Ensalada ideológica con buen aliño de Julia Roberts

CAZA DE BRUJAS | CRÍTICA

Los actores Julia Roberts y Andrew Garfield. / D. S.

La ficha

** 'Caza de brujas'. Thriller dramático, EEUU, 2025, 139 min. Dirección: Luca Guadagnino. Intérpretes: Julia Roberts, Ayo Edebiri, Andrew Garfield, Michael Stuhlbarg, Chloë Sevigny, Thaddea Graham. Guión: Nora Garrett. Fotografía: Malik Hassan Sayeed. Música: Trent Reznor, Atticus Ross.

Desde Yo soy el amor (2009), Luca Guadagnino es uno de los grandes y arriesgados autores del cine italiano para unos y una pretenciosa falsificación del cine de autor con ínfulas de provocación para otros. Estoy entre los segundos –lo tengo colocado en el estante de Ruben Östlund o Yorgos Lánthimos– desde aquella aclamada y premiada película. Las posteriores Cegados por el sol (2015), Call Me by Your Name (2017), Hasta los huesos (2022) y Queer (2024) –de entre las que algo puede salvarse de su remake de Suspiria (2018) y de Rivales (2024), que quizás me interesen algo más por ser menos suyas– confirmaron esa impresión inicial. Bertolucciano confeso con algún ansia pasoliniana y fassbinderiana más, en este caso, unos toques (con citas directas en títulos de créditos y cartel) alleniano y almodovariano, Guadagnino está cerca de lo peor del primero y lejos de los otros.

Lo que sí ha demostrado y demuestra aquí, con el ojo más puesto en la taquilla que otras veces, es habilidad para fundir una supuesta autorialidad de estilo y temas teñida de transgresión rompedora de tabúes con una comercialidad que se apoya, además del gustito que da al gran público jugar a cinefilia comprometida, en los espectaculares repartos de sus películas: Tilda Swinton, Ralph Fiennes, Dakota Johnson, Timotheé Chamalet, Taylor Russell, Mark Rylance, Zendaya o Daniel Craig (queriendo despiojarse de los Bond) no han podido resistirse a su llamada al universo del cine de prestigio. Ahora le toca el turno a una Julia Roberts que, como sucedía con Craig, quizás busque restaurar su imagen de actriz dramática después que, en lo que llevamos de siglo XXI, solo puedan destacarse en su filmografía Duplicity, Wonder o El regreso de Ben, más algún momento, en el que está realmente espectacular, del fallido remake de El secreto de tus ojos que fue El secreto de una obsesión. Si eso era lo que pretendía, Roberts lo ha logrado poniéndose en manos de Guadagnino, combinando una cierta alteración de su imagen más conocida y una intensidad de gran trágica.

Un poco a lo ¿Quién teme a Virginia Woolf? (Nichols, 1966) –líos de amor, desamor, destrucción y autodestrucción de dos parejas en un elitista entorno universitario–, otro poco a lo Accidente (Losey, 1967) –canibalismo docente y sexual entre universitarios con relaciones traumáticas entre profesores y alumnos– y otro poco más a lo Oleanna (Mamet, 1994) –relación de poder y/o manipulación entre profesor y alumna o entre alumna y profesor– nos situamos en Yale. Es el entorno de una profesora brillante, ambiciosa, feminista, admirada por sus alumnos, con un matrimonio mortecino compensado por un amante.

Pero algo sucede –una presunta violación que involucra a personas muy próximas a ella– poniéndolo todo patas arriba: su posición universitaria, su feminismo, su matrimonio, su amante y hasta su pasado. El guión de la actriz y escritora Nora Garrett parece escrito para que en un coloquio cineclubístico se puedan tocar todos los temas del discurso dominante de la era pos Metoo: relaciones intelectuales y sexuales de dominio, cancelación woke, género, abuso sexual y de poder (muy relacionados siempre y también en este caso), encubrimiento, choque entre discurso teórico y respuesta a una situación crítica, que la guían por los caminos del verbalismo pedante.

Indecisa entre ser un thriller y una película de tesis, débil en su voluntad de incomodar, ambigua y algo primaria como denuncia de la cultura de la cancelación, queda, además de una cierta contención formal que se agradece en este director tan visualmente retórico, la presencia, al frente de un buen reparto, de una excelente e intensa Julia Roberts con hambre de Oscar y reconocimiento como su mayor valor.

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