Un poeta sereno

José María Cotarelo presenta 'Poemas de Leonard von Scotrodfinger', un tratado sobre el miedo y la duda

José María Cotarelo.
José María Cotarelo.
Elizabeth Fernández Granada

22 de noviembre 2013 - 05:00

José María Cotarelo se define a sí mismo como "un poeta de pueblo". Nació en Taramundi (Asturias) pero, en realidad, explica que los poetas no son de dónde nacen, ni siquiera de dónde escriben, "son como aves que vuelan en el viento". Desde esa perspectiva, las fronteras, los territorialismos se diluyen, se evaporan los puntos cardinales y "lo que queda únicamente es el sentimiento". Conoció a los poetas asturianos, Carlos Bousuño y Ángel González, sin embargo, se sintió más atraído por los poetas que miraban desde el Sur con mirada universal como Federico García Lorca.

Gracias a Pepín Bello, último superviviente de la pléyade de la Generación del 27, al que le unió una amistad sincera, pudo imaginar más próximo al genio granadino. "Él me comentaba siempre la anécdota de Jorge Guillén que refería: Cuando está Federico no hace ni frío ni calor, hace Federico". Recuerda de Bello, sobre todo, las horas interminables de charla que versaban sobre Alberti, Buñuel o Dalí. "Pepín, era un ser excepcional. Fue el gran aglutinador, el alma del grupo de aquellos genios. Fue el gran amigo, el agitador de surrealismos, el bruñidor de la memoria y testigo excepcional de una época nada fácil. Se le contraía el gesto cuando hablaba de Federico, de su final terrible".

Sus años de infancia y juventud fueron entre Asturias y Galicia. "En aquel tiempo aprendí a leer y a imaginar en los cuentos que traían las chocolatinas, que por un lado, mi única biblioteca. También estaban los relatos de miedo y de difuntos que contaban los mayores al calor de la chimenea. Eso sí que despertó mi imaginación". Después Valencia y Madrid que terminaron dando a Granada, ciudad ya de madurez. Mientras, iba exprimiendo las lecciones permanentes de los poetas Vicente Aleixandre y José Ángel Valente a los que considera "poesía en carne viva". "De Valente aprendí el valor de la palabra, sus silencios, a conformar sueños y sentimientos". La sencillez, la humanidad, la cercanía y la bondad, de Aleixandre. Cotarelo aún recuerda sus últimas palabras: "En estas horas breves como minutos, hemos hecho un recorrido, una especie de camino amistoso, como si nos conociéramos desde nuestros respectivos nacimientos. Deseo que la poesía te acompañe siempre". "Y eso ha hecho", reflexiona. Cuanto cabe en una mano (Dauro, 2002) sería el libro que le dedicaría a estos dos poetas amigos.

Ahora, regresa con Poemas de Leonard von Scotrodfinger (Vitrubio, 2013). Versos que contemplan la herencia que nos han dejado las dudas o los miedos, y que afloran ensamblados bajo la supervisión de un "un Leonard reconstruido de entre las ruinas de la memoria, para decirnos: "soy tú, estoy aquí". Tal como se percibe "es un poemario largamente fraguado en el que aparecen, al menos, cuatro personajes distintos que son el mismo".

En paralelo, el poeta asturiano prepara el espectáculo, El sueño de Federico, un drama escénico basado en la muerte del poeta en el que intervendrán artistas flamencos. ¿Fue Federico García Lorca quién manifestó de forma más evidente la estrecha relación entre la poesía y el flamenco? "Creo, sin lugar a dudas, que sí y así lo demuestra su permanente vinculación con este arte universal. Pero Lorca es muchas más cosas, no debemos encasillarlo ahí. Federico es Federico". Su próxima obra teatral, en su versión flamenca, contará con artistas como Arturo Fernández, Sensi Martos, Carlos Zárate, Eloy Heredia Álvaro Peregrina, Julián Fernández, José Manuel Arias, Rosa Zárate e Ismael García entre otros, cuyo estreno estará previsto para el próximo año en el teatro Isabel la Católica y que contará con la dirección de Carmen Ruiz-Mingorance.

José María Cotarelo es consciente de que "los tiempos van marcando otros ritmos". Existen "muchas cosas que nos distraen de lo esencial, de lo que da sentido y razón al ser humano". Pues, perdidos valores esenciales como "la justicia social, el valor de la palabra, la honradez, la sinceridad, simplemente, todo aquello que nos grandes y a la vez, sencillos, humanos"; la poesía se hace más necesaria que nunca.

Para terminar, el poeta cita a Aristófanes quien sobre el 360 a. C. aconsejó: "¿Qué es lo que debemos de admirar de un poeta?: su inteligencia aguda, su sabio consejo y que haga mejorar a los ciudadanos". Considera el autor que eso es lo que necesitamos, "mejorar el mundo, cada uno desde su saber, desde su perspectiva, sea con las manos, los hechos o las palabras".

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