Rocío Montoya: "El Flamenco no muere, evoluciona"

La bailaora granadina pasa la Navidad en China como única artista solista de flamenco de una compañía inglesa

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Rocío Montoya es una de las bailaoras más punteras de Granada.
Rocío Montoya es una de las bailaoras más punteras de Granada. / G. H.
Daria Zelenska

Granada, 12 de diciembre 2025 - 23:59

La granadina Rocío Montoya (1981) es una de las bailaoras más punteras de la provincia. Entre otros grandes proyectos, en el último semetres ha participado como artista invitada en el decimo aniversario del proyecto Mujeres Mediterráneas, actuando en el Teatro Isabel La Católica. En agosto actuó también en la producción de Manuel Liñán Llámame Lorca. Aunque trabaja mucho en los tablaos de Granada, su nombre es más conocido en el extranjero, donde baila con frecuencia y se dedica a la difusión del flamenco.

Pregunta.Usted baila desde los cuartos años, ¿había artistas en su familia?

Respuesta. —Nadie en mi familia se dedicaba al flamenco. Mi padre trabajaba en la radio, pero era muy aficionado al flamenco, por esto en casa siempre se escuchaba esa música. Desde muy pequeña —según me contaban—, cuando escuchaba flamenco ya me movía y zapateaba sin saberlo. A los tres años me llevaron a la escuela de Marichú, de mi barrio en Zaidín. Llevo bailando desde esa edad sin parar, por suerte (sonríe). Marichú fue mi primera profesora, quien también formó a otros artistas; por ejemplo, Manuel Liñcán pasó por allí. Esa maestra fue la primera profesora de muchos de los que después se convirtieron en grandes artistas.

P.¿Sus padres pensaban que iba a ser bailaora?

R. —Para nada, nadie podría ni pensar esto. Mi pasión se convirtió en mi trabajo. Estoy muy afortunada de dedicarme a algo que me apasiona y con lo que me gano la vida. Pero lo principal es poder expresar lo que siento a través de la danza: para mí es una manera de vivir. A partir de los trece años me dediqué profesionalmente, cuando tuve mi primer sueldo. Trabajé con mi propia compañía y fui a Italia, actuando en el Centro Cultural de España en Roma durante un mes y medio. Este fue mi primer contrato. Entonces, desde los tres hasta los trece años estuve formándome solo en flamenco. Y a los trece años fui a otra escuela donde otra profesora, Maite Galán. Desde allí pasé al Conservatorio de Danza Reina Sofía de Granada y saqué la carrera en danza española.

P.Usted también era alumna de Mario Maya.

R. —Sí, tuve la suerte de formar parte de su compañía. Empecé a trabajar con él cuando tenía 20 o 21 años. Aprender de una figura tan importante en la historia del flamenco fue un sueño hecho realidad. Tener a esa persona allí, dándote de primera mano su conocimiento, fue un aprendizaje enorme, brutal. Mario Maya abrió su escuela en Granada cuando ya era mayor, en el Teatro de la Chumbera, antes de que fuera de Manolete. Era un poco como el conservatorio del flamenco, donde se podía aprender música, lenguaje flamenco, historia... Para entrar debías tener un nivel. Por suerte, pude hacerlo y formar parte de esta escuela donde Mario Maya invitaba a muchos artistas fuera de Granada para enseñarnos. Y luego él renovó su compañía acogiendo a jóvenes bailaores. Hicimos dos espectáculos con él: 1..2...3..faaa y Diálogo del Amargo.

P.¿Cómo lo recuerda usted?

R.—Él siempre era muy elegante y también muy divertido, muy educado, siempre con la idea clara de lo que quería enseñar y cómo. Destacaba por la elegancia; le gustaban mucho los movimientos de brazos. Se preocupó mucho por la estética, ha sido muy vanguardista en todo lo que ha hecho. Ha fusionado muchísimo la danza sin perder la raíz del flamenco, la elegancia y la fuerza. Ha sido pionero en esto, muy valiente, igual que Enrique Morente. Siempre tenía claro lo que quería ver en cada bailaor, en cada músico. Era un bailaor completo.

P.¿Qué significa el flamenco en su vida?

R. —El flamenco es mi pasión, me ayuda a expresarme, pero disfruto muchísimo bailando la danza española o estilizada, con castañuelas. Bailar es como entrar en un trance, es como una meditación. Es una forma de expresar lo que sientes y lo echas fuera, como si fueras al psicólogo. Me siento liberada. Será por eso que mucha gente dice que, tanto para mí como para el público, bailar es algo terapéutico. Cualquier persona que necesitaba emocionarse o llenarse un poco, al final encontraba todo eso en el arte, en este caso en la danza. Yo creo que la fuerza de la danza sigue viva para todos.

P.¿Cómo ve el debate entre la pureza del flamenco y su fusión con otros géneros?

R. —La difusión existió siempre. El flamenco se creó por una fusión de distintas culturas y músicas. Siempre que no se pierda lo auténtico y la raíz, la fusión enriquece, se puede saborear. El flamenco no muere, evoluciona. Ahora se baila con mucha técnica. La danza flamenca es muy completa, además de ser muy expresiva y rítmica. La música es muy rica y profunda.

P.¿Qué hace usted para mantener su forma?

R.—Me alimento bien. Cuido mi cuerpo, sobre todo hay que calentarle bien antes de las actuaciones. También intento ir al gimnasio para fortalecer otro tipo de músculos que no utilizo tanto en el flamenco, por ejemplo, fortalecer la espalda, mantener los brazos sanos o cuidar el cuello, las rodillas o los lumbares porque los bailadores sufrimos mucho en esto. Realmente lo que mantiene mi forma es él baile, es un ejercicio físico. Y los zapatos de baile son muy importantes. Ahora por suerte tenemos los fabricantes de los zapatos artesanos que ponen el molde de tu pie y hacen como y se fuese los guantes.

P.¿Qué proyectos se vienen pronto para usted?

R. —En Navidad voy a China para trabajar con una compañía inglesa internacional de la danza, con la que estoy desde que tenía 22 años. Hemos recorrido casi todo el mundo: Europa, Asia, África... Por ejemplo, en China he estado ya quince o dieciséis veces. Asia, África... Soy la única solista de flamenco y la única española.

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