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El Zaidín resiste

  • Hoy arranca la 30 edición del Festival más popular de Granada envuelto, por desgracia, más en cuestiones políticas y presupuestarias que en logros musicales

Hoy por fin comienza la XXX edición del Festival Zaidín Rock. Y lo hace como ha venido siendo norma habitual en estos treinta años, con entrada libre como corresponde a unas fiestas de carácter popular. La Asociación de Vecinos del barrio, organizadora oficial del evento y su principal impulsora, ha luchado para que así sea con toda su energía, su mejor voluntad y tal vez no toda la razón. En su larga trayectoria, el que pasa por ser el decano de los festivales gratuitos del país ha rondado la polémica edición tras edición. Desde la visita obligada que tuvieron que hacer los miembros de El Último De La Fila a una comisaría granadina en los ya lejanos años ochenta, debido a una denuncia por blasfemias que interpuso un vecino, hasta la más reciente rebelión de los modestos que tuvo lugar hace solo dos años cuando el grupo Hombres Solos se amotinó sobre el escenario negándose a abandonarlo hasta que no les permitieran acabar su repertorio y el tiempo de concierto estipulado. Por supuesto, también han sido numerosos los momentos memorables que ha propiciado el veterano Festival, como cuando, ya en la presente década, Jorge Martínez, el incombustible líder de Ilegales, decidió plantar cara a la tormenta y continuó dando guitarrazos mientras el resto de la banda buscaba refugio a cubierto y el público boquiabierto aguantó el chaparrón para ver al temerario músico.

Lamentablemente, durante las últimas ediciones se viene hablando más de cuestiones políticas o presupuestarias que de sus logros musicales. Y los vecinos del Zaidín parecen abonados a la controversia con un Festival incapaz de vivir una edición plácida. Si el año pasado fue la amenaza de la SGAE de conminar a su suspensión hasta que no se hiciera efectiva la deuda que la organización tiene contraída con los autores -una espada de Damocles para el Zaidín, aún pendiente de juicio-, este año hemos vivido un verano de rumores, anuncios de suspensión y desmentidos que finalmente parece haberse resuelto. La polémica surgió a principios del verano cuando el Ayuntamiento de Granada, que tradicionalmente ha financiado un buen porcentaje del presupuesto del Festival, anunció un recorte del 70 % respecto a las aportaciones de años anteriores. Ante un tijeretazo tan notable, la Asociación de Vecinos Zaidín-Vergeles se planteó primero la suspensión, más tarde la posibilidad de hacer el Festival de pago, y tras un verano de incertidumbre y noticias contradictorias, han tenido que ser la Junta de Andalucía y la Diputación Provincial las instituciones que acaben por lanzar el salvavidas que permita seguir nadando al certamen. Al menos por este año.

Lo que pone de manifiesto todo este culebrón es la precariedad permanente en la que está instalado el Zaidín Rock, siempre dependiente de los intereses políticos y de la visión cortoplacista de los mandatarios locales. Si la continuidad de un evento que celebra treinta ediciones consecutivas pende cada temporada de un hilo a punto de ceder, alguien, si no todos, debe estar haciendo algo mal.

En primer lugar, la propia organización que después de tanto tiempo sigue sin ser capaz de conformar un equipo que gestione el nombre del Zaidín Rock con profesionalidad y responsabilidad. Si la Asociación de Vecinos, con su esfuerzo amateur, fue artífice de su creación, hace mucho tiempo que debería haberse creado una oficina técnica con capacidad para organizar con garantías un encuentro que convoca cada año a decenas de miles de personas. Así se habrían evitado circunstancias como la persecución de la Sociedad de Autores, por ejemplo. Para ello, es verdad, tendrían que contar con el apoyo tanto técnico como financiero de las instituciones públicas, empezando por el Ayuntamiento de la capital. La crisis le ha servido al consistorio de coyuntura perfecta para recortar salvajemente su aportación. Desde las concejalías implicadas, argumentan que ya gastan una partida importante de más de 60.000 euros en la adecuación del terreno donde se lleva a cabo el Festival, pero eso evidencia otra de sus carencias. La continuidad del evento a largo plazo depende de que se le busque una ubicación definitiva que le aporte seguridad, pues el actual emplazamiento, dentro de los terrenos del inminente Campus de la Salud, tiene literalmente los días contados.

Así pues, una cabeza pensante al frente del Festival se hace indispensable si se quiere que un nombre que se conoce en toda España como es el Zaidín Rock, tenga posibilidades de supervivencia. Solo así se podrá afrontar con garantías, con una buena organización consciente de sus obligaciones, tanto organizativas como contractuales, capaz de gestionar un presupuesto con antelación suficiente, de garantizar la seguridad y los servicios necesarios, planes de acceso y evacuación... como cualquier otro evento multitudinario en el siglo XX. Eso es, claro, si se quiere la continuidad del Festival. Aunque vista la política cultural del consistorio y sus prioridades (Semana Santa, Fiestas del Corpus al estilo tradicional, televisiones locales a mayor gloria de sus consejeros delegados), es una ingenuidad pensar que el rock sea una de ellas.

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