Coloquio

Las semillas granadinas del jardín de Ayala

Ayala y su mujer en la Alhambra

Ayala y su mujer en la Alhambra / G. H.

Como en el cuadro de El Bosco, El jardín de las delicias de Francisco Ayala (Granada, 1906 - Madrid, 2009) se mueve entre varios mundos, concretamente el de la dicotomía entre el amor y el dolor, la ternura y la crueldad, la vida y la muerte. Unas dualidades que hacen muy difícil catalogar el libro del escritor granadino, publicado en 1971, tras el regreso de su exilio, pero que no impidieron que se convirtiese en un éxito y fuese considerado, aún hoy lo es, como una de las mejores obras de Ayala.

Con motivo del medio siglo desde la publicación de la primera edición de este libro, esta tarde –coincidiendo también con los doce años de la muerte de su autor– la FundaciónFrancisco Ayala organiza un coloquio entre la viuda del escritor, Carolyn Richmond, y el presidente de la entidad, Manuel Gómez.

Pese a la dificultad de catalogarlo, El jardín es considerada como una de las obras más personales de su autor, por eso el coloquio de La Madraza es la ocasión propicia para debatir sobre las raíces granadinas de Ayala, un escritor que dejó la ciudad de la Alhambra con 15 años para no volver hasta mucho después, tras un exilio que le llevó por distintos puntos de América, que marcaría su vida y su estilo.

Para dar respuesta a este interrogante, Richmond ha preparado dos pequeños textos en los que se pregunta: “¿Se le considera a Ayala un escritor granadino?” que leerá esta tarde como punto de partida y meta del coloquio.

Pese a todo, la respuesta no es fácil, ni siquiera para su vida, pues ella misma responde “sí y no, pues [...] el haber nacido y crecido ahí palidece al compararse con el marco de la realidad histórico social de la España de los años veinte”.

En el primer texto, titulado La siembra, Richmond hace un pequeño repaso a los primeros años de su esposo en esta ciudad y cómo ella estuvo presente en algunas de sus primeras obras como Los usurpadores (Buenos Aires, 1949), sin embargo también reconoce que “las huellas de Granada en la obra de invención de Francisco Ayala resultan ser más numerosas y complejas de lo que a primera vista sugeriría una lectura más bien literal de ella”.

De hecho, en este primer texto, la hispanista termina por reconocer que, paradójicamente, durante “el medio siglo que estuvo nuestro autor ausente”, su ciudad estuvo “más intensamente presente en su cabeza”. No cabe duda de que la respuesta al origen de Ayala es, como la tarea de catalogar El jardín de las delicias, una misión muy complicada.

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