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Rudofsky, el azote de los modernos

  • El Centro José Guerrero inaugura una muestra en homenaje al polifacético arquitecto, que compartió su interés por la tradición con el artista granadino

Bernard Rudofsky fue un hombre al que la palabra polifacético se le quedaba corta; y aunque muchos miran con horror a los que llevan sandalias, para él eran todo un síntoma de modernidad, con lo que los turistas con chanclas y calcetines que asolan las calles del centro harían sus delicias. Arquitecto, crítico, comisario de exposiciones, investigador, fotógrafo y profesor universitario, miraba con auténtico horror los cuerpos de las mujeres "deformados" por la moda, aprisionados por un corsé o haciendo equilibrios sobre tacones imposibles, víctimas del rigor de los códigos sociales. Así que se lanzó con entusiasmo a la realización de sus propios diseños, amplios y baratos, llegando a ser considerado como el introductor de la sandalia en EEUU. Pero también dignificó la arquitectura popular de los pueblos de la Alpujarra bajo el lema Arquitectura sin arquitectos. Este indómito personaje es el protagonista de la nueva exposición del Centro José Guerrero, Bernard Rudofsky. Desobediencia crítica a la modernidad, que ayer se inauguró dentro de los actos programados con motivo del centenario del artista granadino. Rudofsky y Guerrero se conocieron en Nueva York y, cuando el creador de La brecha de Víznar se trasladó a Nerja, su amigo le siguió tiempo después para establecerse a pocos kilómetros en Frigiliana. Allí compartieron una misma idea de defensa del acervo cultural y tertulias donde el sentido del humor era el primer plato.

La muestra, que es un homenaje a Lisa Guerrero, hija del pintor fallecida en 2009, tiene su origen en 2005, cuando Lisa Guerrero advirtió públicamente del peligro que corría la casa de Rudofsky en Frigiliana, en la que el 'azote de la modernidad' había volcado todos sus conceptos arquitectónicos. Según Yolanda Romero, directora del Centro Guerrero, "se iba a producir un cambio de propietario y se lanzó una campaña para que esta vivienda fuera declarada Bien de Interés Cultural". A esta iniciativa se sumaron, entre otros, el Premio Pritzker de ese año, Thom Mayne, o el arquitecto español Alberto Campo Baeza. Más de cien firmas de prestigio internacional e instituciones como el Instituto de Arquitectura Contemporánea respaldaron la lucha emprendida por el Centro Guerrero hasta que, finalmente, la casa de Frigiliana de Rudofsky fue catalogada como BIC. Aunque no fue un final del todo feliz porque "sufrió transformaciones que están debidamente criticadas en esta exposición", explicó Romero. "Si no nos comprometemos con el patrimonio acaban pasando estas cosas", continuó la directora del Museo de la Calle Oficios, que estuvo acompaña en la inauguración por el diputado de Cultura, José Torrente.

La exposición es la primera muestra monográfica de Rudofsky (Moravia, 1905-Nueva York, 1988) en España y la segunda de Europa, y está compuesta de 200 piezas, incluidas fotos, telas, dibujos, planimetrías y vídeos de este polifacético artista y crítico irreverente que reivindicó la economía, inteligencia y sostenibilidad de las arquitecturas anónimas del mundo. Siguiendo sus planteamientos, Desobediencia crítica a la modernidad muestra su legado sofisticado y sensual y la originalidad de sus críticas mordaces, con un discurso que antepone, sin renunciar al rigor histórico, la lógica visual a la cronológica o geográfica. De esta manera propone un estudio estratificado de su idea de "unas nuevas formas de vida" por medio de una selección de fotografías, diseños, dibujos, publicaciones y planos procedentes de diversas colecciones y, en muchos casos, inéditos. La muestra también recuerda uno de los proyectos más influyentes de Rudofsky: la exposición Arquitectura sin arquitectos, impulsada por el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1964, que en su momento fue censurada y tachada de subversiva por las instituciones del mundo de la arquitectura, pero que finalmente obtuvo el reconocimiento internacional.

La nueva apuesta del Centro Guerrero culmina con el estudio monográfico de la casa de Frigiliana, "auténtico manifiesto del habitar contemporáneo". Calificada como sensual y espartana a la vez, el hogar rudolfskyano reivindica los valores de la arquitectura tradicional, de la economía de lo local, con una arquitectura sencilla de volúmenes y patios y una fuerte dimensión paisajística que parte del respeto al lugar, en contraste con las aspiraciones transformadoras de la arquitectura de autor. "Las arquitecturas andaluzas, consideradas como marginales y que causaban incluso pudor en su época, fueron para él las construcciones del futuro", explicó por su parte Mar Loren, comisaria de la muestra. "Un ejemplo son las cuevas, como las de Guadix o el Sacromonte, que él valoraba mucho por sus condiciones climáticas". En este sentido, Rudofsky no miraba el paisaje andaluz con los ojos de los viajeros románticos y lo ponía como ejemplo de "arquitectura serena" frente la "lacra" de la arquitectura norteamericana.

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