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Los novelistas suelen tener su templo particular para escribir, con una luz especial, una pluma en concreto, una vieja Olivetti, una mesa de hace siglos o un desorden ordenado. En el caso de Ramón Alcaraz, su ritual habitual es escribir en una libretita apoyado en el volante de su taxi. En esta incómoda postura ha escrito las más de 500 páginas de El poder de la reina, un libro sobre el mundo de la heroína inspirado en buena parte en sus viajes a Almanjáyar para llevar a los clientes a por la dosis del día. Y para la presentación del próximo viernes, en vez de un céntrico hotel o una librería ha escogido, cómo no, la sede de la Gremial del Taxi.
El personaje principal es un taxista de Granada de unos sesenta años con un hijo drogadicto y una mujer recién fallecida. "El tema central de la novela es ver hasta dónde te puede llevar la heroína aunque no se consuma", explica el autor sobre un argumento para el que no ha tenido que ir muy lejos para inspirarse; le ha bastado con mirar al cliente a través del espejo retrovisor interior. "Me he pasado años y años llevando a la gente a pillar heroína y más de uno se ha fumado hasta un chino en la parte de atrás del coche", continúa sobre una novela que le ha supuesto dos años de trabajo, primero escribiendo en las paradas de taxis y después trascribiendo el texto en el ordenador. "Como soy del Albaicín he escrito sobre todo en la parada de taxis de Plaza Nueva", cuenta el autor que ha centrado la acción de su novela en Granada sin necesidad de acudir a un callejero para nombrar las calles de la ciudad.
Miembro activo de la plataforma SOS Albaicín, Alcaraz comenzó a escribir en un taller de literatura y escribe relatos futuristas en su blog sobre un taxista -cómo no- en el año 2074. Y continúa agazapado sobre su volante mientras los clientes se suben al coche sin saber que, a lo mejor, acaban de cortar a un escritor al que le acaba de llegar la huidiza inspiración. "Pasa muchísimas veces porque siempre llevo mi libreta en el taxi aunque se me estropeó el coche este verano y las circunstancias económicas no son las mejores", lamenta.
Además, para referirse al taxista poeta de Granada, jubilado hace años, utiliza el número de taxi, el 90. "Es que nosotros no nos conocemos por los nombres sino por el número del taxi", desvela. "Era de la Alpujarra, un hombre muy simpático que continuamente hablaba con tima, un día tras otro", rememora sobre un compañero de profesión y de letras.
Ramón Alcaraz ha cambiado el turno de noche y ahora quema kilómetros a plena luz del día, con lo que su próximo libro puede ser radicalmente distinto a El poder de la reina, un libro con olor a gasoil y a literatura sincera.
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