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'Nube negra', la canción que García Montero escribió a Sabina para ayudar a superar la depresión

  • Tras su 'marichalazo', el músico se sumió en una depresión que lo tuvo fuera de los escenarios varios años

Sabina y García Montero en una imagen de archivo.

Sabina y García Montero en una imagen de archivo. / G. H.

En 2001, Joaquín Sabina sufrió su marichalazo, lo que, en lenguaje común se traduce en un infarto cerebral que lo mantuvo durante mucho tiempo alejado de los escenarios y la música. Fueron los tiempos de la depresión, los vacíos, la luz apagada,... Años también en los que se refugió en sus amigos más íntimos, entre los que se encontraba Luis García Montero, al que conoció en su etapa en Granada.

Pese a todo, aquel refugió no estaba en la Alhambra, sino en Cádiz, en Rota concretamente, convertido en el lugar de verano de los poetas líricos. Fue en una de aquellas reuniones en las que apareció el ahora director del Instituto Cervantes con la letra de una canción con la intención de que el autor de Lo niego todo volviese a coger la guitarra que había guardado en su estuche después de aquel incidente.

Cuando solo recibo noticias de la muerte / Cuando corta la espada de lo que ya no existe / Cuando deshojo el triste racimo de la nada”, rezaba aquella letra escrita por García Montero que, como el propio Sabina reconocía en una entrevista, surtió efecto y, emocionado por aquellos versos, corrió a coger la guitarra para cantársela a su autor y al resto del grupo de Rota.

También surtió otro efecto, Joaquín Sabina volvió al estudio para dar a luz Alivio de luto, publicado en 2005 y que fue el primer trabajo del jiennense tras Dímelo en la calle (2002).

En aquel disco –que también incluía una canción a cuatro manos junto a otro poeta lírico, Benjamín Prado–, Joaquín relataba su paso por la depresión, como una especie de crónica, siendo aún fiel a ese “lector voraz de periódicos” que siempre ha sido y que, de nuevo, le inspiró Pablo Del Águila durante su, breve, coincidencia en Granada, cuando despertaban de madrugada para poder leer la prensa y conocer qué ocurría en las revueltas de Francia.

Vinagre y rosas, 500 noches para una crisis, Lo niego todo y, por supuesto, Contra todo pronóstico –a los que habría que añadir la infinidad de trabajos con su otro amigo, Serrat, Dos pájaros de un tiro, La orquesta del Titanic y En el Luna Park– vinieron después de que se produjera aquel marichalazo y se disipara finalmente la nube negra, que lo tuvo apartado durante varios años de la música, con su legión de fans, sin duda, guardando el luto.

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