Cómic

Las aventuras de John Blacksad

  • Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales recibirán hoy el V Premio Granada Noir por su gran contribución al género, la serie del conocido detective que bebe de la obra de Philip Marlowe

Imagen clásica del detective John Blacksad, el gato antropomórfico ideado por Juanjo Guarnido

Imagen clásica del detective John Blacksad, el gato antropomórfico ideado por Juanjo Guarnido / G. H.

Según Cyril Connolly, la literatura (la buena literatura, se entiende) es algo que ha de ser leído al menos dos veces. O sea, la buena literatura sería un artefacto complejo que no agota sus bazas en la primera partida; se reserva hallazgos entre líneas para el momento de la relectura.

Lo mismo cabe decir del cómic (del buen cómic, se entiende). El buen cómic es aquél que te exige volver a abrirlo o te exiges volver a abrir, y todavía guarda viñetas, trazos y escorzos capaces de renovar nuestra sorpresa. Aquel texto que se consume en el primer envite está condenado a la nada.

El olvido, que aguarda agazapado en el siguiente recodo del camino, lo hará trizas; sólo los más inteligentes e inspirados sobrevivirán a la prueba del tiempo… Pues bien, Blacksad tiene ya un puesto asegurado entre los elegidos. No exageramos lo más mínimo si decimos que la serie firmada por Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales está llamada a convertirse en un referente del cómic en este siglo XXI.

El detective John Blacksad se dio a conocer en Un lugar entre las sombras (2001), un relato que fijaba las coordenadas geográficas e históricas de la acción: Estados Unidos en los años que siguieron a la II Guerra Mundial, aquéllos en que Philip Marlowe se pateaba las calles en busca de una razón para no sentir demasiado asco de sí mismo, la edad de oro de la novela negra.

Este mundo de ficción está habitado por una fauna antropomorfa sorprendentemente verosímil: perros que son policías, comadrejas que son periodistas, ratas que son matones, etc. Blacksad, en concreto, es un enorme gato negro y, en aquel primer álbum, investigaba el homicidio de Natalia Wilford, una gatita presumida, estrella de cine de vida promiscua, que había amanecido entre sábanas de seda con un tiro en la frente.

Blacksad actuará por cuenta propia. No hay ningún cliente, sino una retahíla de recuerdos que claman justicia. Estuvo enamorado de Natalia y esto basta y sobra para explicar por qué ha de jugarse una de las siete vidas que, según dicen, tienen los gatos.

La historia no carece de garra, pero el zarpazo letal lo da el arte de Juanjo Guarnido, que consigue fundir y confundir al animal y al personaje en una caracterización incontestable. Qué mejor que convertir un púgil fanfarrón en un gorila. Y qué mejor que un cerdo para ejercer de barman de un tugurio maloliente.

El dibujante salobreñero, Juanjo Guarnido, durante un acto El dibujante salobreñero, Juanjo Guarnido, durante un acto

El dibujante salobreñero, Juanjo Guarnido, durante un acto / Álex Cámara

A continuación vino el que algunos consideran el mejor volumen de la serie. (De momento, pues Díaz Canales y Guarnido pertenecen a esa clase de gente que se crece ante los desafíos). Arctic-Nation (2003) hurga en las tensiones raciales en un barrio de la periferia neoyorquina.

A Blacksad le encargan que descubra el paradero de una niña negra secuestrada y ha de vérselas con una organización fascista claramente inspirada en el Ku Klux Klan, integrada por una serie de especies de blanca pelambre cuya cabeza visible es un enorme oso polar, Hans Karup, el jefe de policía del lugar. El secuestro ha soliviantado los ánimos de grupos rivales; uno de ellos, a semejanza de los Panteras Negras, respalda y ceba la rabia secular de especímenes de pelaje oscuro.

Los retorcimientos argumentales de Díaz Canales están bien dosificados y planteados, mientras Guarnido –en un afán de intensidad tan obsesiva como gratificante– consigue algunas composiciones de una fuerza fuera de lo común.

Según mi modesta opinión, Alma roja (2005) no se queda a la zaga. Quizás no sea un álbum tan "inventivo" como el anterior, pero tiene tanto o más mordiente. Díaz Canales firma un libreto certero y Guarnido vuelve a dar en la diana, sea en la visualización de la trama, sea en la caracterización de personajes.

La historia nos lleva a los días previos a la Caza de Brujas del senador Joseph McCarthy. El aire está enrarecido y los ánimos soliviantados. La fiebre anticomunista sube el termómetro nacional y, en ese estado de crispación, muere asesinado un miembro de los "Doce Apóstoles", una docena de reputados exponentes de izquierdas (intelectuales, actores, artistas, científicos) que acabarán en el punto de mira de los elementos más reaccionarios de la sociedad yanqui.

Blacksad tendrá que desenredar una madeja en la que se entrecruzan nazis huidos de una Europa en ruinas, espías de variada calaña y una love story que, por suerte, no tendrá el preceptivo happy end. (Recuérdese: el happy end es un sucio tejemaneje del establishment).

Portada del volumen integral que recoge los cinco álbumes publicados hasta la fecha Portada del volumen integral que recoge los cinco álbumes publicados hasta la fecha

Portada del volumen integral que recoge los cinco álbumes publicados hasta la fecha / G. H.

En el cuarto volumen, El infierno, el silencio (2010), John Blacksad cambia de aires y de escenario, Nueva York por Nueva Orleans, para seguirle los pasos a un pianista desaparecido, Sebastian Fletcher, que acaba erigiéndose en el auténtico protagonista de la historia; su imagen de perro apaleado es ciertamente inolvidable.

El relato está planteado como un sugerente puzle temporal, construido con extrema inteligencia por Díaz Canales –posiblemente éste sea su mejor guión hasta la fecha–, mientras el dibujo de Guarnido alterna con brillantez los espacios bañados por una luz excesiva con esos tugurios en los que mandan las sombras.

La peripecia de este pianista, desgarrada y desgarradora, evoca las mil peripecias de músicos sacrificados en el altar del éxito en la Tierra de la Grandes Oportunidades. Blacksad nada puede hacer por salvar el pellejo a Sebastian Fletcher –para salvarlo había que alejarlo de sí mismo–, y se queda varado y sin blanca en la ciudad. Su siguiente aventura, empieza allá donde lo dejamos.

Amarillo (2013), título del quinto álbum, es el color del Cadillac Eldorado que Blacksad debe conducir desde Nueva Orleans hasta Tulsa, Oklahoma. Confieso que me habría gustado que Amarillo hubiera sido la historia de este trayecto.

Sin embargo, estamos en el terreno del género negro y hay que hablar del mal que los hombres hacen; el mal que los hombres nos hacemos. A Blacksad le roban el vehículo y debe seguir el rastro de Chad Lowell, un trasunto de Jack Kerouac, que ha asesinado a un compadre, trasunto de Allen Ginsberg.

Al final, el Cadillac Eldorado es simplemente el McGuffin que introduce la ficción en el imaginario de las road movies: la Ruta 66, el asfalto interminable, los barres de carretera, las gasolineras, las estaciones de autobuses, los andenes abarrotados de gente, además de un circo ambulante e inquietante, regentado por un koala, un lánguido payaso en el centro de la pista, una auténtica alimaña entre bastidores; sin duda, uno de los grandes malvados de la serie. Amarillo quizás no ofrezca auténticas novedades, pero tiene páginas admirables e ideas por doquier.

Como dije al principio, el buen cómic es inagotable. Después de terminar uno cualquiera de estos cinco volúmenes, inevitablemente, vuelve a abrirse, se revisa y se regresa a cierta página, cierta viñeta, en busca de nuevos detalles y nuevas sorpresas. Que siempre se encuentran.

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