Literatura

El oro puro de la experiencia

  • Antonio Muñoz Molina acaba de publicar Volver a dónde (Seix Barral), una crónica personal de los días del confinamiento y un evocador ejercicio de memoria

El oro puro de la experiencia

El oro puro de la experiencia / Archivo

Al igual que hay quienes dudan de que el hombre haya puesto pie en la luna o incluso de la inapelable redondez de la Tierra, otros niegan la existencia esta pandemia que nos asola desde hace año y medio. El rechazo de la evidencia invita al recochineo en el primer caso, no en el segundo, en el que despunta un fortísimo desprecio a las más de cuatro millones y medio de víctimas que se ha cobrado la Covid-19; una cifra destinada a aumentar cuando todo pase -porque pasará- y puedan analizarse los hechos con la debida distancia. Entre tanto nos están llegando las primeras evocaciones del confinamiento, reconvertido en un cortafuegos en el bosque de la memoria; ya es de uso común la fórmula “antes del” o “después del confinamiento”, un hito en el camino tan inesperado, tan inaudito, tan enorme, que explicaría la incredulidad de algunos. Ahora bien, una cosa es la incredulidad ante sucesos que nos sobrepasan y otra diferente transformar esta incredulidad en un cóctel molotov. “Es muy difícil asimilar lo que estamos viviendo -escribe Antonio Muñoz Molina en Volver a dónde (Seix Barral)-. No digo comprender, sino algo más primario y más hondo, percibir en su plenitud lo que ve uno y lo que vive y siente a lo largo del día, los cambios bruscos y los más sutiles, el oro puro de la experiencia que puede extraerse de la confusión, el miedo…”.

Las primerísimas crónicas de la pandemia se redactaron durante el confinamiento en las páginas de los periódicos o en blogs de diverso alcance. Otras narraciones han dejado pasar el agua bajo el puente para ganar perspectiva. En uno y otro caso se trata de una literatura de urgencia, pues el coronavirus sigue causando estragos y el goteo de muertes no cesa. En esta tesitura, lo difícil es mantener la mente serena. Difícil, no imposible, según demuestra Muñoz Molina en su libro más reciente, una suerte de diario íntimo, el de un hombre que observa el desarrollo de los acontecimientos asomado al balcón de su casa en Madrid y a otros eventuales balcones. A modo de declaración de intenciones, Muñoz Molina escribe en las primeras páginas: “Quería fijarme en lo específico de este tiempo nuevo, lo concreto, lo que se olvida porque nadie le da importancia, lo que no aparece en los libros de historia, lo que no puede recordar más que quien lo ha vivido”. Se trata de levantar acta de esta cotidianidad anómala y sincerarse con uno mismo para poder ser sincero con el lector (que hay escritores que se mienten y, en consecuencia, mienten). “Quiero fijarme bien para no olvidar nada”, leemos páginas más adelante. Esta actitud no es de ahora; la prosa de Muñoz Molina es una prosa atenta y alerta desde siempre.

En Volver a dónde, el autor reflexiona sobre las consecuencias inmediatas de la pandemia y observa las dos formas antagónicas de hacerle frente, una especie de actualización de la idea de las dos Españas, a la gresca de nuevo: la España solidaria y callada, la de quienes arriman su granito de arena a fin de que las cosas no vayan aún peor (a veces bastan estos gestos mínimos), y la España vocinglera y egoísta, la que antepone un rato de juerga a la adopción de cualquier medida mínima de seguridad. La pandemia podría haber sido una buena ocasión para arrojar lastre por la borda, pero todo apunta a que no nos hará mejores, como se pensó en un primer momento. El problema es de fondo. Hay una España que decepciona, que decepciona continuamente: “España no ha dejado de ser nunca un país hostil al conocimiento. Cualquier forma de conocimiento serio, de estudio, de rigor intelectual en el aprendizaje, ha sido desacreditada como una antigualla digna de sarcasmo. En España la ignorancia y la mala educación son méritos que exhiben con orgullo analfabeto las estrellas de los programas de televisión, incluida la pública”. Una ignorancia y una mala educación jaleada por audiencias que la confunden con espontaneidad o autenticidad.

El tiempo quieto del confinamiento ha dejado el camino expedito a la memoria y de tanto en tanto, junto al examen pormenorizado del tiempo presente, Antonio Muñoz Molina entremete recuerdos personales de su infancia en Úbeda, de la vida en el pueblo, y recuerdos consignados por algunos familiares que ha guardado entre las páginas del libro como antaño algunos guardaban allí ciertas flores. Desde sus primerísimos textos, desde El Robinsón urbano (1984) o Diario del Nautilus (1985), Muñoz Molina no ha dejado de indagar en el modo en que la ficción alimenta nuestra experiencia (y viceversa), el modo en que nuestros recuerdos se transforman en narraciones (también al contrario) o cómo la ficción proporciona los recursos necesarios para darle forma a la memoria. En Volver a dónde, el lector se descubre en mitad de un fuego cruzado entre el ayer y el hoy, que tendrá inevitablemente consecuencias en el mañana, no está en nuestra mano saber cuáles.

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