José Manuel Cano: "El flamenco es un arte que se aprende directamente del vis-a-vis"

El arte flamenco se transmite desde lo más profundo del intérprete, conectando con el público en momentos únicos

Manuel Cano revive en el corazón de Granada

José Manuel Cano
José Manuel Cano / Daria Zelenska
Daria Zelenska

Granada, 02 de agosto 2025 - 05:30

José Manuel Cano interpretará en la Peña de La Platería los toques de su padre, Manuel Cano Tamayo, en un concierto de la guitarra flamenco en IX Festival de la Guitarra. Actualmente, está plenamente dedicado a su carrera artística, ofreciendo conciertos por todo el mundo y defendiendo y difundiendo el legado de su padre. Desde hace seis años, ya no ejerce como médico, ya que se encuentra jubilado.

Pregunta.— Este año se celebra el centenario del nacimiento del maestro Manuel Cano. ¿Cómo vive usted esta efeméride, que sin duda es una fecha tan bella como triste a la vez?

Respuesta.— La gran ilusión de mi vida es recordarle con mi guitarra, haciendo cosas por él. Cuando murió mi padre pensé en dejar las guitarra, no podía soportar la situación de tocar la guitarra cuando él no estuviera. Al final, comprendí que mientras tocara la guitarra, se seguiría hablando de él.

P.— ¿Cómo es posible?

R.— Los guitarristas flamencos somos totalmente autodidactas. Ahora la guitarra flamenca se enseña en conservatorios. Yo empecé a tocarla con 9 años, me sentaba a escuchar a mi padre y fotografiaba sus manos, conocía perfectamente la guitarra aunque no supiera el acorde que estaba tocando. Por esto, los guitarristas flamencos nunca tocamos mirando la partitura. Está todo en la mano y la mano no olvida nunca y jamás se equivoca, pero la vista sí. Por esto puedo tocar con los ojos cerrados todo lo que toco. Las manos buscan la asociación del movimiento y la música. Hay que tocar la guitarra todos los días cómo mi padre hizo seis u ocho horas cada día.

P.— ¿Cómo fue posible combinar durante tantos años la medicina con el flamenco?

R.— Mi padre, que era ingeniero, quería que yo tuviera una carrera. Y no me costó elegir, porque tenía muy claro qué quería ser médico de que era niño. Hasta que cumplí 16 años vivimos en Madrid, luego fuimos a Málaga y finalmente venimos a Granada donde empecé estudiar mi carrera en 1973. Saqué las oposiciones en Madrid, viví en Tenerife 8 años, luego en Almería y después volví a Granada donde vivo. En el mundo de la música puedes ser muy bueno, pero tienes que tener suerte y también hay muchas condiciones que no dependen de ti. Hay personas que tocan maravillosamente la guitarra y están en el anonimato. Sin embargo, otros guitarristas no tocan tan bien, pero el marketing y todo eso los hace visibles. Y luego hay otro problema: la guitarra es un instrumento muy delicado. Si mañana te cortas un dedo o tienes un accidente, se acabó tu carrera. Entonces, todas esas cosas son detalles que pueden parecer una tontería, pero en realidad condicionan absolutamente tu vida. Ser guitarrista no te da tanta seguridad ni a ti ni a tu familia como tener una oposición importante.

P.— ¿Usted conoció Paco de Lucía?

R.— Sí, cuando tenía trece años. Mi padre empezó a buscarle conciertos a él y a su hermano Pepe. Se llamaron Los Chiquitos de Algeciras. Paco de Lucía venía de una familia muy humilde, su padre vivía de las fiestas. Él cantaba en las fiestas y cobraban lo que le daban. Su padre encerró a Paco y a su hermano Ramón, otro gran guitarrista, en una habitación para que estudiaran guitarra. Quería que se ganaran bien la vida. Paco de Lucía decía que era un enfermo de la guitarra. Era un guitarrista prodigioso en el aspecto técnico. Fue uno de los grandes impulsores del mundo de la guitarra. Los dos abrieron caminos en muchas partes del mundo, mi padre fue a Japón y a Rusia cuando nadie iba allí. El maestro Sabicas se fue a América.

P.— Su formación como guitarrista flamenco se dio de forma natural gracias al entorno en el que creció.

R.— El flamenco es un arte que se aprende directamente del vis-a-vis, mirando. Tuve la suerte de conocer a una gran cantidad de artistas maravillosos a lo largo de la historia. Mi padre me llevaba a fiestas donde yo tocaba. Recuerdo que acompañé a Antonio Mairena cuando tenía solo 12 años. Yo tocaba la guitarra mientras él cantaba. Para mí, fue como la primera llave, mi primera llave del oro del cante que ha existido en la historia. Fue el cantaor más importante de la historia. Podría decir que absorbí el flamenco de una manera natural, lo aprendí viviéndolo.

P.— ¿Su padre nunca lo enseño a usted?

R.— Ni una nota. Me daba una vergüenza terrible tocar delante de él. Practicaba cuando estaba de gira. Cuando vio cómo yo tocaba, me ofreció grabar un disco juntos. Tenía 17 años. Me dijo: "¿Tú quieres grabar conmigo? Demuéstramelo". "Mira, te vas a ir a una finca con un amigo mío, a ver si eres capaz de componer algo, a ver si realmente puedes crear algo. Cuando vuelvas, me lo enseñas. Volví, le enseñé lo que había compuesto, y entonces decidimos grabar el disco. No era simplemente tocar juntos, era tocar a dos guitarras pero en dos tonos diferentes. La misma melodía, pero como una segunda voz, como una armonización muy especial.

P.— ¿Qué es el "duende"?

R.— Es un mito en el flamenco. Es ese momento irrepetible que se produce a lo largo de una actuación. Sí me escuchas un día y vas a otro concierto mío, el "duende" será otra cosa, otro momento. El "duende" es esa transmisión entre el que toca, el que canta o baila, y el público. La conexión. Por eso se producen esos momentos de emoción extrema, los gritos, los "¡olé!", espontáneos. La gente se emociona con lo que tú haces.

P.— ¿No se parece a la catarsis?

R.— No, cualquier artista —cante, baile o toque— lo hace para él mismo primero. No puedes estar pensando en lo que va a pensar la gente. Además, hay una diversidad tan grande de públicos que nunca vas a complacer a todos. Por eso yo toco para mí, sabiendo que si logro conectar con mi interior, eso llegará al público también. Tocamos en la oscuridad precisamente para no condicionar la expresión. Cuando estoy tocando, estoy dentro, hundido en lo que quiero expresar, en todo el sentimiento y profundidad que tengo en ese momento. Por eso digo que el flamenco es hoy y es mañana. No se repite nunca igual.

P.— ¿Cómo ve la evolución del flamenco en la actualidad?

R.— Ahora el flamenco quizás está en el mejor momento de su historia. Hay mucha dimensión gracias a las redes sociales. Todos se hacen su propia propaganda, antes había una persona que te buscaba conciertos. La gente se movía sobre todo por los festivales en verano. Mi padre tocaba como guitarrista, músico, concertista todo el verano cada día en una antigua sala de fiestas que se llama Jardines Alberto, está más arriba del hotel Washington Irving cerca de la Alhambra. Eso le servía para vender discos y organizar giras. Servía para ganar bastante dinero en verano y preparar las giras que podía hacer en invierno. Ahora te metes en Facebook, llamas por teléfono, buscan a otro... Todo eso ha cambiado completamente.

P.— Pero ahora hay mucha competencia...

R.— Antes el flamenco tenía una gran cantidad de creadores, hoy en día falta eso. Hay muy pocos. Paco de Lucía creó un sistema. La gente toca a Paco de Lucía, pero no compone como él. Camarón creó un estilo, la gente imita a Camarón. No hay casi nadie que cante de una manera realmente personal. Para entender esta situación, hay que remontarse a los orígenes del flamenco. Hoy día, se imita mucho. Hay muchos artistas pero pocos crean.

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