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La música en 6 cuerdas

  • David Russel llevó al Patio de los Arayanes el sonido de su guitarra con un variado repertorio.

Seis cuerdas tiene una guitarra, ni más ni menos. Y sin embargo, el guitarrista escocés David Russel demostró anoche que se puede llegar muy lejos con las posibilidades expresivas y polifónicas de la guitarra clásica. Ante el entregado público que llenó el patio de los Arrayanes, Russel explotó todos los recursos que le ofrece su instrumento, al cual dominó con la maestría que le caracteriza, llevando a los asistentes desde el sonido del clave barroco a los ritmos de la música celta en pocos minutos. Cercano y afable, el guitarrista confesó que el patio de los Arrayanes es "el escenario más bonito en el que he tocado en  mi vida".

David Russel, miembro de la Royal Academy of Music de Londres y poseedor de un Grammy, interpretó un repertorio muy variado, donde se dieron pinceladas de prácticamente todos los estilos de la historia de la música occidental, desde el barroco al siglo XX, sin que faltara la presencia de la música española, y añadiendo un homenaje final a las tradiciones de su tierra con música celta. La elección de un repertorio dominado por piezas cortas y de estilos variados y contrastantes ayudó al público a no relajarse, sintiéndose atraído repetidamente por la aportación continua de novedades, así como por el dominio técnico y expresivo de la guitarra de David Russel, que con una gran variedad de matices, un fraseo lírico, una pulcritud asombrosa y un cuidado continuo de los detalles consiguió enamorar al público de los Arrayanes.

Entre el catálogo de lo interpretado se encontraban obras originales para clavicémbalo de Couperin y Scarlatti transcritas por el mismo Russel, que logró imitar a la perfección el sonido de este histórico instrumento con su guitarra. El toque español lo pusieron los Valses Poéticos de Granados y el homenaje a Debussy en forma de habanera de Falla. La Rossiniana de Giuliani (homenaje a Rossini) y Sandy´s Portrait de Assad completaron el repertorio, rematado con el sonido de la gaita y los ritmos ostinatos de tres piezas celtas.

La amenaza de lluvia no se cumplió, y el público de los Arrayanes pudo disfrutar del emblemático patio de la Alhambra, que recogía entre sus paredes y reflejaba en su alberca cada nota de la guitarra de Russel, en un ambiente recogido e intimista muy propicio para este recital en el que la conexión entre solista y público marcó cada momento del concierto. Los asistentes expresaron su admiración ante la destreza y la maestría de  Russel, envolviéndolo en un merecido aplauso, concluyendo así una velada mágica donde las seis cuerdas de la guitarra crearon todo un mundo de sonido y color.

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