El encantamiento popular de Mariola
Programa: 'Sin estrella y sin cielo', 'Mañana de luz y fuego', 'La novia del aire' (bolero andaluz), 'Hechizo y nostalgia', 'Noche', 'Con puñales de cariño' (seguidilla), de Ángel Barrios; 'Vocalizaciones, op. 74, de Joaquín Turina; 'Valise-étude en forme de habanera', de Mauricde Ravel; 'Boléro', de Charles Gounod; 'Adieux l'hôtesse arabe', de Gorge Bizet; 'Les Filles du Cadix', de Léo Delibes; 'No te mires en el río', 'Y sin embargo te quiero', 'Te lo juro yo', 'Tatuaje', de Manuel López-Quiroga. Pianista: Rubén Fernández-Aguirre. Lugar y fecha: Patio de los Arrayanes, 25 de junio de 2014.
Cada vez que escuchamos a Mariola Cantarero del Castillo advertimos en ella una superación que parecía imposible al haber logrado ya una perfección técnica y un absoluto dominio de su preciosa voz, repleta de calidad, musicalidad, belleza y sobre todo un poder de comunicación y el dominio de todos los resortes expresivos, desde los más íntimos y emotivos, a los más vigorosos y rotundos que sólo están al alcance de las grandes cantantes. Los diversos temas, tanto en el bel canto, como en complejas interpretaciones operísticas no tienen secretos para ella o, por lo menos, su talento es capaz de superarlos con absoluta brillantez.
En el programa que ofreció, en homenaje al 50º aniversario de la muerte de Ángel Barrios, se sumergió en una clave popular que es más difícil todavía, por la cantidad de matices que hay que poner en juego, que abordando arias o piezas consagradas en el repertorio clásico. Darle vida a páginas que, aparentemente pueden parecer menores, es una prueba que pocas voces resisten, por la popularidad de los temas. Con las Seis canciones, de Barrios, tan frágiles y de escritura simple, como dije cuando la escuchamos hace medio siglo en los recitales en homenaje al traslado de sus restos a la tierra amada, es necesario un aporte extra de sentimiento, aparte de la calidad y calidez de la voz, para lograr la directa emotividad que emana de las intimistas partituras.
Pero hablando de dificultades técnicas ahí están las Vocalizaciones, de Joaquín Turina que, además de un ejercicio dificilísimo de entrenamiento vocal, hay que dotarlo de expresividad, viveza y contrastes. Mariola estuvo magistral, en su diálogo apasionado con el piano de Rubén Fernández, antes de enfrentarse a una segunda parte donde 'la españolada', tan grata a los compositores franceses del XIX y principios del XX, exige no sólo el más absoluto dominio vocal -especialmente complejo el Vocalise-étude en forme de habanera, de Ravel-, sino la elocuencia, la gracia, los contrastes para diseñar ese paisaje apasionado con que ellos pintaron su imagen española, no por tópica, menos bella y cautivadora.
Mariola, en francés, con castañuelas si era preciso -¡qué preciosidad Les Filles du Cádiz!- expresándose en una entrega absoluta en cuerpo -también utilizado- y alma a estas pequeñas, pero cautivadoras joyas que no son bisutería musical, como algunos puedan considerarlas por su visión superficial de lo español, sobre todo lo andaluz, que cautivaron a todos ellos.
Los grandes cantantes de hoy se acercan con frecuencia a la canción y los temas más populares y diversos, dispuestos, naturalmente, para su técnica e impostación vocal. Mariola no es una excepción y terminó su recital lanzándose de lleno al mundo de la copla de Quiroga. Lo que no asistieron al recital y sólo tengan referencia por el programa podrían pensar maliciosamente si estaba trazado por la empalagosa obsesión televisiva por la copla de Canal Sur. Pero no tienen nada que ver esas versiones de Mariola, con espléndidos arreglos de Rubén Fernández-Aguirre -un pianista que fue parte importante en la velada, pese a su pelea con las partituras para protegerlas del viento- con la vulgaridad a que nos tiene acostumbrados TVA. La copla andaluza, por sí misma, tiene valores que no se pueden desdeñar. Otro granadino, Carlos Cano, desde otra posición, lo ha demostrado. Pero cuando esa paleta riquísima de la voz, el temperamento y la expresividad de Mariola Cantarero se pone a servicio de estas páginas populares,la sentimos en otra dimensión. Y sin embargo te quiero o el mítico Tatuaje, sin necesidad de micrófonos para ampliar la voz, encerrado su mundo en la calidez directa, alcanza tonos de absoluta admiración.
Como no podía ser de otra manera, Mariola Cantarero nos regaló un emocionante Adiós Granada, el que tantas veces le hemos escuchado en este escenario a Victoria de los Ángeles, por ejemplo. A ella no sólo le salía de la garganta, sino del corazón. Besó el suelo de los Arrayanes, donde había triunfado, por primera vez en el marco que no quiso cambiar, pese a los temores climatológicos, aunque tantas veces lo había hecho en su Granada, incluso en el Festival, superando una noche de intenso frío que a muchos nos hacía temer, sobre todo en la primera parte, con su traje verde de gasa, que el viento helado quebrase aquella hermosa voz que nos regaló a todos una preciosa noche con sello granadino, andaluz y universal.
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