Obiturario

Réquiem por la luz dormida

Rafael Guillén en la puerta de la Casa de los Tiros.

Rafael Guillén en la puerta de la Casa de los Tiros. / Archivo (Granada)

(De esta vida loca, loca, loca con su loca realidad, que se ha vuelto loca, loca, loca por buscar otro lugar. Pero le provoca este sufrimiento y no me abandona porque a mí me toca esta vida loca. -Francisco Céspedes-).

Se le ha muerto al mundo uno de los grandes referentes de la poesía, de la literatura española, es cierto; pero a mí se me ha muerto un amigo, un caballero, un intelectual, un hombre bueno y los buenos amigos, como los padres y las madres buenas, no deberían morir nunca.

Pepe Hierro en su poema Don Antonio Machado tacha un número de teléfono en su agenda decía: “Borra de tu memoria/ este número de teléfono./ 2-6-8-1-4-5-6./ Táchalo de tu agenda./ Si ahora marcaras ese número que no puede escucharte,/ nadie respondería. Ese número sordomudo:/ 2-6-8-1-4-5-6./ Borra, olvídalo, tacha ese número muerto:/ es uno más, aunque fue único./ Las hojas de tu agenda tienen más tachaduras/ que números y nombres. Ya quedan menos a los que llamar (…)”

Este 4 de mayo he de tachar de nuevo otro número importante más de mi agenda, y un trozo de mi corazón se queda en cada tachadura. Siempre odié los borrones en los escritos, pero esto no son escritos lo que borro, sino la vida de un amigo y eso… ¡duele tanto!

Y vienen a mí días felices en los que los poetas más íntimos nos reuníamos para tomar una cerveza y hablar de “lo divino y de lo humano de nuestro mundillo loco” y también de literatura, de poesía. Y llega tu voz dulce y sosegada, Rafael, que entre lecturas y bromas dabas el pulso a lo que allí se hablaba; y la tuya, Salvador (Alonso) tan silenciosamente presente siempre; y también la tuya Julio Alfredo (Egea) eterno, cariñoso y atento; y la tuya Manuel (Villar Raso) con tus relatos nos traías olor a otras tierras y a otros atardeceres muy lejanos; y la tuya Pilar (Argáiz) simpática, cariñosa y vital…Y, como tú dices, Rafael, en tu poema dedicado a la muerte de tu madre (“Epitafio para el quinto aniversario de tu muerte”):

(…) No puedo con tanta vida hoy que te recuerdo (…), Rafael.

Los muertos hablan cuando la vida calla y hoy la vida se ha parado para recordar tu voz… y no puedo con tanta vida hoy que te recuerdo… y me duele Nina. ¡Pobre Nina! ¿Qué hará sin ti, Rafael?

¿Eva? Te estoy escuchando en este momento, llámame dentro de un rato, cuando calcules que ya haya terminado tu programa. Y te llamé. Eva mi agradecimiento eterno por tu cariño y por este programa lleno de cosas bonitas y de cariño, pero advierte a los oyentes que las canciones que has puesto para ilustrar no son mías. Eres increíble, Rafael, siempre yendo más allá de todo. No te preocupes, son canciones famosas y todo el mundo sabe su autoría. Me ha encantado, pero no sé qué he hecho yo para merecer tanto reconocimiento. Ser tú, Rafael; ser tú.

Y hablamos de Nina –tu fiel y leal compañera, la madre de tus hijos, “tus pies y tus manos” como la llamabas-, de los muchos años que habéis pasado juntos y del regalo que os había hecho la vida con manteneros juntos y tan unidos hasta el fin de vuestros días. ¿Cómo está Irene? Muy bien, os echa de menos. ¿Y los niños? Haciéndonos mayores, Rafael. Dales muchos besos, decía Nina. Un fuerte abrazo, dijiste tú. ¡Si hubiera sabido que te me irías tan pronto hubiera corrido a tu casa para darte el beso y el abrazo tuyo que me ha faltado, amigo!

Y te busco allí, después del baile, donde tú dijiste que te buscáramos y te nos has ido para siempre, Rafael querido, solo, en el centro de la pista, después del baile.

Lleva buen viaje y que Dios te acoja en su seno.

Descansa en paz, mi amigo.

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