Nobel de la literatura en castellano

Ida Vitale, Premio Lorca de poesía, se hace con el Cervantes

  • La escritora uruguaya gana el mayor galardón de las letras españolas y se convierte en la quinta mujer en recibir el reconocimiento desde 1976

  • Vitale recibió el año pasado el Premio de Poesía Ciudad de Granada-Federico García Lorca por su "preciso uso del lenguaje"

Ida Vitale, durante su visita a Granada el pasado año.

Ida Vitale, durante su visita a Granada el pasado año. / María Matilde de la Cruz

Ida Vitale, Premio Lorca de poesía el año pasado, se hace con el Premio Cervantes 2018, según el fallo del jurado hecho público esta mañana por el ministro de Cultura y Deporte, José Guirao. La también traductora, ensayista, profesora y crítica literaria cuenta ya, entre otros galardones, con el Premio Reina Sofía. 

Se trata de la quinta ocasión en la que el Premio Cervantes, en sus más de 40 años de historia, recae en una mujer. Sólo otras cuatro veces ha sido reconocida una escritora: las españolas María Zambrano (1988) y Ana María Matute (2010), la cubana Dulce María Loynaz (1992) y la mexicana Elena Poniatowska (2013). Considerado el Nobel de literatura en castellano, este galardón que concede el Ministerio de Cultura y Deporte está dotado con 125.000 euros.

La escritora uruguaya ganó el Premio Lorca de poesía el año pasado por su "preciso uso del lenguaje", que aúna música y sentido en la tradición de la vanguardia española. "Es muy exigente con su lenguaje y quiere que cada palabra lleve más de lo que dice. Su lenguaje es sensorial porque no solo es conductor de ideas sino también de percepciones", destacó el escritor Carlos Pardo, portavoz del jurado del reconocimiento granadino.

Poeta, ensayista, traductora, profesora, gata con siete vidas literarias -lo menos-, Vitale sigue dejando huella en la literatura latinoamericana a sus casi 94 años. Su currículum lo avala: integrante de la Generación del 45, una de las hornadas más brillantes de escritores en la historia de Uruguay; autora de una veintena de poemarios y catorce libros en prosa; digna seguidora de Juan Ramón Jiménez; Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2015; Premio de Poesía Ciudad de Granada-Federico García Lorca y a partir de hoy Premio Cervantes.

"Las palabras son nómadas, la mala poesía es la que las convierte en sedentarias", dijo la poeta una vez. Ella las convierte en íntimas viajeras que transitan a sus anchas por nuestro imaginario, como un buen amigo que hace tiempo que no ves. En una entrevista con Granada Hoy reconoció que hoy día se utilizan las palabras "con ligereza": "Creo que España está más atenida a su tradición y está bien que lo sea. Pero en todos lados sale de pronto un rupturista. Las dos cosas son invisibles y las dos cosas tienen que sobrevivir. Lo que no me gusta es que se deje de leer. El que quiere descubrir piensa que no tiene que leer a los clásicos. Hay que leerlos para cambiar". 

La escritora latinoamericana se exilió de su país a marchas forzadas por culpa de una dictadura militar. Volvería más tarde, aunque finalmente fijaría su residencia en Austin. ¿Qué frena la dictadura? La autora contestó a este periódico muy seria lo siguiente: "La vida del ser humano, en cualquier país del mundo. Acá tuvieron a Franco y no creo que haya sido una cosa muy positiva. Con todo, debo ser leal. Los militares llegaron porque había un movimiento, los Tupamaros -Movimiento de Liberación Nacional-, que eran un poco el reflejo del 68 europeo. Completamente desubicado, porque Uruguay nunca fue un país con grandes diferencias".

"Mi homenaje / al que plantó cada árbol / sin pensar, para siempre. / O acaso imaginando al desunido / que un día lo convoca, / lo celebra. [...]. Al conductor del ómnibus / cumplido, sonriente, / que levanta una tarde / con su simple saludo. / Al pájaro que pía. / [...]. Al banco cuya húmeda madera / me acoge y me refresca, / mientras el tormentoso verano / no da tregua. / [...] Al que se acuerda de mí. / Al que me olvida", escribe Vitale en el poema Mi homenaje. Muchos en Granada la recuerdan tras su visita. Después, como bien dice ella, la olvidarán porque prefiere, como escribió un día José Agustín Goytisolo, que recuerden "alguno de mis versos/ y que olviden mi nombre. Los poemas son mi orgullo".

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