Festival de Música y Danza de Granada

Olga Pericet y Carmen Amaya, hermanadas por el dolor, el baile y la libertad

  • La bailaora cordobesa encandila al Festival en el estreno de su nuevo montaje, una propuesta flamenca pulcra, innovadora y emocionante donde reivindica el inmenso mito de La Capitana

Olga Pericet mostró su energía en el escenario

Olga Pericet mostró su energía en el escenario / Álex Cámara

"Todos los que nos acercamos a su figura nos quedamos atrapados por su genio y su figura, por su talento, por la generosidad, por su fama internacional. Te acercas al personaje de Carmen y no desaparece la leyenda porque el personaje es gigante, enorme". Lo dice Montse Madridejos, investigadora de flamenco, al final del Imprescindibles de La 2 dedicado a Carmen Amaya. Olga Pericet sintió exactamente lo mismo cuando empezó a estudiar la figura de la bailaora hace un año.

Impresionada por su carisma, su fragilidad velada y su manera libérrima de bailar, la artista cordobesa ha elaborado un nuevo espectáculo, el más complejo de su carrera, donde conversa con el mito de Amaya y su inmortal legado. Ayer, el público granadino tuvo la oportunidad de ver Un cuerpo infinito –un título con infinidad de lecturas– en el Teatro Isabel la Católica, en el marco del Festival.

La propuesta flamenca pulcra, innovadora y emocionante de Pericet se metió en el bolsillo al público, que no pudo contener la emoción entre número y número (muchos estallaron en aplausos y olés). La cordobesa buscó a La Capitana en el espacio exterior imaginado, al que se hizo referencia a través de la puesta en escena (escafrandras, reverb en el cante, monos plateados parecidos a los de los astronautas, proyecciones, grabaciones en off) y la dramaturgia contemporáneas.

Pericet se presentó en el escenario, enfundada en pantalón, para bailar palos asociados a la catalana como el garrotín –palos perfectamente cantados por Inma La Carbonera y Miguel Lavi al cante–. Brazos rectos e infinitos, giros veloces, ágiles piernas y arte por los cuatros costados. Poco después, la danza contemporánea y la danza teatro se adueñaron del escenario. Mientras, sonaba un cuarteto lírico formado por Elvira Sánchez, Elena Sánchez, Simón Drago y Mario Méndez. La guitarrista Antonia Jiménez y el trompetista Jorge Vistel no tardaron en sacar brillo a sus instrumentos.

El particular universo de Olga Pericet El particular universo de Olga Pericet

El particular universo de Olga Pericet / Álex Cámara

La artista ya había adelantado en su encuentro en la Platería hace unos días que durante el espectáculo viviría "una especie de posesión corporal donde hay movimientos icónicos de Amaya". La coreógrafa deconstruyó uno de los números más famosos de La Capitana, ese donde bailaba por soleas con una inmensa bata de cola blanca y tocaba las castañuelas.

A pesar de su complexión física menuda, que comparte con la gitana, consiguió domar la bata mientras mantenía los brazos y la cabeza perfectamente erguidos cual bailarina de danza clásica. Tampoco se olvidó de exhibir su técnica de zapateado, que pasaba del 0 al 100 en cuestión de segundos. Fue Carmen Amaya quien introdujo el zapateado tan fuerte.

Una voz en off contó las manías de Carmen Amaya antes de actuar (llegar con dos horas de antelación al teatro, café, pitillo, y pegar cuatro 'pataitas' encima del escenario), y en la pantalla se proyectó la presentación de la gitana en la tele americana. La bailaora emuló a continuación el ambiente que la catalana conoció durante su estancia en Estados Unidos mientras el elenco de artistas cantaba Sing, sing, sing y luego Dos gardenias.

La cordobesa despidió su bestial actuación bailándole en silencio al dolor de Amaya por su enfermedad renal, que al final es  "el mismo dolor que llevamos muchas bailaoras en las rodillas, las caderas y el corazón". Este, el de Un cuerpo infinito, es un viaje a las entrañas de Olga Pericet y de Carmen Amaya, hermanadas por el baile flamenco, la libertad y el dolor. La mítica canción de Todo tiene su fin puso la nota dramática al desgarrador final. El Isabel la Católica se puso en pie y le regaló a Pericet y al elenco un emocionante aplauso de cinco minutos.

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