Las derivas de lo artístico
Belén Mazuecos regresa a la Madraza con la exposición 'Artista anónimo'
La pintura andaluza de ahora. Una nueva Edad de Oro
Belén Mazuecos vuelve a la Madraza. Bonito planteamiento informativo pero que es mucho más y encierra infinitas circunstancias que, creo, deben ser tenidas en cuenta. Ella, cuando ejercía, con suma lucidez, la dirección del programa artístico de la Universidad de Granada, en el equipo de Víctor Medina como vicerrector, dotó de sensato contenido expositivo a una sala que, antes, deambulaba con rumbos dispares. A partir de su trabajo, el espacio en la antigua Universidad de Yusuf I, posee un programa lleno de intensa entidad y con nombres de especial significación en el panorama artístico nacional. Ahora, ya, con la artista en pleno ejercicio creativo e inmersa en sus labores docentes como catedrática en la Facultad de Bellas Artes de la UGR, llega de nuevo a la Madraza con una clarividente muestra de su particularísima obra llena de poderoso sentido conceptual y plástico.
El trabajo pictórico de Belén Mazuecos se sustenta en un serio y riguroso trabajo de reflexión sobre la profesión, el oficio del artista, las derivas del propio arte, de los espurios intereses que existen en la creación llevados a cabo por el juego esquivo de los agentes artísticos -galeristas, directores de museos y centros de arte, curadores, críticos de arte…- que condenan el trabajo artístico a una especie de mercancía que es transportada como si se tratara de simples embalajes artísticos. Contenido de una obra que es sabio y lúcido y que se vale para ello de un lenguaje absolutamente diferente y único en el que se suceden personajes -ya icónicos en la obra de la artista- que materializan un continente personal e intransferible. Hombres travestidos de ositos pandas, otros con grandes caretas que recuerdan los cabezudos feriales; personajes que relatan las preocupaciones de una artista culta, sabia, serena e inmensamente seria.
Porque Belén Mazuecos es una pintora de fuerte concepción estética, con sabios planteamientos artísticos, con argumentos conceptuales bien sustentados en el conocimiento y en la realidad artística; es autora convencida de lo que hay en el panorama artístico, de lo que se cuece en el juego creativo y de los difíciles parámetros que acaparan la superficie escénica donde se desarrolla lo artístico. Por su obra transcurren apasionantes relatos de un mundo al que tan perfectamente conoce; escenas muy bien estructuradas desde esa pintura profunda, que me parece genial, con unos planteamientos que parten de un concepto justo y bien definido en origen. La pintura de Belén Mazuecos posee un sello propio, no está sujeta a esa linealidad reinante en el arte de hoy donde todo se parece a todo. Su obra es única y desentraña un especial sentido, unas originales señas de identidad que podríamos decir a ‘lo Belén Mazuecos’; es profunda y consciente. Su escenografía, con ese particular patrimonio conceptual, se presenta desde un profundo dominio técnico, con un dibujo exacto, medido, interactuando con los espacios vacíos de los soportes; una figuración excelsa que suscribe un relato claro, con los elementos descriptivos muy bien planteados para que ejerzan esa función determinante que contiene.
La exposición de Belén Mazuecos, con el apoyo inmediato de Marisa Mancilla en labores de especialísimo comisariado, nos conduce por ese mundo mágico -pero de sólida realidad- que tiene un trasfondo de denuncia. La obra de la artista granadina mantiene un claro papel alegórico. Todas sus pinturas llevan una descarnada consigna que nos mantiene alerta sobre los desmanes de un universo artístico con demasiadas y desapasionas derivas; trasfondo real de lo artístico que se extiende – a veces sin ella pretenderlo- a la propia existencia cotidiana. Todo está suscrito para que la apariencia juegue su papel predominante. Las cosas no son lo que realmente son. Existe una distopía actuante que tergiversa los habituales contornos de lo que se tiene por habitual y que encierra una realidad mediata donde no todo fluye como debería. El Artista anónimo de Belén Mazuecos plantea las esquivas circunstancias que acontecen en lo artístico. Su artista está tapado por las acuciantes experiencias que impone la propia circunstancia de la creación. Es un personaje invisible dentro de las exuberancias reinantes en un mundo donde la cohetería y sus impulsores están por encima de la auténtica verdad del arte: el propio artista. Y todo llevado a cabo con esa pulcritud compositiva que domina en la pintura de una artista poderosa en fondo y forma. Pinturas limpias, de esencias técnicas, solventes manifestaciones plásticas que dejan claro la totalidad de un arte que ella lleva hasta sus máximos límites de verdad.
A Belén Mazuecos ya nadie la puede descubrir porque lleva tiempo realizando una obra llena de personalidad, con los sabios mensajes sobre una realidad que tan bien conoce -y sufre por ser artista – y que esconden trasfondos impunes que tergiversan el acontecer de un arte con muchas luces, pero también, con sombríos pasajes de impunidad.
De nuevo Belén Mazuecos vuelve a un espacio que ella, desde otra parcela, contribuyó a ser más grande de lo que era. Con su sabia pintura, la artista nos sitúa en los especialísimos parámetros de una pintura con denominación de origen.
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