Una danza silenciada que vuelve con fuerza

Danza de resistencia: Fandango Reload desde Valencia – sobre el cuerpo, la memoria y el rito

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Los bailaores con una granadina / Daria Zelenska
Daria Zelenska

Granada, 26 de julio 2025 - 12:28

En la Plaza de las Pasiegas se vivió el espectáculo-concierto de género híbrido Fandango Reload presentado por un grupo de danza contemporánea de Valencia. Seis intérpretes —cuatro hombres y dos mujeres— construyeron un lenguaje físico común hecho de tensión, repetición y sincronía. No se trata del fandango tradicional, sino de su eco filtrado por la ansiedad del siglo XXI.

El fandango, históricamente un baile popular festivo y comunitario, se transforma aquí en otra cosa: una forma intensa de expresión donde la tradición se fragmenta y se cuestiona. Los intérpretes no reproducen el folclore, lo destilan hasta dejar solo un impulso crudo.

Los bailaores trabajan en este proyecto desde hace un año y medio, mostrando su ambicioso y extraordinario espectáculo en diferentes cuidades de España, aunque esta ha sido su primera actuación en Granada.

Una danza censurada

La coreógrafa y la directora del proyecto, InkaRomaní, explicó que la base de la danza que inspira Fandango Reload proviene de Ayora, un pequeño pueblo de la Comunidad Valenciana del cual ella misma es originaria.

“El fandango de Ayora está vinculado a mi pueblo. Hemos hecho una revisitación, una revisión de esta danza tradicional, tomando como punto de partida la posguerra, y luego hicimos una difusión de diferentes estilos de danzas urbanas y danza contemporánea, es la propuesta híbrida", comentó Romaní.

Esta pieza tiene una dimensión personal, ya que durante la dictadura franquista el fandango de Ayora fue censurado y excluído del repertorio oficial de danzas tradicionales porque "no cumplía con los cánones estéticos e ideológicos de la época”. Durante ese tiempo, la danza dejó de bailarse y cayó en el olvido.

La coreógrafa recordó que fue la Sección Femenina —organismo del régimen encargado de preservar y transmitir el folclore nacional— la que determinaba qué danzas eran válidas y cuáles no. Justamente por eso, dijo, muchas expresiones locales fueron silenciadas.

“Elegían únicamente lo que se ajustaba a una visión idealizada y católica de España. Todo debía ser bonito, recatado, moralmente aceptable. Ahora, desde hace ya muchos años, el fandango de Ayora ha vuelto al repertorio tradicional, y se baila bastante. Pero durante un periodo concreto, estuvo completamente ausente”, concluyó.

El fandango de Ayora no encajaba con esa visión, ya que era una danza de cortejo, cercana, donde existía una interacción libre entre hombres y mujeres, algo mal visto por el régimen.

“El régimen exigía distancia entre los cuerpos. La mujer debía mantener una actitud modesta, controlada. Pero el fandango era un baile para ligar, para conocerse. No encajaba con esa estructura ideológica”, recordó.

Sus padres no bailaron esta danza por esta razón en su juventud, aunque sus abuelos la conocieron. Ellos no le enseñaban este baile, Inka Romaní aprendió sola en algunas escuelas de su pueblo. Más tarde, trabajando con Fandango Reload ayudó a otros bailadores a aprender esta danza. “Yo la aprendí más tarde, ya de adulto, porque empecé a ir a encuentros de danza tradicional. Allí fue donde me reencontré con esta pieza”, explicó.

El proceso de construcción de Fandango Reload, explicó, nació desde la investigación comunitaria. El equipo se sumergió en el aprendizaje del fandango de Ayora asistiendo a clases y bureos —encuentros sociales de danza tradicional—, donde recogían los pasos y los gestos directamente de quienes los mantenían vivos.

“Primero aprendimos el fandango tal como era, y luego empezamos a ver las similitudes con la danza urbana y contemporánea. Ahí comenzó el diálogo”.

La fisicalidad como lenguaje universal

Los movimientos son repetitivos, los gestos son cortantes, los hombros son temblorosos y la respiración colectiva generan una atmósfera de rito —no alegre, sino doloroso. El cuerpo aparece como un archivo, como portador de memoria, pero también como herramienta de resistencia.

Durante casi toda la actuacion, los bailarines permanecieronn en grupo, funcionando como un solo organismo. No son individuos, sino partes de un cuerpo colectivo que lucha por mantenerse unido o descomponerse. Se acercan, se alejan, caen y se levantan, marcando un ritmo hipnótico, casi ceremonial. Esta dinámica sugiere una metáfora de la sociedad contemporánea: tensa, compartida, dividida entre herencia y transformación.

La obra ofrece una visión poderosa de la fisicalidad humana, sin enfatizar el género. Los cuerpos en escena —diversos, vulnerables, sudorosos— transmiten fuerza sin violencia, presencia sin imposición. Aquí no hay un protagonismo masculino o femenino, sino una corporeidad común que expresa fatiga, persistencia y deseo de conexión. El espectáculo propone una lectura sensible del cuerpo como territorio compartido, como superficie emocional.

El espacio escénico es deliberadamente austero. Sin decorados ni elementos superfluos, el foco está en los cuerpos y la luz. La iluminación —fría, a veces violenta— potencia la densidad emocional de cada movimiento. Esta sobriedad visual refuerza la atención del público: aquí todo se dice a través del cuerpo.

El acompañamiento sonoro es otro protagonista. Fragmentos melódicos del fandango clásico aparecen distorsionados, mezclados con electrónica, pulsos industriales y sonidos urbanos. El resultado es una textura acústica tensa, que dialoga directamente con la coreografía. En ciertos momentos, el ritmo de la música parece latir al compás de los cuerpos como si la escena entera fuera un corazón expandido.

Simbolismo y resonancias

Fandango Reload remite a rituales seculares, a ceremonias del cuerpo en tiempos de descreencia. No hay narración literal, pero sí una dramaturgia de la tensión: del control inicial al estallido final, donde el movimiento se convierte en súplica, en llamada, en necesidad de liberación.

Este espectáculo no busca agradar ni complacer: exige presencia y atención. Es danza contemporánea que no decora, sino que confronta. A través del cuerpo, habla de memoria, comunidad, tradición y ruptura. Una propuesta valiente y profundamente emocional que deja huella en el espectador atento.

Este espectaculo combina múltiples lenguajes escénicos —desde el canto y la danza hasta la manipulación de sonido en directo— y exige una concentración dividida.

“Es curioso, porque estás cantando, pero a la vez sabes que vas a bailar, y también a pinchar la música. Todo se entrelaza”, explicó Manel Ferrándiz, uno de los bailaores del espectáculo. Es valenciano, se dedicó al breakdance y se formó en danza contemporánea.

Desde su perspectiva, este tipo de enfoque refleja también el perfil de muchos artistas de su generación. “Tenemos tanta información a nuestro alcance, que sentimos la necesidad de expresarnos por múltiples canales. Una misma emoción puede contarse de muchas maneras: bailando, cantando, programando un set”, dijo.

En el caso particular de Fandango Reload, confesó que la experiencia le resultó profundamente enriquecedora. “Me he dado cuenta de que el folclore y la cultura popular están mucho más presentes en nuestras vidas de lo que imaginamos. Yo tengo 29 años y, aunque no soy tan joven, veo que incluso entre la gente joven hay un respeto creciente por lo tradicional”, señaló.

Hablando de la canción que cierra el espectáculo, explicó que en un primer momento intentaron escribir una letra nueva, inspirada en emociones como el despecho amoroso aunque finalmente decidieron trabajar directamente con la letra original del fandango de Ayora.

“Cuando la cantamos sobre una base más contemporánea, sonaba perfectamente actual. Fue revelador. Esa letra tiene siglos, pero sigue hablando de nosotros”, afirmó.

También mencionó la conexión entre esta búsqueda y las propuestas de otros artistas actuales que dialogan con lo tradicional desde un lenguaje nuevo.

“Hay muchos proyectos ahora, como Califato ¾, Rosalía, y otros menos conocidos como De La Rosa, que mezclan lo popular con lo experimental. Y eso está muy bien. No estamos inventando desde cero, estamos siguiendo caminos que otros ya abrieron”, reflexionó.

Finalmente, subrayó que toda esta exploración no es solo estética, sino también política. “No podemos olvidar que en todo esto hay también lucha. El folclore no es solo herencia: es resistencia, es identidad, es voz de los pueblos”, concluyó con convicción.

Uno de los intérpretes reflexionó con pasión sobre la dimensión política y social del folclore, y sobre la necesidad de continuar los caminos abiertos por generaciones anteriores. “Tenemos una riqueza cultural bestial en España, es increíble. Y no podemos olvidar que muchas de estas expresiones populares nacieron de la lucha, del trabajo de las clases obreras, de los agricultores. Hay mucho contenido político en lo popular”, afirmó.

El bailarín también destacó la importancia del bureo como espacio social, horizontal y democrático. “Por eso me gusta pensar en esto como un registro abierto, una forma de democratizar el espacio escénico. Claro que hay una creación estética, pero también mucha investigación detrás”, subrayó.

Respecto al flamenco, aclaró que, aunque ninguno de los intérpretes se considera “bailarín de flamenco”, la influencia del género es innegable. “Nos encanta el flamenco. No lo bailamos, pero lo sentimos muy cerca”, dijo. Para él, la conexión entre danza urbana y flamenco es profunda: “Ambas tienen esa improvisación pasional, esa fuerza física, ese desgarro. Los momentos acrobáticos del breaking me recuerdan al quejío flamenco. Para mí, el flamenco es el hip hop de España”, afirmó, con entusiasmo.

Añadió que, si bien él mismo comenzó en la cultura urbana estadounidense, siente que el flamenco es la verdadera raíz de lo urbano en el contexto español. “Los gitanos, el flamenco... eso es cultura urbana de aquí. Más que lo otro, que viene de fuera. Me encanta el hip hop, claro. Pero el flamenco es calle, es raíz, es lo nuestro”, concluyó.

Una fiesta colectiva inesperada al final

Tras los intensos cuatro minutos finales del montaje, la Plaza de las Pasiegas se transformó en una auténtica pista de baile al aire libre. Con música electrónica sonando a todo volumen e incluso los propios intérpretes de Fandango Reload invitaron activamente al público a unirse al baile. Lo que había sido un escenario de danza contemporánea se convirtió, pasadas las 23:00 horas, en una discoteca efímera y comunitaria que duró cerca de cinco minutos.

Lo más llamativo fue la participación entusiasta de personas mayores, que bailaban con soltura y alegría, demostrando que el cuerpo y el ritmo no tienen edad.

En agosto Fandango Reload se presentará en Berlín en el festival de danza contemporánea y también visitará Barcelona.

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