Cillian Murphy se come la película

SMALL THINGS LIKE THESE | CRÍTICA

El actor Cillian Murphy encabeza el reparto. / D. S.

La ficha

*** 'Small Things Like These'. Drama. Irlanda. 2024. 96 min. Dirección: Tim Mielants. Guion: Enda Walsh. Música: Senjan Jansen. Fotografía: Frank van den Eeden. Intérpretes: Cillian Murphy, Eileen Walsh, Michelle Fairley, Emily Watson, Clare Dunne.

En Las hermanas de la Magdalena (2002) Peter Mullan abordó este tema con fuerza visual y rigor dramático. El ubicuo y casi siempre eficaz Tim Mielants, capaz de saltar de la calculada dureza estetizada retro-pop de la serie Peaky Blinders al romanticismo paisajístico de Un amor en Escocia, y de esta a la ocupación nazi de un Amberes filmado, por su macabra atmósfera, como si fuera el Whitechapel victoriano, salta ahora al universo horrendo, multiplicado su horror por hacerse todo bajo el manto de la Iglesia, de las instituciones irlandesas para mujeres caídas o problemáticas, la mayoría muy jóvenes, que durante un siglo y medio fueron escenarios de crueldades y abusos de todo tipo.

Basándose en una novela de la reconocida escritora irlandesa Claire Keegan, el guión de Enda Walsh (quizás elegida por haber escrito el de la opresiva y carcelaria Hunger que supuso el debut de Steve McQueen) se centra, no en la despiadada institución religioso-carcelaria, sino en la responsabilidad de quienes descubren qué sucede allí, en su culpa si callan para sumarse al silencio cómplice de la mayoría o en los riesgos que han de asumir si, al denunciarlo, se enfrentan a la vez a la sociedad que no sabe o no quiere saber y a la poderosa Iglesia irlandesa.

Este es el dilema del personaje que interpreta el ex Peaky Blinder Cillian Murphy tras alcanzar la gloria en Oppenheimer. Lo hace con su habitual hermetismo, en un ejercicio de interiorización interpretativa que parece absorber toda la película hasta que de ella no queda más que su intérprete. La interesante pero arriesgada y no del todo lograda opción de Mielants es retratar el horror de lo que sucede tras los muros de las lavanderías de las hermanas de la Magdalena en la mirada a la vez concentrada y ausente del actor, expresión de su doble tormento al enfrentarse a la vez a la obligación moral de denunciarlo, poniendo en riesgo su modesta y numerosa familia, y a su propio pasado como hijo de madre soltera en una sociedad que las condena.

Cillian Murphy -alma del proyecto tras comprar los derechos de la novela de Claire Keegan y coproducirlo- hace una interpretación poderosa ayudado por su demostrada capacidad -que puede llevarle al encasillamiento- para crear personajes reconcentrados en su lucha con el entorno hostil, ya sea un gánster, un científico o, como en este caso, un modesto trabajador. Él es toda la película. Lo que no funciona es el trazo grueso que Mielants da tanto al estilo, estilizadamente sombrío hasta el punto de parecer afectación feísta, como a la representación que linda con la caricatura de las religiosas, especialmente del personaje interpretado por Emily Watson.

Si el camino escogido era el especular, centrado en la mirada y el gesto del muy convincente Murphy devastado por lo que ha visto y por lo que resucita de su pasado, no era necesario el trazo grueso tanto formal (un no conseguido intento de estilizada sobriedad feísta lindante con una cierta lírica del dolor y la miseria) como de caracterización (el retrato esquemático de las religiosas que ignora que el mal es complejo).

Un desfase entre intenciones, procedimientos y resultados que perjudica una película no carente de valores de denuncia, interpretativos y emocionales, pero lastrada por lo que podría definirse como impostura formal. Como si el tema excediera al director.

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