Brillante colofón del Festival, Brahms, la Sinfónica de Stuttgart y Pablo Heras-Casado lo han bordado

Pablo Heras-Casado emociona con la sublime Orqueta Sinfónica de Stuttgart

Ravel, Boulez, Berio y García Román protagonizan una velada de exploración sonora

WhatsApp Image 2025 07 14 at 14.58.27
WhatsApp Image 2025 07 14 at 14.58.27 / GP Media
Jorge Rodríguez Morata

Granada, 15 de julio 2025 - 12:03

Ha sido todo un detalle propio de gran Festival Internacional de Música y Danza de Granada y de una programación en la que no se deja a nadie atrás: un fin de semana completo para Brahms con un programa en torno a la primera Sinfonía y a su primer Concierto para piano un día y al siguiente la segunda Sinfonía y el segundo Concierto de Brahms.

*****

Orquesta Sinfónica SWR Stuttgart, Alexandre Kantorow, piano; Pablo Heras-Casado, director.

Programa: Johannes Brahms (1833-1897); Concierto para piano y orquesta nº 2 en si bemol mayor, op. 83 (1878-81); Allegro non troppo; Allegro appassionato; Andante; Allegretto grazioso; Sinfonía nº 2 en re mayor, op. 73 (1877); Allegro non troppo; Adagio non troppo; Allegretto grazioso (quasi Andantino); Allegro con spirito.

Lugar y Fecha: Palacio de Carlos V.

Es algo que solo puede disfrutarse en un gran Festival, no hay programación que pueda acoger o se atreva, a hacer algo así, y menos en las condiciones que se han dado, con la imponente Sinfónica de Stuttgart y la batuta, in extremis, de Pablo Heras-Casado. Por eso también y por mucho más debemos agradecer a Pinamonti su trabajo. Enhorabuena. Un Festival inmenso en delicadeza, diversidad y con una calidad en cada propuesta impresionante.

Programa doble

Este concierto de clausura cerraba el círculo en torno a Brahms, y hablando de él o de ello, se apuntan otras muchas cosas, que no por sabidas, son menos importantes. El sábado se presentaba un joven genio, un Brahms lleno de ímpetu, claroscuros y meticulosidad. Un joven que rondaba la treintena que presentaba su concierto para piano número uno y una sinfonía en la que había trabajado catorce años. Todo ello, el sábado, fue un éxito de manos del pianista Kantorow, el director Heras-Casado y la Sinfónica de Stuttgart.

Este domingo la otra cara de la vida, un Brahms con casi sesenta años sonaba con los mismos intérpretes pero demostraba cómo había evolucionado. Y fue precioso. Gracias al piano del francés, a la orquesta alemana, al maestro español y al compromiso de cada uno de ellos con los demás y con la partitura de Brahms se pudo evidenciar en todo su esplendor cómo Brahms había evolucionado. El Concierto para piano número 2 es una de las obras más complejas de la literatura pianística, una obra monumental con cuatro movimientos, algo absolutamente excepcional, exige una concentración al pianista a la orquesta y un esmero en la dirección impresionantes, y el resultado fue maravilloso.

Al punto de lo que público e intérpretes, en esas ocasiones en que conectan de manera que nadie, o casi nadie sabe, entendieron que no bastaron los 50 minutos de concierto y la propina, también de Brahms, su Intermezzo Op. 117 nº 2, sonó como lo que es en todos sus sentidos, un regalo.

La segunda parte de la velada, cuando aun flotaba en el ambiente el regusto de la primera sinfonía interpretada hacía escasas 24 horas, fue aun más lejos. El joven Brahms del sábado, con una Sinfonía trabajada minuciosamente durante 14 años llena de tensión dramática y muy cercana al estilo de Beethoven, se presentaba ahora con un trabajo que le ocupó un par de meses. Y no por ello frívolo, sino por la claridad de ideas con la que Brahms parece que acometió este trabajo. Una sinfonía en plena madurez vital, llena de luminosidad, y serenidad, la que da la perspectiva de la vida y de haber demostrado ya muchas cosas, o al menos no sentir que tienes que demostrar nada.

Pero si todo eso lo tenía la música y así lo hizo la orquesta, en esta gran versión que se ejecutó el domingo, mucho tiene que ver la dirección del granadino Pablo Heras-Casado, que encajaba en esta propuesta a la perfección, pues él mismo, que comenzó muy joven a relacionarse con los grandes repertorios, sacó de esta sinfonía todo un mar de matices y de profundidades único, pues él mismo camina hacia una madurez que ya se nota en el aplomo de su dirección.

Todo ello, fue una conjunción única y son de los momentos mágicos que ayer se disfrutaron en la colina de la Alhambra, en pleno corazón del Palacio del Emperador. Finalmente, una pieza de despedida del Festival, que ha convivido todo un fin de semana en los alrededores de la Alhambra y que ejecutaron la Danza húngara nº 5 de Brahms con todo el sabor de una grata despedida.

stats