Lección de swing y humanidad
Christian McBride está decidido a comunicar y enseñar la esencia de esta música
La noche sexitana vivió una clase magistral del feeling imprescindible para una jam sesión
Un universo musical de ida y vuelta
Crítica de música
Christian McBride - Remembering Ray Brown with Benny Green and Greg Hutchinson
38 Jazz en la Costa Festival Internacional de Almuñécar
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Christian McBride, contrabajo; Benny Green, piano; Greg Hutchinson, batería.
Fecha y lugar: viernes, 25 de julio, Parque El Majuelo, Almuñécar.
Algo está cambiando en el jazz en estos últimos años. Hemos pasado un tiempo de experimentación forzada y, justo cuando la sociedad impulsa a innovar compulsivamente, algunos de los grandes de esta música han decidido llevarle un poco la contraria a la tendencia cultural, volviendo a las bases y, sobre todo, a la buena pedagogía, algo tan necesario en el jazz. Christian McBride lo ha hecho todo, desde ganar nueve premios Grammy y hacer una gira con Sting, tocando con las principales referencias contemporáneas, hasta entrar en la gestión cultural, dirigiendo el Festival de Jazz de Newport.
Sin embargo, creo que su actividad divulgadora en radio y, sobre todo, docente, son la génesis del enfoque actual, y la razón de esa mirada hacia una de las figuras más emblemáticas del contrabajo, como fue Ray Brown, todo un alter-ego de McBride. El líder de este trío de ases, que dio una lección magistral en El Majuelo de Almuñécar, participa hace tiempo en la iniciativa didáctica y social Jazz House Kids, donde jóvenes de New Jersey aprenden a vivir a través de la formación y la expresión artística. La prueba de esa inquietud didáctica es que los músicos no pararon de contar cosas y de querer transmitir, llegar de verdad, al público. Y vaya si lo consiguieron.
No es casual que la figura de Brown fuera el eje central de la noche y del proyecto de McBride. Además de implicarse socialmente en su contexto musical, el mítico contrabajista, que tanto influyó en la concepción de este instrumento, se preocupó por los derechos laborales de los músicos y dejó también textos didácticos, intentando explicar algo tan complejo y sencillo a la vez como el jazz. Y desde ahí se comprende este homenaje y cómo Christian McBride se mira en ese espejo de grandeza.
Además, siguiendo con la semiótica que hemos planteado en otros textos, el contrabajo es el que marca el tempo y establece los cimientos de esta música, pero también aporta una voz grave y rotunda, que siempre hay que escuchar. Esa idea ya estaba planteada en la película Round Midnight, de Bertrand Tavernier. El resultado de toda esa inquietud didáctica fue la belleza y la profundidad de lo mejor del jazz, en estado puro, incluido algún paseo por Nueva Orleans guiado por el batería Greg Hutchinson. Hubo una emoción constante en la grada por comprender y sentir. El complemento perfecto fue la velada posterior, con otro experto en la divulgación de esta música, como es Arturo Cid, en el combo de Jesús Mata, igual que aportó su aire funk David Margam el día anterior.
Para entender la sensibilidad y el virtuoso respeto a la época del swing, con el que manejaron su discurso los tres músicos, basta con el ejemplo de Summer wind, un tema romántico cantado por Frank Sinatra, pero interpretado con la pureza de estilo de Ray Brown. También, otros clásicos, como Milestones, de Miles Davis; o Lil’l Darling, con la suavidad de la Big Band de Count Basie, al estilo de la interpretación que hizo Brown en su trío, aportando otros estilos, como Tin Tin Deo, de Chano Pozo, Gil Fuller y un Dizzy Gillespie enamorado perdidamente de lo latino. Como asegura Javi, en la quinta fila, a estas melodías solo se puede llegar a través de esta música. Algo tan rotundo y, a la vez, tan sutil.
Quizá, el momento más delicado y de mayor belleza, fue la interpretación de la obra maestra That’s all, cuya música pue compuesta por Bob Haymes, dedicada por el pianista, Benny Green, a su esposa, presente entre el público. Hijo de un saxofonista británico, este músico nos hizo asomarnos a la sonoridad de Oscar Peterson, compañero en uno de los momentos más brillantes de Ray Brown, pero dibujó esta balada con una proyección de buen gusto y sensibilidad muy personal.
Si alguien no se conmovió con ese momento tan mágico, debe revisar su afición a la música. En lo demás, todo fue una fiesta, un sentir entre amigos, que invitaban, literalmente, a estar como en el salón de casa. Nos animaron, incluso, a participar con ellos en un crucero el año que viene. Sentir que te hablan y que te quieren no tiene precio. Así se aficiona uno al jazz y al macramé si hace falta. La pedagogía, como decía María Montessori, es amor. Raquel y Mila, tras el concierto, destacaban el feeling y la conexión entre los músicos. La cultura no sirve para entretenerse, sino para humanizarse.
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