Mar Garrido: cuando la fotografía es simplemente gran fotografía
La artista expone en la galería granadina La empírica una selección de sus últimos trabajos que podrá verse hasta el próximo 16 de mayo
Máxima realidad artística
Es tremendamente edificante asistir a una exposición de fotografía sabiendo que sólo te vas a encontrar fotografía fotografía. Esto, hasta hace poco tiempo, era poco menos que imposibles; casi una aventura. La fotografía era un producto artístico que desentrañaba esquivas circunstancias. Los santones de lo artístico, los manipuladores del arte, habían posibilitado malas experiencias y se dieron como buena mucha pobre fotografía que era considerada poco menos que superiores obras de arte, merecedoras de estar en el Olimpo del Arte. Ya superados los años 'trágicos' en los que todo era aceptado como válido e impuesta la sensatez y la cordura, hoy asistir a una muestra fotográfica no es más que un ejercicio habitual dentro de los esquemas usuales del arte. Ya era hora que las exposiciones de fotografía, antes irracionalmente abundantes y con escasos filtros de calidad, sean asuntos normales donde se disponga el resultado de una expresión que argumenta únicamente la más absoluta verdad artística. Por eso, esta exposición en la sala de la calle Casillas de Prats no es nada más -y nada menos- que una buena exposición artística; sin otra circunstancia ajena a lo simplemente artístico. Es fotografía con mayúsculas, sin espurios condicionantes, sin reveses ni reservas; sólo fotografía de una artista que crea una obra seria, importante y verdadera; fotografía sin espacios para la duda; esa que es portadora de los más conscientes estamentos de lo artístico y de los únicos postulados que intervienen en el mero juego del arte por el arte.
La autora
Hoy Mar Garrido es considerada como artista audiovisual; lo que traducido resulta: fotógrafa fotógrafa; sin medias tintas ni coheterías extravagantes. Además, si se me permite, añadiría algo más: artista sabia, lúcida y tremendamente importante. Lo demás, dialécticas que nada aportan y a nada conducen. Ya hemos comentado en varias ocasiones la importancia de Mar Garrido; su particular lenguaje artístico; su gramática personal que acondiciona una obra llena de entidad donde la representación es mucho más que la simple ilustración de un episodio extraído de lo real. Porque ella es una fotógrafa que sabe de fotografía, que se adentra por los espacios de la representación pura, sin aditamentos desvirtuantes y que sitúa al espectador ante una particular visión de una realidad que abre las máximas perspectivas y acondiciona el canal interpretativo en infinitas vías por donde circula la absoluta emoción artística. La exposición en la Empírica nos vuelve a manifestar esa realidad clara de esta profesora de la Facultad de Bellas Artes de Granada, que se nos aparece sin intermediarios; con la naturaleza aportando dos elementos, que ella multiplica infinitamente para que la mirada sólo sustraiga un estrato de lo real sabia y sutilmente dispuesto.
A modo de particulares polípticos, Mar Garrido hace trascender una amapola y un campo de trigo para que argumenten todo su potencial ilustrativo. Pero los dos elementos naturales no sólo magnifican el estamento expresivo sino que, además, abren perspectivas para que la mirada desentrañe nuevas vías. La mirada está en frente de todo; el espectador se convierte en el propio elemento representativo, es amapola y es trigo; deja de ser espectador para convertirse en sumo hacedor de lo que existe. Está enfrente y está dentro; es observador y ente actuante que mira para traspasar los límites de lo que se observa e introducirse en el propio estamento representado.
De nuevo, la fotografía de Mar Garrido nos sitúa en los ambientes puros de la naturaleza; una fotografía que suscribe nuevas realidades, que transporta desde lo real identificativo a la mediatez de lo que se intuye. Porque la obra de esta artista es infinitamente más que una bella ilustración. Es un argumento que trasciende, que se hace grande, inmenso, inabarcable... infinito. Lo real, en ella, adquiere suntuosidad; desentraña inquietantes posiciones que potencia la simple sutileza de lo que se representa. En su fotografía lo mínimo se hace máximo; va desarrollando nuevos episodios que suspenden el inicial relato visual para entrar en los inquietantes espacios de una espiritualidad creciente.
La obra de Mar Garrido suscribe los episodios eternos de la gran fotografía; esa que es infinitamente más que una fórmula representativa; es un espacio inabarcable donde la suma potestad de lo artístico encuentra su más bello acomodo.
La muestra de La Empírica nos lleva sin más, por las felices circunstancias de la gran fotografía; ese estamento artístico que no tiene vuelta de hoja y, ya, no ofrece la menor duda.
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