Omar Meza: “La conciencia social que tenía Lorca era preciosa”

Entrevista

El mexicano está al frente de la compañía DA.TE Danza, que hoy estrena en el Teatro Alhambra ‘En tierra de nadie’, una reflexión sobre la migración y el racismo enfocada a los más pequeños

Omar Meza en una imagen de archivo. / Antonio L. Juárez / Photographerssports
Miguel Navas

14 de octubre 2022 - 05:00

Si alguien conoce bien las fronteras y su papel en la geopolítica, ese es Omar Meza. El mexicano viajó a Guatemala para trabajar sobre los derechos de los indígenas que mataban y “siguen matando”, con el objetivo de empoderarles y enseñarles cuáles eran sus derechos. Tras esto regresó a su país para empezar a trabajar en distintas compañías de danza, una profesión que ya no abandonaría. Después, tras un viaje a Venezuela, cruzó el charco hacia Alemania, donde siguió formándose como actor teatral. A partir de ahí empezó a viajar hacia el sur, hasta llegar a Granada, donde fundó la compañía DA.TE Danza, que hoy estrena en el Teatro Alhambra En tierra de nadie, una obra, coproducida con la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, que reflexiona sobre las guerras, los éxodos poblaciones que provocan y el racismo y enfrentamiento entre los distintos países, todo ello enfocado al público joven.

–¿En qué se diferencia el teatro juvenil del dedicado al público adulto?

–Bueno, nosotros preferimos llamarlo un espectáculo para todos los públicos, que además se presenta también en la calle. Está pensado para adolescentes, sí, pero también lo pueden disfrutar los adultos. Yo siempre digo que hay una diferencia entre entretenimiento y arte y está en lo que le ofreces al espectador. Yo intento hacer obras de arte y esa es la diferencia, el lenguaje que utilizas para cada público, cómo usas la herramienta, los interpretes, el escenario,... cómo se lo muestras al público.

–Muchas veces se piensa en hacer un contenido sencillo para los más pequeños, ¿se puede entonces ofrecerles otro tipo de contenido?

–Efectivamente. Creo que tenemos la gran suerte de que existen otras formas de educar, que están rompiendo con toda esa estructura arcaica, pasada de moda, donde lo infantiloide estaba bien visto y ahora vemos que no. Los niños desde 0 a 18 años necesitan de una educación estructurada, un niño que va a la educación infantil no va a que le guarden, como un coche, va a aprender a ser autónomo, a estudiar,… está aprendiendo a estar en la vida y eso es lo que hay que hacer. Piensa por ejemplo que en el colegio te enseñan los derechos humanos y habláis sobre ellos, entonces podrías reflexionar sobre nuestro sistema socioeconómico y político, porque una vez que hablas sobre los derechos sociales estás hablando de todo lo que conlleva esto, una serie de derechos que nos llevaría empatizar con la sociedad. Esto ha quedado claro en los testeos que hemos hecho de En tierra de nadie , haciendo debates con los chavales, debatiendo con diferentes edades vemos cómo es un tema que les interesa y al que nosotros le quitamos el foco hacia las personas y negamos sus capacidades y ese es uno de los grandes errores de nuestra estructura social.

–¿Tienen entonces los adultos que aprender de los jóvenes?

–Por supuesto. Por ejemplo un niño reflexionaba sobre las guerras y decía que solo sirven para pelearse por un trozo de tierra, a mí me parece flipante. Si lo analizamos desde una perspectiva antropológica veremos la forma que tiene porque creo que todos los seres humanos tenemos esa conciencia social que vamos perdiendo a medida que crecemos y es verdad que nos reconducen a otras formas, pero un niño tiene capacidad de reflexión mientras que los adultos vemos el mundo desde una perspectiva más pobre.

–Habla de enseñar derechos a los más pequeños para enseñarles a empatizar. Seguro que habrá muchos colectivos que los tachen de adoctrinantes.

–Ese comentario me lo hizo una compañera en un espectáculo que es ¿Cuál es mi nombre? [una obra anterior de la compañía centrada en la transexualdidad]. Me dijo que estaba adoctrinando a los niños para que sean transexuales, pero nada más lejos de la realidad. Mi objetivo que no es los niños cambien de sexo, lo que yo hago es ponerle una realidad delante para que sepan que existe. Cuando hago un debate con los niños en los teatros es maravilloso, el respeto que tienen hacia la gente, saber que existen personas diferentes,… no es decirle “ahora tienes que ser transexual”, que además sería muy pobre pensar que mi compañía intenta hacer política o apología de esto. ¿Qué se intenta hacer con este espectáculo? Pues simplemente reflexionar sobre ello, empatizar con lo que está pasando en nuestra sociedad. Creo que ese es al final el verdadero objetivo de la compañía.

–La obra se centra en un conflicto bélico y es imposible no acordarse de Ucrania.

–Cierto, pero si vemos qué está pasando en el mundo en 2022 vemos que no es solamente Ucrania. Ucrania es solo una de las guerras de las que se habla, que tenemos más presente, pero hay muchas guerras. Yo me considero un artista al que le gusta reflexionar sobre la realidad, sobre los temas que atañen a mi sociedad y mi mundo entero, podría hacer un trabajo de entretenimiento, que el público lo vea y ya está, pero a mí me gusta más los temas que van más allá y ofrecer algo más en mis obras.

–No toda la cultura tiene que servir para evadirse, ¿no?

–Eso es lo interesante del arte, cuando vas a ver una gran obra como el Guernica, cuando te plantas ante esa obra que te estremece, te toca el alma, es maravilloso. ¿Cuál es la función del arte?, yo creo que hacer al humano más humano, tocarle el corazón, hacerle sentir que está viva, que sueña, que se ilusiona, puede salir triste,… es maravilloso. Para mí, esa es la función de mi trabajo como artista, aunque es muy complicado y requiere un compromiso enorme en tu vida.

–Además de abogar por la igualdad, la compañía incluye un joven guineano como bailarín. Predica con el ejemplo.

–Cuando empezamos el proyecto vimos la necesidad de entender también quiénes son las personas migrantes y refugiados y comenzamos a trabajar con psicólogos, trabajadores sociales,... para profundizar en este conocimiento. Entonces de ahí es cuando empieza a desarrollarse el cómo lo hacemos, entonces decidimos invitar a unas personas, le dimos talleres, trabajamos con ellos para intentar empoderarles y decirle que pueden ir a otros espacios finitos como es el arte, pueden tocar el arte, pueden ir al teatro, porque piensan que está prohibido ir al teatro porque es para la élite. Otro objetivo es que se podían formar en cosas finitas, como todo lo que conlleva el trabajo artístico e integramos a dos personas dentro de la compañía con el mismo estatus y nómina de un bailarín para permitir el desarrollo de esa persona y es lo que hemos hecho con Ibrahima y ha sido maravilloso el proceso.

–Eso de alejar el arte de las élites suena mucho a Federico García Lorca.

–(Risas). Sí, Lorca en una conferencia habla de esa reivindicación de la posición socioeconómica, cultural y de privilegio de un artista, por eso él se lleva el teatro a la calle y actúa en los pueblos y es preciosa la conciencia social que tenía y habla de esto también. En El Público dice que dan limosna para callar sus conciencias, eso me hace pensar que nuestras sociedades no necesitan limosnas, necesitan educación y cuando hablamos de educación nos preguntamos también generalmente si solo los migrantes y los refugiados necesitan educación, pero nosotros también necesitamos educación si no sabemos cuales son nuestros derechos humanos.

–Entonces, ¿el teatro es un arma cargada de futuro?

–Lo creo. El arte es transformador y te empodera. A mí el arte me ha transformado y puedo hablar con conocimiento de causa. El arte te empodera y te transforma y te hace una persona quinta

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