munir Hachemi (Madrid, 1989) posa en su antiguo barrio, el Zaidín

Munir Hachemi (Madrid, 1989) posa en su antiguo barrio, el Zaidín / Antonio L. Juárez / PhotographersSports

Uno de los grandes acontecimientos del mundo literario, tanto en lengua inglesa como en la española, es la publicación, cada diez años, de la lista de Granta anunciando la selección de los mejores narradores jóvenes en español. La revista dio a conocer los nombres a principios de mes. Munir Hachemi (Madrid, 1989) estaba entre los 25 escritores menores de 35 años más prometedores en español. La combativa Cristina Morales y Andrea Abreu, uno de los grandes fenómenos literarios de los últimos años, también aparecían. El autor madrileño afincado en Granada dejó claro su valía con su primera novela, Cosas Vivas (Periférica). El escritor ahonda en los principales males de nuestro siglo: la inmigración forzosa, la explotación laboral y las atrocidades a manos de la industria alimentaria. Hace un año, en plena pandemia, tradujo un libro "muy chulo" sobre una pandemia mundial que acaba con la población de Estados Unidos (en concreto Liquidación de Ling Ma). Y muy pronto publicará su primer poemario en La Bella Varsovia. Además, a partir de septiembre dará clases en la Universidad de Pekín. Este inquieto lector y fan declarado de Borges atiende al periódico en un bar del Zaidín, su antiguo barrio, donde habla de muchas cosas que importan. El futuro de la literatura está aquí y se llama Munir Hachemi.

-¿Cómo ha pasado estos meses?

-Cuando empezó la pandemia estaba con la tesis. Vivía aquí detrás, en un apartamento muy frío y oscuro. Estaba yo solo. Pensaba que lo iba a llevar bien. Algún día entenderemos toda la carga psicológica que ha conllevado esto. No la entendemos. Hay días que me pongo súper triste por nada. Muy raro y duro todo. Incluso los que no lo hemos pasado tan mal quizá, todavía no nos hemos dado cuenta de la mierda que ha sido esto. Unos días después de declararse el estado de alarma, tuve la precaución de irme a vivir con unas amigas a una casa con terraza en el Albaicín. Seguía con la tesis y traduje Liquidación de Ling Ma (Temas de hoy). Un libro muy chulo sobre una pandemia mundial que acaba con la población de Estados Unidos (ríe). Fue escrito en 2017. Se ha traducido ahora porque es el libro que predijo el virus.

-¿Cómo se sintió traduciéndolo en pleno confinamiento por una pandemia?

-Me encantó porque es un librazo. No lo pensé demasiado. Lo separé de lo que estaba viviendo. Se trata de un libro de ficción. Todo lo demás fatal: engordé un montón, no podía hacer deporte. Pero estaba con mis amigas y fue maravilloso. Tener compañía y terraza y estar en el Albaicín no es lo mismo que estar aquí (en alusión a su piso frío del Zaidín).

-¿Una crisis mundial para nada es sinónimo de productividad?

-En unas circunstancias normales no habría sido sinónimo de productividad, pero la mantuve porque no me quedaba otra. Tenía un calendario bastante apretado. Era mi último año de tesis. Hubo días que no pude. Mi abuelo murió en marzo por coronavirus. Eso fue duro. En esa época no pude trabajar. Luego había veces que sí y otras que no. Igualmente debía sacarla. Tenía una fecha de depósito.

-Es uno de los seis españoles seleccionados en la lista Granta. ¿Por qué cree que lo han elegido?

-Es una pregunta que no me corresponde responder a mí, sino al jurado de Granta. No sé… Me presenté por si colaba. Nos preseleccionaron a 70 de los que luego fuimos 25. Nos pidieron un relato. Yo no mandé un relato parecido al de la novela que envíe, Cosas vivas. Mandé algo parecido a lo que estaba haciendo ahora para no llamar engaño a nadie. Me daba mucho miedo encasillarme en ese tono de la novela.

-Los medios están obsesionados con las listas. ¿Qué valor les da?

-Está claro que tiene una contrapartida económica. Esto se paga; hay un premio en metálico por aparecer en Granta. Ahora habrá seguramente traducciones de la novela, lo siguiente que saque recibirá otra atención. Me gusten o no, las listas están ahí y son parte del ecosistema literario. A veces sí me gustan. Las listas siempre invisibilizan algo, a todos los que no están en la lista. Hace poco leí una antología de ciencia ficción china contemporánea. ¿Cuánta ciencia ficción habré dejado de leer por leer esta? Pero a la vez qué ventana me ha abierto tan buena a la ciencia ficción china, que no conocía nada. La lista de Granta reúne a los 25 mejores escritores en lengua española. Eso es absurdo. Ellos lo saben. No puedes distinguir a los 25 mejores escritores de una lengua. A saber si hay 25 buenos escritores en una generación. Eso me parece mucho decir. ¿Cuánta gente no se habrá presentado a Granta? Quizá no estamos preparados para leer lo que otros están escribiendo.

El autor de 'Cosas vivas' posa para Granada Hoy El autor de 'Cosas vivas' posa para Granada Hoy

El autor de 'Cosas vivas' posa para Granada Hoy / Antonio L. Juárez / PhotographersSports

-¿Qué cree que tiene en común con escritoras como Cristina Morales o Andrea Abreu? ¿Esa mirada crítica y descreída hacia este mundo?

-He leído a las dos. No creo que todos, pero sí que creo que has dado con una tecla, con una línea de fuerza. No me siento una persona cínica. Me considero bastante crítico con lo que no has sido dado: nuestra educación, nuestra cultura. Intento mantener una mirada lateral sobre nuestra cultura y nuestro ecosistema literario. La literatura que vale la pena leer muchas veces tiene que ver con la especulación lingüística y literaria, con el no conformismo con lo que se nos ha dado. Lo primero que se nos da, de hecho, es el lenguaje. Aunque parezca una cosa no política, el lenguaje quizá es lo más político de todo.

-Si no lo nombras, no existe.

-Efectivamente. Tener esa mirada lateral sobre tu propio lenguaje quizá ya te posicione de alguna manera en cierto escepticismo político, lo cual no es una regla universal. Ha habido escritores buenos muy reaccionarios. El propio Borges, que es mi escritor de cabecera. Era extremadamente conservador en lo político en la madurez. Aunque eso habría que matizarlo.

-¿Esta nueva generación de escritores, los seleccionados en la lista, es más proclive a mezclar géneros y también sinónimo de ecologismo, feminismo y conciencia de clase?

-Lo que yo me pregunte es si se hubiera hecho un Granta en los 80, con los autores que tenían menos de 35 años, si no habría pasado lo mismo. Si no estarían revisando todos estos temas. Me preguntas hasta qué punto nuestra generación revisa con más intensidad los postulados que nos han venido dados de nuestros padres que otras generaciones. No lo sé. Que los revisamos, sí. Hay una crítica frontal. El tema del género de las personas no está tan presente en Granta. Hay gente que lo trabaja con naturalidad y lo hace el centro de su relato, pero no está tan presente. Mi relato es una reflexión sobre el cuerpo, la normatividad y qué es la norma y la norma sobre el cuerpo. Pero seguramente hay gente que no lo lee así. Mucha gente lo lee como una relato existencialista, cosa que no es para nada.

-¿Se habla de la gordofobia en él? Sigue siendo un tema tabú. Se habla mucho de cómo se excluyen a las personas en función de su color de piel o su género, pero también por su peso.

-No se habla de ello. Es algo que todavía no se trabajado en literatura. Hay un libro que se llama Muerta de hambre de Fernanda García Lao. Hay más sobre la intersección de la gordofobia y el feminismo. Bob Pop va a sacar una serie que se llama Maricón perdido, y por lo que he visto en el tráiler se trata el tema de la gordofobia. Parece que está empezando a despuntar. No sólo que te preocupe algo políticamente sino que sepas expresarlo literariamente. Nuestres hijes, los hijos de nuestra generación, también van a revisar cosas que nosotros hemos dado por hecho.

-En las librerías hay mucha autoficción. Ana Iris Simón, Anna Pacheco y Kiko Amat son algunos de los ejemplos. ¿Le gusta o le repele el género?

-Cosas vivas se puede leer como una autoficción, pero también como una parodia de las autoficciones (ríe). Es un género súper interesante porque vivimos un momento de hiperexposición. Yo ahora estoy haciendo esta entrevista y la imagen que se desprenda de ella va a influir en cómo se me lea. Esto no pasaba tanto hace 70 años. El tiempo no es que nos ponga a cada uno en su sitio, si que nos proporciona cierta distancia para leer. Si alguien me cae muy mal, alguien del panorama literario, lo voy a leer con cierta animadversión. La autoficción tiene que ver con jugar irónicamente con la figura de autor. La autoficción es la conciencia de estar interviniendo en el mercado literario, en la figura tuya, estar modificándola en tus propios textos y muchas veces mintiendo para crear una figura que no es la real. Eso sigue siendo muy interesante. Pero lo percibo agotado.

-La novela Cosas vivas tiene que ver con sus vivencias pero no necesariamente cuenta al cien por cien quién es, o lo que pasó exactamente. ¿Dónde está el límite entre lo que escribe y lo que guarda para usted?

-La vergüenza y el pudor, que a veces es valioso en literatura y en entrevistas. A saber que hay ciertos temas de los que es mejor que te calles hasta que no tengas una idea clara. Hablo de un pudor intelectual. Tengo derecho a escribir lo que quiera. Pero debe de haber pudor. Mira estos autores que llegan al éxito y se ponen a publicar los borradores que tenían en los cajones.

Otra foto de Hachemi Otra foto de Hachemi

Otra foto de Hachemi / Antonio L. Juárez / PhotographersSports

-Hace poco leí una columna de Isabel Coixet donde decía que hoy día no se podría escribir Escupiré de Boris Vian. ¿Impera por encima de todo lo políticamente correcto?

-A mí no me gusta el término políticamente correcto. La gente más reaccionaria ha puesto de moda el término porque se quieren ver a sí mismos como rompedores. Un ejemplo es Juan Soto Ivars. Tú no eres rompedor, tú eres de derechas. No pasa nada. Eres un reaccionario. Vamos a llamar las cosas por su nombre. Fernando Sánchez Dragó se autodenomina políticamente incorrecto. Te dice: "Hoy en día ser de derechas es lo verdaderamente revolucionario". No, Fernando. No lo has entendido. Vuelve a tu cueva. Si es verdad que hay una reflexión sobre la identidad que antes no existía tanto y que te lleva a plantearte cosas. ¿Cuántos personajes femeninos hemos visto escritos por hombres que dan vergüenza ajena? ¿Significa esto que un hombre no pueda escribir personajes femeninos? No. Está bien para que lo podamos criticar y ver cuánto de obvio es ese problema de usurpar la identidad del otro. Si se hace con cuidado se puede llegar a narrar algo que no está relacionado con tu propia experiencia.

-En una entrevista hace tres años me comentó que prefería poner copas a sacrificar ese espacio de libertad que es para usted la literatura. ¿Sigue pensando lo mismo?

-Sí. He encontrado mi lugar vital en ese espacio entre la literatura y la traducción. Por algún motivo se paga mejor que la literatura. Es algo que me sorprende mucho. ¿Por qué puedo vivir de traducir y no de escribir? Te pongo un ejemplo: una revista británica me pide un fragmento de un cuento. Lo cedo. Y lo traducen y al traductor le pagan porque se entiende que es un trabajo. Pero no se entiende que escribir es un trabajo. No termino de entenderlo. Me parece violento para con la gente que nos dedicamos a esto. Respeto muchísimo a la gente que defiende que la escritura debe ser un oficio, pero yo no sé cómo hacerla un oficio. Si hoy día en el sistema en el que estamos es un trabajo, va a ser un trabajo asalariado. Si es un trabajo asalariado escribes para el tercero. Para mí, hay que mantener eso, un espacio de no vivir de la literatura.

-Remedios Zafra denuncia en su ensayo El entusiasmo que en las profesiones creativas hay mucha precariedad.

-Lo interesante es que no encajan en el capitalismo. Este tatuaje (se señala a un cangrejo tatuado en un brazo) va de eso (ríe). Es una antigua fábula china de un artista que le hacen pintar un cangrejo. La profesión artística no encaja en el capitalismo. El capitalismo llevan intentando segmentarla siglos, pero no termina de encajar. Donde radica todo esto es en el valor de la obra artística. ¿Cómo se tasa un buen cuadro? ¿Una buena novela? La calidad no se mide en horas de trabajo. En la fábula hay un sabio chino al que un emperador le pide que le pinte un cangrejo. Le pide diez años y diez sirvientes. Pasan los diez años y el último día le anuncian que llega el emperador. Él se levanta de la cama y dibuja el cangrejo más perfecto que jamás se había visto. ¿Cuánto tarda en dibujar ese cangrejo? ¿Cómo se tasa esa obra? La literatura tiene algo que ver con esa tensión con el mercado capitalista.

-Ha nacido en Madrid, pero vive en Granada. ¿Qué opina del socialismo o libertad de Ayuso? ¿Se ha cruzado con un ex en Madrid?

-Viven todas fuera (ríe). Va más allá de Ayuso. El supremacismo madrileño incluso cala en la izquierda. Quizá llamarlo supremacismo es una exageración. Cuando me vine a Granada sentía que aquí me faltaba cosas que realmente no me faltaban. Idealizaba la ciudad. Yo voy a Madrid de vez en cuando. Me encanta Madrid. Igual Granada. Me encanta porque tengo una historia, una familia y unos amigos. He vivido en el centro y en el periferia de Madrid. Pero no vives en Madrid, vives contra ella. Cuando hablo con mis amigos me envidian. Todos se quieren ir de allí.

-A final es el centro de poder y los trabajos están allí, pero a nivel de calidad de vida. La contrapartida de venirte al sur es que las condiciones laborales son pésimas.

-El debate de vivir a la madrileña, de que se vive mejor en Madrid, oculta otro debate. Es el centro de poder y donde se distribuye la información. Que el 90% de los medios tengan las sedes principales en Madrid condiciona. Condiciona la identidad nacional. La moción de censura que se planteó en Murcia fue noticia diez minutos hasta que Ayuso abdicó.

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