The Sixteen Choir and Orchestra | Crítica

El mejor Monteverdi de Harry Christophers

  • El Palacio de Carlos V vivió la que, sin duda, ha sido una de las mejores interpretaciones de la música de Claudio Monteverdi que jamás se haya vivido en el Festival de Granada

Harry Christophers abordó la obra de una manera muy inteligente

Harry Christophers abordó la obra de una manera muy inteligente / Carlos Gil

El Palacio de Carlos V vivió la pasada noche la que, sin duda, ha sido una de las mejores interpretaciones de la música de Claudio Monteverdi que jamás se haya vivido en el Festival de Granada. El grupo británico The Sixteen, en su doble faceta de coro y orquesta barroca, interpretó bajo la dirección de Harry Christophers la que es una de las mejores versiones de las Vísperas de la Beata Virgen María del compositor italiano que he escuchado en mi carrera. No se trató sólo del balance entre voces e instrumentos, o del juego de disposiciones que desplegó el director, sino más bien el tener la certeza de asistir a una concepción de la obra meridiana y cabal que hace toda la justicia posible a una partitura que es obra cumbre de la música.

Tanto Harry Christophers como su formación The Sixteen son bien conocidos en Granada, ya sea por su prolongada y brillante historia dentro del Festival ya por sus colaboraciones con la Orquesta Ciudad de Granada. Su presencia en nuestra ciudad es garantía de éxito, pues no en vano estamos ante una de las mejores formaciones de música antigua a nivel mundial. Pero incluso en el Parnaso se puede brillar de vez en cuando con mayor esplendor, y ese fue el caso de la cita de este año con la música de Monteverdi. Las Vísperas de la Beata Virgen María resulta una obra de gran exigencia vocal e instrumental, sobre todo si se aborda su interpretación con criterios historiográficos; esta obra inaugura, en cierto modo, una concepción barroca de la polifonía religiosa, y trasciende aspectos estéticos y de escritura que la hacen singular en el repertorio no sólo del autor, sino de todo el entorno coetáneo.

Harry Christophers abordó la obra ahondando tanto en la semántica de los textos como en la teatralidad de la obra en sí, todo ello ofreciendo como es habitual la más alta cota de calidad interpretativa. Desde la primera entonación del Deus in adiutorium, que a modo de fanfarria abre la obra (es inevitable reconocer el parentesco con la Tocata del Orfeo del autor), cada uno de los doce números siguientes fue una lección de estilo. La partitura de Monteverdi incluye varios motetes tratados a modo de Concerto, ahondando en una nueva concepción de la monodia, más cercana al recitativo operístico. Para ello contó con varias voces privilegiadas, destacando la de los tenores Jeremy Budd y Mark Dobell, quienes en varias ocasiones se encargaron de estas entonaciones. También cantaron a dúo en varios fragmentos, como el bellísimo Duo Seraphim o en el concierto Audi, caelum, en el que el segundo realizó un eco desde la escalera renacentista del Palacio de Carlos V, creando un efecto sonoro muy oportuno.

Uno de los momentos del espectáculo de The Sixteen Choir Uno de los momentos del espectáculo de The Sixteen Choir

Uno de los momentos del espectáculo de The Sixteen Choir / Carlos Gil

Fueron varias las ocasiones en las que Harry Christophers sacó el máximo partido al espacio sonoro en el que se desarrollaba el concierto, a priori poco afortunado para la polifonía barroca. Sin embargo, la perfecta compensación de los efectivos instrumentales y la oportuna utilización de las voces dotaron de brillantez y claridad a la interpretación de esta obra colosal, como cuando hizo dialogar a los tenores desde la logia superior o cuando acercó a las sopranos Haty Hill y Charlotte Mobbs al frente del escenario para una interpretación del Pulchra es que cautivó a todo el público asistente.

En lo instrumental hay que hablar también de la inteligencia del director. En el centro situó a los instrumentos polifónicos, encargados de realizar el bajo continuo; magníficos estuvieron los intérpretes del órgano, tiorba, arpa, violonchelo y violón. A un lado del escenario los instrumentos más suaves, con los violines y violas y las flautas de pico; al otro, los más potentes, incluyendo el bajón, los cornetos y los sacabuches. De este modo, el conjunto instrumental era utilizado con ductilidad en función de las dinámicas y sonoridades elegidas. Y tras de los instrumentos un coro de veinte personas (solistas incluidos), que igualmente se fragmentaba para realizar pasajes a tutti como el canto inicial, cantus firmus como en la Sonata sobre "Sancta Maria, ora pro nobis" o respuestas a dúo o trío de las partes solistas.

En definitiva, tanto por el rigor histórico como por la calidad musical, el Palacio de Carlos V asistió al que, posiblemente, sea uno de los conciertos más memorables de esta edición: toda una lección de interpretación histórica de la mano del maestro de maestros Harry Christophers.

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