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Tolouse Lautrec la nuit

  • Motril reúne en una muestra un conjunto de carteles que el Club de Partenaires del Musée Toulouse-Lautrec de Albi hizo para rendir un homenaje al pintor y cartelista francés

Al caer el sol, Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Montfa, conde de Toulouse-Lautrec-Montfa, más conocido como Toulouse Lautrec o Lautrec (Hôtel du Bosc, Albi, 1864-Malromé, 1901) vuelve. Esta vez en la Costa Tropical, a las ocho de la noche, de lunes a sábado, cuando todo queda en calma y las temperaturas bajan. Como a él le hubiera gustado, la mejor manera de disfrutar y comprender su obra es con nocturnidad, esa de la que tanto disfrutó en su corta aunque azarosa vida. Así que todos los admiradores de su genial obra, pueden ser testigos del homenaje que le han hecho los diseñadores herederos de sus enseñanzas, más de cien años después de su muerte: Diseñadores para un mito. Homenaje a Toulouse Lautrec. La muestra llega de la mano de Fundación La Caixa y está en el Centro Cívico de la Matraquilla, de Motril, con visitas guiadas por la tarde-noche, pero también se puede conocer de manera individual durante un amplio horario hasta el día 27 de agosto.

Fue precisamente en 2001, año de la onomástica de su fallecimiento, cuando el Club de Partenaires de Musée Toulouse-Lautrec de Albi, se dirigió a los cien de los mejores grafistas del mundo para que, bajo la dirección de Anthon Beeke, rindieran su homenaje a quien había sido un revolucionario visual.

Los creadores respondieron con un entusiasmo inusual. No en vano estos artistas gráficos se sienten sus herederos más directos y sigue siendo un ejemplo de sinceridad, libertad intelectual e innovación. De ahí, que para ellos no es Toulouse Lautrec, sino Henri. En muchos de sus carteles así se refieren a él, con la cercanía de alguien al que parecen conocer personalmente, a pesar del anacronismo.

Del primer artista que en vida pudo exponer su obra en el Louvre, muchos de ellos destacan el erotismo de sus carteles y la fascinación que sentía por los locales de diversión nocturnos, que le llevó a frecuentarlos con asiduidad y a hacerse cliente habitual del Salon de la Rue des Moulins, el Moulin de la Galette, el Moulin Rouge, Le Chat Noir o el Folies Bergére. Éste es el caso de James Victore (USA, 1962), o de Harry Peccinotti (USA), conocido internacionalmente por sus calendarios de Pirelli, en cuya famosa pose ha querido plasmar a una mujer pelirroja, de las que tanto le gustaban al genial artista francés. Pero también de Raymond Savignac (Francia, 1907-2002), Kan Tai-Keung (China, 1942), Pierre Neumann (Australia), Max Kisman (Paises Bajos, 1953), Paula Scher (USA, 1948), James McMullan, Anthon Beeke (Países Bajos, 1940) o Chaz Maviyane-Davies (Zimbaue), con un impactante cartel en el que quiere destacar a través de las partes  íntimas de una mujer en las que se dibuja la cara de Lautrec que lo feo puede llegar a ser bello.

Como anécdota, la persona encargada de realizar las visitas guiadas en Motril, señala el "interés" que aún hoy causa esta parte de la exposición dedicada a la personalidad "bohemia" del pintor, sobre todo, por los jóvenes que suelen frecuentar la concurrida plaza de la Coronación.

Sin embargo, Henri no sólo es para estos autores un cronista del espectáculo y de la noche parisina, sino que también se han basado en sus composiciones actuales en la iconografía que le rodea y en su característica imagen, con bombín negro y bastón. Las numerosas apariencias bajo las que Toulouse-Lautrec se dejó fotografiar han servido como fuente de inspiración a los diseñadores gráficos en su homenaje a este artista. De ahí que la otra parte de la exposición (que consta de 60 obras) se dedique a su seductora personalidad.

En este apartado, los carteles han tenido en cuenta los gustos del artista, como si quisieran agradarle allá donde esté. De ahí que hayan incorporado monogramas, litografías o letras. Parecen tener muy presente que Henri hizo un alarde de libertad tipográfica e integró las letras en las ilustraciones, algo impensable hasta entonces. Fue uno de los rasgos que le hicieron revolucionario. No adoptó ninguna fórmula concreta, llevó al cartel los colores planos o las perspectivas trazadas a partir de los contrastes figura-fondo. A esto hay que añadir la originalidad de sus encuadres, influencia del arte japonés, que se manifiesta en las líneas compositivas diagonales y el corte repentino de las figuras por los bordes.

Según el comisario de la exposición, Xavier Erra, la muestra descansa sobre cinco patas fundamentales: "el humor, el erotismo, como recurso del cartelismo tanto en su época como ahora, la provocación que está innata en él, como una capacidad de provocar a los burgueses de entonces, el buen gusto y la hipocresía, de manera que sus carteles se convertían en auténticos puñetazos visuales, no sólo por su atractivo y sus recursos gráficos, sino por su provocación". Los otros dos elementos que respira constantemente la muestra son "los recursos para comunicar, para saber atraer al público, se trata de estrategias de comunicación que dominan los diseñadores gráficos". Y, por último, el arte. "De ahí que la muestra es un doble homenaje: A este monstruo de la pintura, pero también al Salon des Cent, al que hacen referencia muchas de las obras, una exposición que ya existía en Francia a finales de siglo sólo de carteles, en la que participaban los mejores cartelistas de la época, y se consideraban ya entonces auténticas obras de arte".

Como prueba de ello, Isidro Ferrer (España) le imagina con humor con un dedo de nariz de la que cuelgan unas gafas, Günther Kieser refleja también sus lentes y el bombín, junto al monograma y las letras del revés, o Javier Mariscal (España, 1950) le ve encorbado en una de sus características figuras. Mieczyslaw Wasilewski (Polonia, 1942) dibuja incluso su cara con letras o Swip Stolk (Países Bajos, 1944) incorpora a su imagen plumas, como un artista más de un espectáculo de vaudeville, un término que le hubiera gustado a Henri, que significa voz del pueblo (en francés, voix de ville), al que siempre quiso pertenecer en repulsa al tratamiento que le dio la nobleza a la que pertenecía. Y el pueblo, 111 años después de su muerte, le devuelve su gratitud y admiración en forma de homenaje.

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