El antes y el después de ese momento decisivo

Díaz Burgos cuenta en 'Deseo' una historia de pasiones en La Habana para abrir el Al AndaLuz Photofestival

1. Díaz Burgos posa junto a una de las obras que desde ayer se pueden ver en el Centro Cultural Gran Capitán. 2 y 3. Las fotografías de 'Deseo' cuentan con sus respectivos 'contactos': la anterior y la posterior toma, con las que el autor demuestra que no se trata de un show repleto de personajes ficticios.
1. Díaz Burgos posa junto a una de las obras que desde ayer se pueden ver en el Centro Cultural Gran Capitán. 2 y 3. Las fotografías de 'Deseo' cuentan con sus respectivos 'contactos': la anterior y la posterior toma, con las que el autor demuestra que no se trata de un show repleto de personajes ficticios.
M. De La Corte / Granada

13 de abril 2012 - 05:00

Si algún día se pierde que no le busquen más arriba de los Pirineos. El fotógrafo Juan Manuel Díaz Burgos estará con toda seguridad cámara en mano paseando por Cartagena, su tierra, o por Cuba, Perú o República Dominicana... "Londres y París me parecen ciudades maravillosas para verlas o fotografiarlas pero yo", dice, "soy una persona muy sencilla y muy llana. Donde me encuentro a gusto es con los míos, fotografiando a la gente que me pueda entender". Es curioso que al final lo de menos sea el idioma. Salvo en contadas excepciones el artista no necesita cruzar palabra alguna con nadie para hacer una foto: "Lo que yo quiero es estudiar a la gente en su ambiente natural. Intento captar la imagen sin que la persona se dé cuenta".

Pasa en Deseo, la exposición con la que el fotógrafo murciano abrió ayer el Al AndaLuZ Photofestival. De todas las fotografías de esta muestra sólo en una pidió permiso. Fue precisamente la imagen con la que comenzó este proyecto que es un homenaje al paisaje de La Habana como escenario de pasiones. Nació durante unas fiestas centenarias, en Las Charangas de Bejucal. "Estaba allí con Cristina García Rodero haciendo unas fotos de estas fiestas... Ella se fue pero yo me quedé el resto de la noche. Paseando me encontré a una pareja dándose un beso debajo de un camión sin luz alguna. La chica disfrazada de bebé. Yo me quedé perplejo y ni corto ni perezoso me fui a ellos y les pedí permiso porque necesitaba más luz para hacerles la foto. A pasitos pequeños fui llevándolos unos centímetros hasta un pequeño foco". Apretó el botón de su cámara y salió una de las fotografías más espectaculares de toda la muestra, "por lo bruta que es", ríe el autor. El chico embelesado "le mete mano a ella mientras ella, besándole, mira por el rabillo del ojo a cámara". Fue el inicio del Deseo.

Pero un proyecto no surge de un viaje ni de dos. Después de seis años "dando tumbos" y conociendo bien cada rincón, Díaz Burgos consideró que el trabajo ya sí estaba terminado. "Una buena fotografía la puede hacer cualquiera incluso sin querer pero lo realmente interesante de un fotógrafo es su trabajo continuo. Me gustaría que la gente no valorase las fotos por separado sino como parte de un proyecto conjunto en el que relato una historia".

La que expone en el Centro Cultural Gran Capitán cuenta una película repleta de impulsos -amorosos o no-, donde no se sabe muy bien quién es el cazador y quién la presa... "Soy un buen conocedor del Caribe pero ni siquiera cualquier otra ciudad como Santo Domingo tenía las prestaciones que me ofrecía La Habana. Como escenario es algo prodigioso, sobre todo por la relación de sensualidad que se encuentra en esta ciudad como espacio abierto. Un espacio que te ofrece unos rincones incomparables y donde las circunstancias sociopolíticas también intervienen en el contexto que yo trato".

Para entenderlas, el fotógrafo pone a disposición del espectador lo previo y lo pasado a ese momento decisivo del que hablaba Cartier-Bresson. Si bien este segundo "es lo que diferencia a un fotógrafo de otro... Ese momento en que hay que decidir cuándo darle al botón y donde todos los organismos de tu cuerpo se colocan en la misma línea -cabeza y corazón-", para Díaz Burgos es igual de importante explicar cómo se ha llegado a una foto.

Él lo llama "contactos". Son "el ADN de un fotógrafo", las imágenes que ha tirado antes y después para que la gente entienda "que mis fotos no son un escenario donde he montado un show para fotografiar a unos personajes". Las fotografías de Díaz Burgos son pura realidad. En Deseo expone quince imágenes con sus respectivos 'contactos', las fotos anteriores y posteriores a la toma elegida que demuestran que no hay truco ni cartón.

Le gustan muy poco los trucos. De hecho confiesa sentirse sólo fotógrafo con una cámara de negativos en sus manos. "Lo otro para mí es como un juego". Se refiere a las cámaras digitales. "La situación de la fotografía ahora mismo es de lo más complejo. Yo no quiero decir que sea buena ni mala, pero sí es mareante para el gran público. Lo digital ha traído una democratización bárbara donde cualquier objeto es susceptible de hacer una foto, incluso un mechero... Para muchos, en eso radica la creatividad pero creo que es un craso error porque, independientemente de la herramienta, la fotografía sale del corazón de quien la hace".

Él suele serle fiel a sus cámaras. "No soy el típico fanático que las cambia cada poco", explica, "porque si estás a gusto con una no tiene sentido... De hecho, no sé la cantidad de años que llevo trabajando siempre con la misma". Desde su Reír de Sueños, donde hizo unas 11.600 hasta ahora, en Deseo, suele pasearse con su "sencilla" Nikon FM2, "cuando la mayoría de los colegas tienen cuatro o cinco cámaras con modelos muy superiores a la mía". En cambio el fotógrafo lleva más de diez años con dos cámaras de telémetro, ni siquiera réflex, "de lo más normalitas" porque entre otras cosas le gusta pasar desapercibido.

La primera le llegó a las manos con sólo 8 años. Ya han pasado más de cincuenta pero sigue guardando su primera Kodak Retínette. "Le tengo muchísimo cariño porque a mi madre le costó mucho trabajo comprármela". Fundador y director entre 2001 y 2007 del Centro Histórico Fotográfico de la Región de Murcia, decidió exponerla un día allí. Sacó la funda a la calle mientras preparaba la cámara y alguien la robó pensando que la Kodak que anunciaba estaría dentro.

Cuando se jubiló en noviembre del año pasado, comenzó a hacer realidad una promesa que tenía con su tierra, Cartagena, después de tantos años de Cuba, Perú y República Dominicana: "Pensé que lo primero que haría sería un trabajo en mi ciudad". Lo que más le apasiona de allí es el puerto. Desde entonces lleva año y medio fotografiándolo.

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